Un mes – Por Edgardo Rodríguez

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Se aprecian visiones encontradas entre quienes proponen el uso de la fuerza como un disuasivo a la delincuencia y otros que se inclinan por la prevención para frenar la imparable violencia.

A casi un mes para celebrarse las elecciones generales en Honduras el panorama en la recta final luce incierto y complicado, sin embargo, en el escenario político existen claros elementos que deben servir de contexto para lo que ocurrirá el 24 de noviembre.

Desde 1980 al 2009 siempre habíamos tenido contiendas en las que las preferencias hacia el candidato ganador eran muy marcadas, hoy las cosas cambiaron. En el mes de mayo realizamos nuestra propia encuesta en los 7 municipios de mayor carga electoral de Honduras y los resultados de aquella fecha cambiaron radicalmente. El partido Libre y Anticorrupción descendieron en popularidad y el Partido Nacional y Liberal recuperaron terreno al iniciar la campaña abierta, y como producto de la irrupción de sus maquinarias electorales. No obstante, hoy pocos se atreven a señalar quién ganará la presidencia de la República, lo único probable es que el margen de la victoria será pequeño, uno o dos puntos.

Ese estrecho margen es el que sirve de asidero al partido Libre, y en menor medida al Pac, para desde ya anticiparse a denunciar un supuesto “fraude”. En el caso de los zelayistas, lo que está detrás es una estrategia para que al perder las elecciones se fuerce una negociación con el ganador y así lograr una importante cuota de poder en el próximo Congreso Nacional. El astuto don Manuel Zelaya ya adelanta pláticas al respecto.

Pese a que no ha existido profundidad en las propuestas de campaña, no se puede afirmar que no se ha dicho nada. Los planteamientos se han centrado en el tema de la inseguridad, la economía y la corrupción. Se aprecian visiones encontradas entre quienes proponen el uso de la fuerza como un disuasivo a la delincuencia y otros que se inclinan por la prevención para frenar la imparable violencia. Libre propugna por el viejo y desfasado Estado paternalista y obeso, frente a uno moderno, eficiente y menos intervencionista, por parte de los partidos tradicionales.

Después del fin de la guerra fría hemos regresado a una campaña con contenido ideológico. Para atraer el voto de los sectores que defendieron la democracia y las libertades republicanas en el 2009, el Partido Nacional tomó firmes posiciones, de denuncia, contra los planes populistas, anárquicos y divisionistas de la familia hondureña que representa Libre. Se ha encargado de recordarle a todo el pueblo los desmanes del gobierno de Zelaya y ha desnudado la falta de una propuesta viable en la lucha contra la delincuencia, obligando a la candidata a decir que regresaría los militares a los cuarteles, cuando la ciudadanía apoya de forma abrumadora la presencia de los verde olivo en las calles. Esta postura provocó el descenso de varios puntos a Libre y subir a Juan Orlando.

El Tribunal Supremo Electoral, al igual que en otros procesos, ha lucido errático, principalmente por la tardanza en definir el mecanismo para la trasmisión de los resultados finales, ello ha aportado una cuota a la inseguridad del proceso, pero ha sido más por incapacidad de sus miembros que por malicia. Lastimosamente, cada cuatro años se está experimentando con distintos mecanismos técnicos para afrontar el momento más delicado de todo el proceso, esto genera desconfianza e impide que se perfeccione un procedimiento más o menos estable para este fin.

Un actor inesperado está ingresando en la ecuación electoral: las iglesias. Ellas siempre fueron animadoras pasivas de la participación cívica de los ciudadanos en los comicios generales, no obstante, debido a la clara amenaza que Libre representa para el sistema de valores éticos, morales y religiosos de la mayoría del pueblo, es que las jerarquías evangélicas y católicas se están pronunciando con mayor claridad a favor de la democracia electoral, la cual se identifica fundamentalmente con el Partido Liberal y Nacional.

Esta no sería la hora de la incertidumbre si los dirigentes políticos escucharan consejo. En su momento advertimos a algunos líderes que para enfrentar la amenaza de Libre debían realizar un fuerte trabajo con los jóvenes, los nuevos votantes, esa era una mina de oro que si se hubiera trabajado a fondo les habría dado la tranquilidad que hoy necesitan.

 

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