Luisa Rivera, artista plástica chilena: «Trabajar en este libro fue como haber traído de vuelta a la vida a Gabo y compartir con él»

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Por NodalCultura

Luisa Rivera, según se define en su sitio web, es una artista e ilustradora chilena radicada en Londres. Gran parte de su trabajo es realizado con pinturas a base de agua, y sus ilustraciones aparecen en libros, revistas, diarios, y exposiciones.

Ella fue la elegida por el grupo editorial Penguin Random House para ilustrar la edición conmemorativa del cincuentenario de Cien años de soledad.

En la obra de Luisa Rivera aparecen dos claves que permiten abrir puertas a imaginar una relación con la novela y la obra en general de aquel período de García Márquez. La primera es una concepción tenuemente fantástica del mundo y la segunda una relación profunda entre naturaleza y cuerpo humano. Ella misma afirma que “el libro es un mundo donde los límites entre las cosas se diluyen, que para mí es perfecto como material de trabajo”.

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El trabajo que realizó Rivera para esta edición es tan interesante que logra no subordinarse en un sentido literal al texto ni desplazarse tanto de él como para extrañarse. Es una obra que construye un universo que dialoga constantemente con la novela, con los tramos que ilumina tanto como con el universo que desborda el propio texto. La textura, la gotas de lluvia / lágrimas que incesantes atraviesan los dibujos y la reconstrucción de un sentido mítico dan a las ilustraciones de Rivera la solidez de una obra en si misma. La edición muy cuidada aportan sin dudas a que ese trabajo sea vea como merece.

Conversamos con la joven artista a propósito de las ideas que la movieron y el impacto personal que tuvo este desafío para ella.

Perteneces a una generación que conoció Cien años de soledad ya como un clásico ¿qué significados tenía esta obra para ti antes de comenzar a trabajar en el proyecto de ilustración?

Desde la primera vez que lo leí, se transformó en uno de mis libros favoritos. En ese momento ya me gustaba la literatura del boom, pero Cien Años de Soledad marcó un antes y un después. Tiene una magia indescriptible, tal vez por la manera de narrar, por su estructura, o incluso por la identidad que comunica, pero el hecho de abrir y cerrar un mundo me parece maravilloso.

¿Cómo construiste tu propio universo en relación con la presencia de la naturaleza en Cien años de soledad? ¿Cuáles fueron tus fuentes?

El mismo libro, porque creo que ahí se dan pistas para entender todo, tanto lo real como lo inventado. Las descripciones de Gabo son muy completas, lo cual ayuda mucho en el proceso de ilustración. Por ejemplo, la frase: “a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”. Inmediatamente genera una imagen en tu cabeza. Al mismo tiempo, si bien Macondo es un lugar ficticio, ocurre en territorio colombiano, y por eso investigué cosas específicas de ese lugar, sobre todo en flora y fauna.

Seguramente todos nos hemos imaginado alguna vez la escena del instante eterno en el cual, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía recordó cuando su padre lo llevó a conocer el hielo ¿Cómo lo imaginaste tú?

(Aquí la artista indica al periodista cuál era el camino evidente, aquel que muchas veces no tomamos y por eso complicamos lo sencillo: “Creo que la ilustración que mencionas es el fusilamiento de Arcadio, por eso me voy a saltar esta pregunta.)

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La obra tiene sin dudas fuertes personajes, descripciones por momentos extremadamente detallistas y climas potentes ¿cuáles de estos elementos consideraste y cómo los pusiste en juego en tu propuesta?

Fue una mezcla de cosas que analizamos con el equipo editorial. Por ejemplo, era muy importante para nosotros que las ilustraciones mostraran algo de cada una de las generaciones de los Buendía, ya sea a través de uno o varios personajes. Con ello se retrataba la estirpe. En cuanto a los momentos, hay una mezcla de escenas icónicas como también otras menos exploradas en nuestro imaginario colectivo. En mi opinión, esa selección brindó una mirada más fresca al libro, porque representa lo más emblemático de la novela, pero también aquellos elementos que aún se pueden descubrir.

La tarea de ilustrar un libro es sin dudas la construcción de una obra coherente y completa, pero que está a su vez subordinada a otra obra, la novela. ¿Tiene tu proyecto de ilustración una propia lógica narrativa interna?

Sin dudas era una de las metas. Para mí era importante tener esa lógica narrativa porque es necesaria para la identidad visual pero, sobre todo, es importante para poder acompañar y dialogar con una novela como Cien Años de Soledad, que tiene vida propia.

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¿Qué impacto tiene ser la ilustradora de Cien años de soledad en tu vida y como artista?

El impacto es enorme porque García Márquez siempre ha sido un gran referente para mí, entonces es un honor ser parte de este proyecto. Me conmueve saber que Penguin Random House Grupo Editorial me confió esta gran tarea, porque significa que mi trabajo está preparado para estos desafíos, lo cual es muy importante como ilustradora. Como persona también ha sido increíble porque me une aún más a algo que admiro mucho, que es la literatura y el arte latinoamericano. Trabajar en este libro fue como haber traído de vuelta a la vida a Gabo y compartir con él: una experiencia completamente inolvidable.

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