La financiarización de las materias primas de Latinoamérica – Por Bruno Pose y Federico Gómez

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

El incremento de la demanda y de los precios de exportación de las materias primas de los últimos años fue clave para el crecimiento económico de Latinoamérica y generó una acumulación de reservas internacionales. La notable diferencia de este modelo de acumulación, frente a otros momentos históricos, fue la administración de los Estados por parte de gobiernos populares.

El redireccionamiento de esos fondos a través de políticas que favorecieron a sectores postergados por el modelo neoliberal permitió la financiación de inversiones en infraestructura y planes de desarrollo, y posibilitó a la región alcanzar un mínimo histórico en su índice de Gini en 2012, llegando a un nivel menor a 0,5 por primera vez, en una escala de medición de la desigualdad por ingresos que va de 0 (igualdad total) a 1 (desigualdad total).

La administración de esos recursos por parte de los Estados facilitó la transformación del crecimiento económico en desarrollo social (ocurrió en Argentina, Brasil, Ecuador y Venezuela). En los últimos años, los precios de los productos se vieron influidos, en parte, por las operaciones en los mercados financieros, sin dejar de lado la demanda de China. Esto último permite afirmar que la formación de precios ya no está determinada únicamente por la interacción entre oferta y demanda. Argentina constituye un reflejo de esa situación; creció el precio de las oleaginosas (bien exportable y generador de divisas) y en simultáneo subió el precio del gas licuado (bien importable y demandante de divisas, combustible de las centrales térmicas nacionales), lo que genera un círculo de dependencia que la industria nacional ha podido sortear.

De materias primas a sofisticados productos financieros. Estudios académicos recientes indicaron que el precio de las materias primas no estaría relacionado con el rendimiento de acciones e instrumentos de renta fija, lo cual haría que se constituyan en buenos “diversificadores de riesgo”, con reducción de la volatilidad en el rendimiento de carteras. Es así que los grandes bancos de inversión, encabezados por Goldman Sachs, comenzaron a ofrecer contratos derivados para la compra y venta de materias primas. Posteriormente, la aplicación de fondos ultraapalancados, la subvaluación del riesgo y la búsqueda del máximo rendimiento fueron grandes condimentos que apuntalaron la crisis financiera internacional iniciada en 2008, relacionada íntimamente con la utilización de contratos derivados, aplicados a la securitización de hipotecas, principalmente en Estados Unidos, diseminadas a través del mundo por los Bancos de Inversión.

La especulación como riesgo asociado. Existen tres tipos de compradores-vendedores en el mercado de futuros de commodities: quienes ofrecen este contrato buscando la cobertura del precio, los que compran con el mismo objetivo y los autores de la compra/venta de contratos en los llamados “Índices de Commodities”.

Estos últimos son fondos de inversión que determinan un porcentaje de su activo para invertir en este tipo de instrumentos; son los llamados “Especuladores de Índices”, ya que como el contrato de futuros no brinda un rendimiento, la única forma de obtenerlo es a través de la diferencia de precios de compra y venta, lo que transforma a la compra de estos activos en una operación meramente especulativa, que genera un precio de referencia para el precio de futuros que, al estar ligado al precio de contado, provoca que se forme un precio distinto al de la interacción entre la oferta y la demanda. Como consecuencia de estas acciones, surgen distintos problemas en el desarrollo del proceso de financiarización que puntualmente afectan a las materias primas, al ser bienes de consumo masivo: requieren de mucha liquidez y, cuando se revierte la misma, el precio puede sufrir grandes cambios y volatilidad; el vínculo entre el precio spot (contado o entrega inmediata) y de futuros afecta el precio que los consumidores y comercializadores pagan por el producto final. Si el precio aumenta, no existe ningún instrumento financiero fiable para realizar una cobertura sobre esa cartera y se pierde la noción de la oferta y demanda, al estar construido el precio bajo supuestos no relacionados con ninguna de estas dos fuerzas del mercado.

Es esencial que el proceso de intervención del sistema financiero en la formación de precios de las materias primas sea correctamente regulado por los organismos pertinentes para evitar las consecuencias negativas de someter al precio de estos bienes a la volatilidad propia de los instrumentos financieros. También es necesario el aprovechamiento de los fondos “extra” que se generan por exportación de bienes primarios; una alternativa posible es la creación de fondos conformados por los excedentes que constituyan el respaldo financiero de inversiones sociales. De este modo, se permitiría al sistema financiero participar de la formación de precios, pero las suprautilidades generadas deberían estar comprometidas en el apoyo a futuras inversiones sociales, que colaboren con la distribución de la riqueza generada producto de la mera especulación.

Una fábrica de endeudados que controla la sociedad

Hacia el interior de los países, el capitalismo en su proceso de financiarización constituye, a juicio de Alexander Roig, una «fábrica de mujeres y hombres endeudados». El investigador del Centro de Estudios Sociales de la Economía del (IDAES -UNSAM) considera que el nivel de endeudamiento del conjunto social es una forma de dominación política, de control de acciones e imaginarios.

Los sectores más empobrecidos de la sociedad también forman una masa endeudada. En el caso de la economía popular, en la que los trabajadores generan sus propios puestos de trabajo y producen riqueza, el mercado es hoy el que define «cuánto vale» esa actividad. Para Roig el Estado debe ser el «garante de los derechos» del sector, con obligación de «pensar nuevos trabajos». Fijar un justo valor a sus productos, será una forma de disminuir el peso de las deudas en sus economías familiares.

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