Defender el Acuífero Guaraní

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Defender el Acuífero Guaraní

El Acuífero Guaraní es un gran reservorio subterráneo de agua dulce. Se encuentra ubicado en el centro-este de América del Sur y es compartido por cuatro países: Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.

En Argentina se explotan un total de trece perforaciones termales ubicadas en la provincia de Entre Ríos, de agua dulce sobre la costa del río Uruguay y de agua salada hacia el oeste de la ruta nacional 14, con la consiguiente problemática contaminante del efluente salado. En la provincia de Corrientes, por su parte, se caracteriza la presencia de los Esteros del Iberá, el reservorio de agua dulce más grande del país ubicado sobre la superficie.

Estos esteros le dan a la Provincia su característica de territorio acuático, ya que a su vez, de ellos fluyen los principales ríos de esa provincia y son a su vez motivo de constante conflicto, debido a la instalación de asentamientos en sus alrededores. Por su parte, en Córdoba se destaca la Laguna de Mar Chiquita, una de las superficies de agua salada de mayor extensión del mundo, la cual también es una afloración del Acuífero Guaraní.

El Acuífero Guaraní –subterráneamente– está en gran parte debajo de la cuenca fluvial del Río de la Plata, formando con ésta en gran medida un sistema de retroalimentación de agua dulce. En su parte inferior o más meridional, el Acuífero Guaraní se conecta con el Uruguay, y recibe aportes desde el oeste (desde los Andes) mediante el Acuífero Puelche. El volumen total de agua del acuífero se estima en unos 30.000 km³. Sin embargo, las reservas explotables son de unos 2.000 km³/año. La recarga del acuífero en los lugares en que aflora es de sólo 5 km³/año.

El país que más lo explota es Brasil, abasteciendo entre 300 y 500 ciudades; Uruguay tiene 135 pozos públicos, algunos usados para la explotación termal; Paraguay tiene 200 pozos para uso humano y Argentina tiene varias ciudades con pozos para uso comunitario, destacándose la utilización de sistemas de pozos para las plantaciones de arroz, además de ocho perforaciones de agua dulce y cinco de agua salada para explotación termal.

Por su gran potencial hídrico y riqueza mineralógica se convirtió en un objetivo geopolítico por parte, principalmente, de Estados Unidos. Estudios de diversas organizaciones sociales, así como películas documentales y algunas declaraciones periodísticas de diplomáticos estadounidenses y/o militares de los países del Acuífero, alimentan esta idea de que es un recurso apetecible por el imperio, lo cual ha reforzado paradójicamente la idea de la necesaria soberanía nacional sobre su uso y la dificultad de arribar a algún tipo de gestión compartida asociada a la integración regional.

El movimiento social y las redes vinculadas a la defensa del derecho al agua y la no privatización de los recursos hídricos han tomado el Acuífero Guaraní, sus territorios y pueblos como banderas de acción, orientadas a una forma alternativa de desarrollo e integración regional.

EE.UU. presiona en Buenos Aires, Brasilia y Asunción, para que haya mayor control en la zona de la Triple Frontera por el supuesto que allí descansan “células dormidas” del terrorismo o que sirve para el lavado de dinero con qué financiarlas.

El Centro de Militares para la Democracia (Cemida) llegó a una preocupante conclusión de que el objetivo real es “el control del Sistema Acuífero Guaraní”.

Cemida no sólo apuntó al riesgo de una ocupación militar estadounidense en la Triple Frontera (“justificado con falsas denuncias de terrorismo”, un paralelo con Irak, donde supuestamente había armas de destrucción masiva que nunca se hallaron) sino a otro plan. “EE.UU. puso al BM (Banco Mundial) y a la OEA al frente de un proyecto que busca detectar la magnitud del recurso, asegurarse su uso de manera sustentable, evitar la contaminación y mantener un control permanente hasta cuando lo considere conveniente. Se destinaron para este plan 26.760.000 dólares”, señalaron.

La investigadora mexicana Ana Esther Ceceña afirma en su libro La guerra infinita, hegemonía y terror mundial que “la Triple Frontera funciona como llave de acceso político y militar a la región amazónica; es una frontera que comunica a dos de los países más importantes de América del Sur y está en un lugar rico en biodiversidad (…) y con mucha agua que puede ser una buena fuente de energía eléctrica”.

El volumen explotable hoy es de 40 a 80 kilómetros cúbicos por año, una cifra equivalente a cuatro veces la demanda total anual de la Argentina, cifra que se potencia algebraicamente con las reservas.

En 1997 los cuatro gobiernos del Mercosur aceptaron un proyecto donde el Global Enviroment Facility (Protección del Medioambiente Global, GEF en inglés), la OEA y el Banco Mundial gerenciaban la investigación, con el apoyo financiero de Vigilancia Geológica Germana (BGR) y el programa Asociado del Agua de los Países Bajos (Bnwpp). ¿Qué interés tienen estadounidenses, alemanes y holandeses en el acuífero?

El Norte industrializado tiene en la mira el agua dulce, que puede ser un recurso de escasez. “Las guerras del siglo XXI serán por el agua”, dijo Ismael Serageldin, ex directivo de la Sociedad Mundial del Agua, y también ex vicepresidente del Banco Mundial, entidad vinculada a la privatización del agua, con prácticas, a veces, non sanctas, como pasó con Aguas Argentinas.

Si la ONU profetiza que en 2025 la demanda de agua potable será el 56% más que el suministro, quienes tengan esos recursos podrían ser blanco de un saqueo forzado. Todos los escenarios parecen posibles, entre ellos la invasión militar bajo cualquier pretexto o la apropiación territorial a través de compras de tierras con recursos naturales (por ejemplo en la Patagonia).

El escritor estadounidense Norman Mailer sumó una perlita que viene al caso, por similitud: “La administración de George W. Bush no fue sólo a Irak por su petróleo sino por el Eufrates y el Tigris, dos ríos caudalosos en una de las zonas más áridas del planeta”.


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