Álvaro García Linera: Las transformaciones se dan por oleadas, no hay revolución perpetua

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Martín Granovsky – Página 12

No es un buen momento en América Latina porque hay una retoma temporal de la derecha –señalaba el vicepresidente boliviano Álvaro García Linera en  diciembre de 2016. “La derecha asume el gobierno justamente para recortar costos, para recortar derechos, para reducir la intervención del Estado y para permitir que todos esos recursos fluyan hacía al sector privado nacional o extranjero. La sociedad, de estar consiguiendo condiciones de vida más o menos dignas, ahora retrocede a situaciones de abuso, desempleo y explotación”, añadía.

Pero, a la vez, es un momento exigente porque obliga a que la sociedad, los sectores subalternos, las clases plebeyas, retomen nuevamente la capacidad de organización. Nadie se moviliza perpetuamente. No hay revolución perpetua, añadia en esgt entrevista de Martín Granovsky durante una visita a la Argentina.

–¿Cómo terminan los períodos de repliegue?

–Básicamente, eso es organización. También, horizonte. Una combinación de idea movilizadora con fuerza que convierta esa idea en hecho político, en hecho que influye en el escenario estatal y que puede modificar la correlación de fuerzas a corto y mediano plazo. Lo importante es que esta generación que hoy está de pie vivió los tiempos de la derrota del neoliberalismo, vivió la victoria temporal de los gobiernos progresistas y revolucionarios, y ahora está en este periodo intermedio. Por lo tanto, tiene el conocimiento y tiene la experiencia para retomar la iniciativa. Si no hacemos eso, este periodo de retoma parcial de iniciativa de la derecha puede extenderse y ampliarse a otros países de América Latina. Sin duda, esto significaría una catástrofe. Donde triunfa, la derecha recorta el bienestar. Los gobiernos progresistas fueron gobiernos sociales y, por lo tanto, el retroceso es un retroceso de las conquistas sociales de la población. Pero además hay una ralentización, un congelamiento y en algunos casos un retroceso en términos de la perspectiva de la acción continental. Junto con lo social, el continente ha experimentado en los 10 años que van desde el 2004 al 2014, 2015, el momento más avanzado de integración y de mirada autónoma continental. Esto tiene una importancia extraordinaria. Si no tenemos la capacidad de mirarnos continentalmente, cada país por sí solo en este contexto mundial va ser presa de las intervenciones, de las influencias y de las manipulaciones de los más poderosos del mundo. Es un tema de correlación de fuerzas, no es un tema moral.

 –Tomo una frase de su mensaje: “La revolución es por oleadas, no por ciclos”. ¿Cuál es la diferencia?

–Cuando tú hablas de ciclo, significa que todo tiene un inicio, una estabilización y un fin. Es algo natural como la ley de la gravedad. Hagas lo que hagas, protestes o te movilices, así será de aquí a 50 años, cuando venga otro ciclo. Esta es una mirada que le arrebata el protagonismo al ser humano, que olvida el papel de la subjetividad colectiva en la construcción de los hechos sociales. Es falsa. Es la misma lógica que el fin de la historia de Fukuyama. Habían desaparecido las clases, todos éramos emprendedores y había que alinearse detrás de lo que ya era la culminación del desarrollo humano. Resulta que no fue así. Aparecieron por todos lados clases sociales, luchas, organizaciones, jóvenes, gente que tomaba las plazas por asalto y después los palacios por asalto. Frente a eso, lo que reivindicamos es la lógica de los flujos, las oleadas, que es un poco la experiencia que uno adquiere en la vida. Las transformaciones se dan por oleadas. La gente se articula, se unifica, crea sentido común, tiene ideas fuerza, se convierte en ser universal, es decir, ser que pelea por todos. Logra derechos, acuerdos, Estado, política. Pero luego pasa a la vida cotidiana. No puede estar en asamblea todos los días. Tienes que ir a ver qué va a pasar con tu hijo, con el crédito de la casa. Viene el reflujo. Pero luego, más pronto que tarde, puede venir otro flujo. ¿Cuándo será ese flujo? No lo sabemos. No está definido por una ley sociológica.

–No está predestinado.

–Entre otras cosas depende de lo que tú puedes hacer hoy en tu barrio, en tu universidad, en tu medio de comunicación, en tu poema o en tu teatro para articular sentido común, para impulsar ideas de lo colectivo o de lo comunitario. Si en algún momento eso, por algo no calculado, se articula con otras iniciativas comunitarias, puede dar lugar a otro flujo. En una semana, en un año, en 10 años. Lo importante es que tú luches y te organices. Si no te alcanza la vida, vendrá el siguiente que se sumará a lo que hiciste, para que él sí pueda ver que viene un flujo. Las revoluciones son así. Entonces, cuando tú miras la historia por flujos y no por ciclos, reivindicas otra vez el papel del sujeto, de la persona, de la subjetividad, que no inventa el mundo como le da la gana, pero que ayuda a construir el mundo. Me gusta la frase de Sartre: “Uno hace al mundo en la misma medida en que el mundo lo hace a uno”.

–¿Cuáles son las claves más importantes de la oleada boliviana, primero fuera del Estado y luego, desde 2006 con Evo Morales como presidente, dentro del Estado?

–La primera clave es que toda victoria política es precedida por una victoria cultural que se trabajó y se labró en los distintos espacios de la opinión pública: medios de comunicación, periódicos, universidades, sindicatos, gremios, barrios. Hubo un sentido común que se fue apoderando de las personas, basado en la idea de soberanía, de igualdad entre pueblos. La gente no se mueve solo porque sufre. Se moviliza cuando sufre y cree que movilizando puede cambiar su sufrimiento. Sin horizonte no hay capacidad de articulación. No es simplemente, como decían algunos compañeros trotskistas, que a condiciones de vida más deplorables la gente se va a rebelar. Eso no es cierto. Muchas veces uno se acostumbra a su dominación y a su pobreza.

–Ésa es la primera lección.

–La segunda es que todo proceso revolucionario tiene que sostenerse y reinventarse en ámbitos de participación democrática de la gente. No es fácil eso, porque la gente se moviliza y luego se repliega. Es fácil que los gobernantes, en ese repliegue, nos asumamos como los demiurgos históricos. Si tú no has incorporado por métodos innovativos en la decisión y en la participación te vas a ver en problemas y te vas a quedar solo en el gobierno. Claro, porque tú los dejaste solo anteriormente. No es una venganza, es el resultado de tu acción. Sin una red corpuscular de participaciones democráticas, el gobierno revolucionario queda sin base y a la deriva.

–¿Tercera clave?

–Gestión económica. Últimamente he pensado mucho sobre Lenin y la NEP, la Nueva Política Económica. Si los bolcheviques no tenían la capacidad de satisfacer la necesidad de hambre y estabilidad de su revolución, todas las demás experiencias como el comunismo de guerra, la abolición del dinero y la toma de fábricas ultra radical, no significaban nada. El mismo Lenin lo decía: lo único socialista que tenemos es solamente la voluntad de ser socialistas. Es muy fuerte la preocupación que le dedicó Lenin al tema de estabilidad económica, a la relación entre el campesino y el obrero en función de avances en la economía. Cuando uno está afuera del gobierno, valora la organización y el discurso. En el gobierno, si fallas en la gestión económica todo se derrumba, porque va a aparecer la derecha diciéndote: yo sí puedo administrar mejor la economía, yo siempre he administrado, yo tengo empresas para mostrarte de lo que soy capaz. Creo que parte de los problemas que estamos enfrentando los gobiernos progresistas en América Latina es el no haber colocado en el puesto de mando a la economía y haber mantenido en el puesto de mando el discurso y la organización. Si no, se genera el caldo de cultivo de un regreso de fuerzas conservadoras, que sí te van a hablar de que ellos pueden resolver todo. ¡No lo van hacer!

–¿Cómo gestionar la economía cuando hay crisis mundial y bajan los precios de las materias primas?

–Cada país tiene su propia dinámica, pero algo que hemos aprendido nosotros es no confiar plenamente en el mercado externo sino trabajar también tu mercado interno. Hoy la exportación de petróleo, minerales y gas es negativa. Entonces, ¿cómo crece la economía? Porque en paralelo hemos apostado a otras canastas, fundamentalmente al mercado interno. La superación de la extrema pobreza y de la pobreza no solamente es un tema de justicia –tiene que serlo, porque si no para qué estás en el gobierno– sino de dinámica económica. Estás expandiendo la capacidad de gasto de la sociedad y en el caso boliviano -por eso digo que depende de cada país- como la gente gasta entre el 50 y el 55 por ciento de su salario en alimento, lo que estás haciendo es promover la economía campesina, la economía intermedia de servicios del mercado interno. Fue una decisión muy sabia de Evo.

En el año 2008 tuvimos precios del petróleo de 130 dólares y en el mismo año precio del petróleo de 30 dólares el barril. De 130 a 30. Fue un golpe muy duro para nosotros, pero Evo viene de una cultura campesina muy previsora. En el campo o el Altiplano, como vienen la sequía o la granizada, no cultivas en extensión. Dejas aquí, cultivas acá, dejas aquí, cultivas acá. Esta lógica muy campesina andina de moverte en varios pisos ecológicos es la que Evo ha aplicado en la gestión de gobierno. Vamos a meterle al gas. Sí, produzcamos más gas, perfecto. ¿Y si falla? Entonces, metámosles a la electricidad, a la agricultura, al litio. Vas diversificando. Eso es lo que ha permitido que ahora nosotros en gestión de gobierno tengamos un crecimiento del 4,2 por ciento hasta el 5 por ciento. Estamos compitiendo con Perú, que tiene una economía de libre mercado absoluta, es un país que está bajo el control del empresariado chileno y extranjero y tiene mar. Nosotros si tuviéramos marcreceríamos un 2 por ciento más.

Es decir, nuestro crecimiento podría ser del 6,4 por ciento, según el Banco Mundial. Por los “pisos ecológicos”, una vez que superemos esta etapa de ampliación del consumo de las clases más pobres, ya tienes en funcionamiento otros motores: energía eléctrica, litio e industrialización de la agricultura. Entonces, de este modo, ya puedes pensar en los siguientes 10 o 15 años de un crecimiento que va a estar fluctuando entre el 4 y el 6 por ciento. Con petróleo 100 o con petróleo 25, vas a moverte ahí. Esto ha tenido que ver con la capacidad planificadora y con que sepas manejar la economía al estilo campesino. El Presidente es muy ahorrador, muy previsor. Tiene siempre una reserva, no se arriesga. Somos el país de América Latina que tiene más reservas internacionales en función del su producto interno bruto, el 50 por ciento.

–En todos los países de América Latina se discute el tema de la corrupción. ¿Qué hizo el gobierno boliviano no ya con el discurso ajeno sino con la realidad de la corrupción propia?

–Toda democratización real del Estado siempre va a tener riesgo de procesos de patrimonialización de ese Estado. El Estado siempre funciona como patrimonio de las clases dominantes. Como una prolongación de la familia. Lo consideran como normal: parte de la meritocracia. En Bolivia, cuando uno estudia sociológicamente cómo se distribuían los accesos a los méritos, está claro que estaban definidos en función de tu condición de clase y de tu apellido, pero le llaman meritocracia. La gente se rebela contra eso, se subleva, dice que es indigna esa forma de utilizar lo público en beneficio de lo privado. El neoliberalismo es el paradigma de la patrimonialización del Estado, porque es agarrar lo que es de todos y utilizarlo para tus amigotes. Mejor si es tu cuñado, mejor si es tu esposa que tiene algunos amigos accionistas en el extranjero.

Cuando viene la sociedad e irrumpe en el ejercicio del Estado, lo hace en función de proyectos universales, pero luego se vuelve funcionario público. Es el dirigente sindical que se vuelve funcionario, es el compañero militante que luego aparece como ministro o parlamentario. En ese momento sale de su control social y entra en el ámbito estatal. No es normal, pero es altamente probable que busque repetir en ese espacio, al que por primera vez en 20 generaciones alguien de su familia logra llegar, y al estar separado de su control social diga: “nunca más alguien de mi familia va estar donde está y si jalo un poquito, aprovecharé alguito”. Este tipo de razonamiento no es raro que se dé, por eso nosotros sociológicamente lo hemos analizado. Políticamente es catastrófico, porque puede dar lugar a una especie de democratización de la corrupción. Parece ser que es un proceso que acompaña a todas las revoluciones, no me he fijado bien qué pasó en Rusia, no me he fijado bien qué pasó en China o qué pasó en Cuba.

Por la experiencia que yo veo en Bolivia y el proceder de la gente, es el campesino, es el dirigente obrero peleador que, acostumbrado a los sacrificios más extremos, de un día para otro se vuelve ministro y de él dependen 500 funcionarios y la definición de 500 millones de dólares en programas. Entonces piensa: “¿Y qué tal si contrato aquí a mi cuñado?”. Así comienza esta micro corrupción. La pregunta es:¿qué haces tú ahí?

–Atribuírselo a la condición humana.

–Sí, a la condición humana y al resarcimiento histórico. Pero no puedes. ¿Por qué? No solamente porque es un hecho delictivo por ley, sino porque te corroe la moral. Y la única fuerza que uno tiene cuando viene de abajo es su fuerza moral. Evo y los sindicatos no tienen dinero, no tienen patrocinio extranjero. Su moral los ha convertido en el núcleo que simboliza una época y una voluntad colectiva de cambio. Entonces, si te vuelves tolerante pierdes tu fuerza moral. Hemos tenido que tomar decisiones muy fuertes que no se han dado en ningún gobierno de América Latina, y mucho menos en gobiernos de derecha. Hemos tenido que meter en la cárcel al jefe del partido, Santos Ramírez. Él era el segundo después de Evo.

–Y presidente de Yacimientos Petrolíferos Fiscales de Bolivia.

–Sí. También hemos tenido que meter a dos ex ministras a la cárcel, dos ex ministras compañeras nuestras de lucha maravillosas, de las cuales estamos seguros que no han tocado un solo centavo, pero fueron permisivas a un mal manejo del dinero. Ellas son incorruptibles, pero permitieron. ¿En qué país de América Latina, durante la gestión de gobierno, ex ministros están en la cárcel? Tenemos un ex alcalde de la segunda ciudad más importante de Bolivia, del Alto, en la cárcel. Si no hacemos eso, corremos el riesgo de perder lo único que tiene un proceso revolucionario, que es su fuerza moral. Ha sido muy doloroso y ha sido un aprendizaje. Hemos encontrado que estaba sucediendo que de parte de los compañeros no había el suficiente control y había esta especie de permisividad basada en que son compañeros nuestros, lo requieren, es poquito dinero, no hago el informe, pero en ese descuido se pone en riesgo tu propia moral. Y si tú no actúas de una manera fuerte, golpeándote a ti mismo  porque es tu propia gente, socialmente pierdes la fuerza moral que te mantiene en pie. Ayer ha salido la última encuesta.

Evo –con todo lo que lo han atacado del tema del fondo indígena, de la corrupción con dirigentes indígenas, del tema del supuesto hijo– en ciudades capitales tiene un 54 por ciento de popularidad. El aprendizaje es que, por muy doloroso que sea, debes tener la valentía y la fuerza de poder cortarte tú el dedo infectado o la mano infectada. Si otros te la cortan te van a meter el cuchillo al corazón y de eso no te vas a poder reponer ni en una generación. Si tú por cuidar lo que te pertenece, parte de tu cuerpo, eres permisivo con lo que se está pudriendo en tu cuerpo, otros van a venir a acabarte o la putrefacción va a alcanzar hasta tu propio cuerpo, y ahí estás perdido. Nuestra fuerza nace del hecho moral.

Tienes que saberlo cultivar y si no lo cultivas, no lo refrendas y no lo muestras continuamente, la derecha se va a venir con toda esa política moralista que te echa en cara: “Han robado 5 mil dólares, terribles estos indígenas, son unos incapaces, unos ladrones”. Ellos robaban 20, 40 o 100 millones de dólares y nadie decía nada, pero desaparecieron 5 o 100 mil y se desgarran las vestiduras. No importa, es parte de la guerra. Aquí nadie puede levantarte el dedo y decirte te has levantado un dólar, no pueden decir que te has levantado ni medio dólar, ni medio boliviano, ni medio peso argentino. Si eso sucede vas a perder, porque va a venir toda la jauría moralizante de la sociedad para descalificarte. Y si pierdes moralmente, pierdes generacionalmente. La peor derrota de un revolucionario es la derrota moral. Puedes perder elecciones, puedes perder militarmente, puedes perder la vida, pero sigue en pie tu principio y tu credibilidad. Cuando pierdes la moral, ya no te levantas, va a ser otra generación, va a ser otro líder el que va a poder levantarse. Hay que protegerse, Así como en la gestión estatal la economía es lo fundamental, en la preservación de tu liderazgo lo fundamental es tu fuerza moral. Nunca permitas que te debiliten tu fuerza moral porque de eso tampoco te recuperas.

García Linera sobre las ONGs

(…) En mis declaraciones sobre las cuatro ONG (Milenio, CEDIB, Fundación Tierra y CEDLA), ni ahora ni en ninguna oportunidad anterior, he planteado su cierre, expulsión o restricción alguna de su actividad. Bien saben ustedes que en Bolivia la libertad de expresión y asociación no solo constituyen derechos civiles, sino que representan componentes indisolubles de la vida, la historia y desarrollo de las sociedades democráticas, de las organizaciones y los movimientos sociales. La democracia misma solo se comprende e irradia sobre la base innegociable de la libertad de asociación y pensamiento.

Hoy, la democracia en Bolivia está alcanzando niveles de profundidad e irradiación extraordinaria, precisamente en el marco de la administración del Estado por parte de organizaciones sociales indígenas, campesinas, obreras, vecinales y populares, cuya vida se alimenta de la libertad de ideas y múltiples formas organizativas. Venimos de esa raíz. Y para quienes en tiempos neoliberales hemos soportado la represión y la cárcel por pensar diferente, está más que claro que el horizonte socialista y plurinacional solo puede construirse con base en la ampliación de los principios democráticos de libertad de pensamiento y asociación.

En este contexto y haciendo uso de la libertad de pensamiento y expresión, he señalado que cuatro ONG mienten y camuflan su activismo político reaccionario bajo el manto de actividad “no gubernamental”. ¿Es que acaso no tienen derecho a mentir? Por supuesto que sí, pero yo también tengo derecho a denunciarlo, a denotar las falsedades escritas en sus “supuestas” investigaciones, que más se asemejan a decálogos de fe política o primitivos perfiles de estudio. En la misma medida en que los funcionarios de estas ONG tienen el derecho constitucional de hacer para-política partidaria desde esas organizaciones, yo tengo el derecho a develar que están jugando el papel de sustitutos de los partidos políticos de derecha, y que sus funcionarios no hacen más que reclutar adeptos mediante el ropaje de actividades hipócritas “no lucrativas”, ante su reiterado fracaso en la proclama política abierta.

Estas cuatro ONG bolivianas tienen todo el derecho a existir, funcionar, investigar e incluso a hacer política; sin embargo, nosotros tenemos el derecho y la necesidad así lo exige el movimiento popular que conduce el proceso revolucionario en Bolivia– de criticar su sorprendente encuadre ideológico en el discurso medioambientalista emitido y financiado desde los centros imperiales.

 

Todos coincidimos en que es necesario un orden socio-productivo que sustituya la lógica depredadora de la naturaleza impulsada por el valor de cambio. Pero acá existen al menos dos posiciones. La primera, correspondiente al discurso imperial, propugna que la plusvalía medioambiental que sostiene el desarrollo de los países del norte, sea pagada por los países del sur, congelando así la mejora de sus condiciones de vida y petrificando las relaciones coloniales de pobreza y sometimiento construidas a lo largo de siglos y aún vigentes hoy. Esta posición está claramente expresada en la propuesta medioambientalista de USAID respecto a la Amazonia1, y en la sugerencia del gabinete de Tony Blair para la implementación de una administración transnacional en esa región. En contraste a esta posición, para las naciones indígenas soberanas, una nueva sociedad medioambiental solo será posible rompiendo la condición colonial de fragmentación y pobreza prevaleciente en los pueblos y naciones del sur. De lo que se trata es de crear una civilización ecológica mediante la combinación de saberes ancestrales y contemporáneos capaces de restituir un metabolismo procreativo entre naturaleza y naturaleza devenida en sociedad. Sin embargo, esto no se puede alcanzar simplemente imitando lo que sucede en el norte (ilusión desarrollista), ni mucho menos congelando las condiciones de vida de los pueblos del sur (colonialismo petrificado). Esta civilización solo puede surgir si somos capaces de proporcionar las condiciones materiales mínimas de existencia, de satisfacción de las necesidades básicas, que permitan liberar las capacidades creativas y cognitivas de los pueblos para la creación de los fundamentos de una sociedad ecológica, que no podrá ser más que de carácter comunitario y universal.

En ese sentido, a quienes sí he prevenido y advertido con la expulsión, es a organismos internacionales, ONG y gobiernos extranjeros que financian y se involucran en actividades políticas, que van en contra de los intereses del Estado Plurinacional de Bolivia y el proceso revolucionario del pueblo que se viene desarrollando durante los últimos diez años. Se trata de un principio de soberanía y dignidad elemental para cualquier Estado democrático y, mi persona, en tanto eventual servidor público, no solo está en el derecho sino en la obligación moral e intelectual de oponerse a cualquier tipo de injerencia en actividades políticas internas.

El núcleo del neoliberalismo contemporáneo, que ha destruido derechos, recursos y asociatividad social en el mundo entero, no es la sustitución de la soberanía nacional por un tipo de mundialización desterritorializada del poder. Basta ver las murallas de cemento y acero que los supuestos Estados desarrollados levantan día a día ante el flujo de fuerza de trabajo, para comprender que la soberanía nacional de todos los países intenta ser reemplazada por la soberanía nacional de unos pocos, que pretenden decidir sobre el destino de otros.

El restablecimiento de los principios de soberanía nacional, es decir, la autodeterminación, es uno de los pilares para el desmontaje del orden neoliberal en Bolivia. Nos referimos a la autodeterminación como Estado para definir la gestión de sus recursos y su modo de relacionamiento con otros Estados, y también a la autodeterminación social para definir su horizonte como comunidad política en la historia.

Esa es la razón principal por la que decidimos como gobierno soberano– expulsar al FMI de las oficinas privadas que tenía en el Banco Central de Bolivia (BCB); a la CIA, que tenía oficinas en el Palacio de Gobierno; al cuerpo militar norteamericano, que tenía su base extraterritorial en un aeropuerto en la Amazonía boliviana; a USAID y al embajador de los Estados Unidos, que conspiraba junto a grupos separatistas de extrema derecha, apoyando la división del país en micro-republiquetas bajo tuición extranjera.

La autodeterminación nacional es una dimensión de la autodeterminación social, y ninguna revolución podrá avanzar en la profundización de los derechos democráticos de la sociedad sin la consolidación de las condiciones de la soberanía estatal. Es imposible definir el horizonte interior de una sociedad (el posneoliberalismo, el Vivir Bien, el socialismo, etc.), sin definir su horizonte externo, sin ser soberano. Por ello, no podemos permitir que ningún gobierno foráneo, empresa u organización para gubernamental extranjera definan las políticas públicas del Estado Plurinacional de Bolivia. De lo contrario, nos estaríamos sometiendo a un neocolonialismo.

Todo este marco me permite regresar a mis comentarios sobre las cuatro ONG citadas, acerca de las que sostuve que mentían y defendían los intereses de la derecha política internacional. La preocupación suya es comprensible, pues les mintieron. Ustedes se alarmaron porque ellas les dijeron que yo había propuesto expulsarlas. ¡Nada más falso! A quienes sí advertí con la expulsión del país, es a organismos extranjeros que se entrometan en actividades políticas, que mellen la soberanía del Estado Plurinacional de Bolivia. Con esto queda plenamente demostrado que esas ONG mienten, y lo hacen de tal manera, que consiguen que personas bienintencionadas se sumen al discurso imperial orientado a infundir sospechas sobre la vigencia de las libertades democráticas y los derechos civiles de los regímenes revolucionarios y progresistas de América Latina. Asimismo, mencioné que dichas ONG hacían política partidaria de derecha, apoyando el discurso medioambientalista imperial. Una revisión somera de sus argumentos, comparados con los expuestos por USAID respecto a la Amazonía, comprueba aquello de inmediato.

Por tanto, ustedes comprenderán que así como respetamos la opinión política de todos los actores nacionales en Bolivia, en mi calidad de ciudadano –y más aún como servidor público no tengo por qué callar ni ocultar las mentiras de estas o de cualquier otra institución que dañe el proceso revolucionario perteneciente a las organizaciones sociales del país. La defensa innegociable de la revolución boliviana, interna y externamente, es para mí algo irrenunciable, como el mismo derecho a la libertad de expresión y asociación.

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No hay proyecto alternativo

En declaraciones a la prensa, el vicepresidente boliviano señaló que no hay proyecto alternativo al del Movimiento al Socialismo.

“Lo que estamos viviendo los últimos tres años es un repliegue de la oleada. Seguimos en el momento de hegemonía (del MAS), porque no hay un proyecto alternativo que pueda poner en duda el tipo de sociedad que está en marcha. Pese a la virulencia de los opositores, la multiplicación de las críticas, no hay un proyecto alternativo al nuestro. El repliegue ocurre en todas las revoluciones, a partir de un hecho claro: la gente no puede movilizarse perpetuamente; pasado un tiempo de heroísmo, se repliega a sus actividades cotidianas. Es un momento normal, ineludible en toda revolución. En cualquier revolución una parte de la sociedad se vuelve “clase universal”, es decir, portadora de proyectos universales, que interesan a todos. Construye unos “comunes” que atraen al resto de la sociedad y en torno a los cuales se da la movilización. Esto se traduce en políticas públicas, como (en Bolivia) la nacionalización, la redistribución de la riqueza.

El momento del repliegue es inverso: la sociedad se repliega en lo corporativo, lo individual, lo local; y entonces quien se queda con el monopolio de la universal es el Estado. Complicado para un revolucionario que está pensando en la paulatina disolución del Estado. En cambio, mejor para un funcionario: es un tiempo sin mucho sobresalto estratégico, aunque no falten los sobresaltos tácticos. El Estado queda como un ente hegeliano. Por eso el deber del revolucionario es impulsar nuevamente, desde todas partes, la construcción de “universales”, una tarea que puede durar años.

Problemas de gestión y belicosidad de la clase alta

Sin ánimo de encubrir estas falencias evidentes, pienso que hay descuido, incompetencias, errores, pero en el marco de un Estado agigantado, que ha crecido mucho más que los hábitos, las habilidades y capacidades de sus funcionarios. Pasamos de ser un Estado que administraba 600 millones de dólares con 150.000 funcionarios, a un Estado que administra 8.000 millones de dólares con 300.000 funcionarios. La burocracia se ha duplicado, pero las funciones estatales han aumentado un 1.200%. Este desencuentro explica la situación.

Siempre ha habido un pedazo de las clases altas que se ha opuesto belicosamente e incluso de manera armada al “proceso de cambio”. El golpe de 2008 ha sido el epítome de esa insurgencia de las clases, que ha sido derrotada en términos políticos, militares y culturales. Pero esta oposición no ha desparecido, siguen ahí, y ahora toma más cuerpo en la critica. Estos sectores nunca se han tragado que un indígena esté gobernando. Antes no lo decían en tono alto, sino en la intimidad de sus cenas y reuniones. Ahora lo han hecho público. Sus escribanos visibilizan este malestar racial de quienes tenían en los blancos un capital social, de quienes hicieron de su piel, su vestimenta, sus modales, un capital. Le dimos un golpe muy duro al capital étnico. Lo devaluamos. Hubo entonces una reacción. Es normal. Lo sabíamos.

Ellos nunca votaron por nosotros y nunca lo harán, la historia inscrita en su piel es más fuerte que las ideas. No me preocupan. Lo que me preocupa en este nuevo humor del tiempo histórico es la despolitización de las clases sociales, que las vuelve más permeables a otros referentes de construcción de opinión pública que ya no sean los sindicatos y las asambleas. Una población más despolitizada es también más permeable al discurso de los bloques racistas, que, entonces, comienzan a tener un mayor eco, una mayor recepción a sus prejuicios.

La reconfiguración de ideologías sociales

 Si nosotros entendemos el proceso de repliegue y seguimos en el gobierno, tenemos posibilidad de remontarlo. A diferencia nuestra, en otros países no supieron detectar la reconfiguración de las ideologías sociales. Además, nos diferencia el modelo económico: si no tuviéramos uno sólido estuviéramos en otro lado. ¿Qué hace la economías? Te da una red de protección; sin eso un error político puede ser tu perdición; claro que no hay que exagerar, porque demasiados errores políticos e ideológicos pueden agotar este marco económico de protección.

A diferencia de lo que pasa en otros países, las críticas contra nuestro proceso no van a la sustancia, sino a ciertas formas de administración. La sociedad está moralmente conforme con el proceso general de transformación que está en marcha. En Brasil y Argentina, en cambio, lo que hay es una restauración neoliberal”.

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