El asedio a la canciller María Fernanda Espinosa perjudica al Ecuador – Por Daniel Kersffeld, especial para NODAL

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Por Daniel Kersffeld*

Desde el pasado 20 de febrero, día en el que el Presidente Lenín Moreno anunció la candidatura de su Ministra de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana, María Fernanda Espinosa, a la presidencia de la Asamblea de las Naciones Unidas, una andanada de críticas y ataques se ha desatado sobre una de las figuras con mayor relieve en el gabinete de gobierno, y con mayor experiencia para ocupar dicho cargo.

Con una amplia trayectoria en la función pública del Ecuador, María Fernanda Espinosa ha sido Ministra de Defensa Nacional, Ministra Coordinadora de Patrimonio y Ministra de Relaciones Exteriores, en dos ocasiones. Cuenta, de igual modo, con un extenso recorrido en la diplomacia internacional como Representante Permanente de Ecuador ante la ONU en Nueva York y, más tarde, como Representante Permanente del Ecuador ante la Organización de las Naciones Unidas en Ginebra. Es reconocida a nivel internacional como una importante impulsora y defensora de los derechos humanos, principalmente de indígenas, ambientalistas y de género. Y además posee una destacada trayectoria en la literatura y en la poesía, lo que le ha valido el reconocimiento por parte de la crítica especializada de su país y de toda América Latina. Por cierto, toda esta experiencia fue ampliamente evidenciada en la presentación de la candidatura el pasado 4 de mayo, desarrollada en la misma Asamblea de la ONU y frente a los delegados de todas las naciones.

Más allá de los importantes antecedentes mencionados, y antes que tomar esta candidatura como lo que es, es decir, como una “candidatura de Estado”, impulsada no por la propia candidata, sino por el Presidente de la Nación, la oposición política ecuatoriana tiende en cambio a sabotear lo que debería ser una condición de privilegio y de orgullo para todo el país, hasta el punto de acosar a la candidata con un asedio inusitado en varios frentes, como si de pronto se desconociera como esta campaña tan negativa e irresponsable, sin duda, terminará afectando la imagen internacional del Ecuador.

En este sentido, y según declaraciones vertidas tanto por políticos como por periodistas, se acusa a la Canciller de promover esta candidatura por asuntos personales, es decir, por su inoculable “ambición”, únicamente por su “ego”, por su simple “amistad con el presidente de la Nación” y, finalmente, hasta por una cuestión de “vanidad”, todos estos comentarios que seguramente causarán pena en el lector bien informado, y hasta vergüenza ajena en aquellos otros que buscan un fundamento político a las razones más sentimentales de esta oposición.

Por otro lado, desde la Asamblea, se pretende impulsar un juicio político en su contra: resulta triste ver como la derecha y parte de la izquierda coinciden en esta intensión más allá de la comparecencia de la Ministra finalmente realizada el pasado 23 de mayo. De igual modo, parecía que no sirvieron los informes pormenorizados presentados cada tres meses por la Ministra al Parlamento como principal herramienta de fiscalización popular. Y que tampoco fueron útiles las explicaciones detalladas brindadas en las conferencias de prensa y en las entrevistas otorgadas a periodistas de todo signo político. Y que casual, por cierto, que este llamado a juicio político tenga lugar a pocos días de la elección en la Asamblea de la ONU…

Los argumentos anteriores poseen un claro corolario en la falsa acusación de que la Canciller habría sido negligente en sus labores por centrarse únicamente en su “propia” campaña. Así, y tal como se expresó recientemente en la Asamblea, la Canciller habría utilizado recursos públicos y habría dejado de lado sus funciones institucionales, justo en el momento tan difícil en la Frontera Norte, para en cambio dedicarse a viajar y sumar votos para la elección en la ONU. Seguramente desconocen sus acusadores la intensa agenda de la Ministra de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana, no sólo en Ecuador sino, obviamente, también en el exterior, y los compromisos que por supuesto la obligan a desplazarse por distintos países. Y seguramente olvidan que la candidatura no es “de ella”, sino que responde a los intereses de la nación, tal como la presentó en su momento el Presidente de la República Lenín Moreno.

Pero los inspiradores de todos estos ataques políticos y mediáticos no se conforman con dañar la imagen pública de la candidata. Fueron más allá y acudieron a las redes sociales para así generar la campaña del “A mí no me representa”, con la que pretenden deslegitimar a la candidata por su presunta falta de “ecuatorianeidad”, por sus ideas progresistas o incluso por su defensa de los derechos de género.

Ahora bien, ¿cuáles serán las razones de tanto asedio? ¿Causará temor que la representante de un país pequeño en el contexto internacional pueda obtener tanta visibilidad? ¿Causará escozor que una política de izquierda asuma un compromiso institucional de estas características? ¿Será que algunos desconocen, ciega y fácilmente, su amplia trayectoria internacional para imaginar que se trata de una candidata “sin experiencia”? ¿Generará su constante compromiso institucional un sentimiento de rechazo en algunos opositores de dudosa honorabilidad y poca responsabilidad política? ¿Habrá alguien que encuentre razones válidas para oponerse a propuestas de su campaña, como la lucha contra el cambio climático, la defensa de los derechos humanos y el combate a la discriminación y al racismo? ¿O será que algunos políticos y periodistas suponen que una mujer no estaría capacitada para un cargo de esta naturaleza?…

En definitiva, a María Fernanda Espinosa se la acusa de hacer prevalecer sus intereses personales por sobre las necesidades y los requerimientos del Ecuador. Sin embargo, y a partir de tenor del ataque mediático y político del que ella es actualmente víctima, subsiste la sospecha de que son sus acusadores quienes, en cambio, priorizan sus propios intereses y motivaciones con la intención de perjudicar la imagen internacional del país, apelando para ello al enfrentamiento y a la discordia, de manera abierta y sin contemplaciones.

A esta altura podemos decirlo claramente: la nominación a la presidencia de la Asamblea de las Naciones Unidas por una candidata como María Fernanda Espinosa debe ser un ejemplo y un orgullo para el país. Su campaña internacional y la posibilidad concreta de que llegue a ocupar un cargo de esa naturaleza deberían ser motivo de encuentro para los ecuatorianos, y no una justificación para renovados disensos y enconos. Más allá de los obstáculos y de los impedimentos, se trata de una oportunidad única para que un país como Ecuador evidencie ante el resto de las naciones lo mucho que ha avanzado y que ha construido en materia de política exterior y de relaciones internacionales. Y por último, resulta imperativo entender que con el acceso a la presidencia de la Asamblea de la ONU no saldrá ganando ni una persona ni un gobierno: terminará ganando todo el Ecuador.

(*) Doctor en Estudios Latinoamericanos (UNAM-Mëxico)

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