Venezuela | Más breve que un carmonazo – Por Maryu Alejandra

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Como un anexo humorístico a los episodios de la política opositora venezolana, se recordará la toma del poder presidencial en Venezuela vía Wikipedia un 11 de enero. Al finalizar el día, un puñado de medios, páginas web y portales de información hacían gala en bloque de un titular tendencioso: Juan Guaidó asumió la presidencia de Venezuela en «Cabildo Abierto».

24 horas antes, en multitudinario acto y frente a todos los poderes públicos de la nación, Nicolás Maduro prestaba juramento para el nuevo período presidencial 2019-2025. De este acontecimiento, estos mismos medios se limitaron a destacar la situación jurídica bajo la cual ocurría la juramentación: en la sala del Tribunal Supremo de Justicia y no en la Asamblea Nacional como reza la Carta Magna. Del desacato en el que se encuentra inmerso el parlamento venezolano, ni un inciso.

El «Cabildo Abierto» al que convocó lo que queda de la oposición venezolana, fue un despliegue de efectos especiales moderadamente coordinado. Trataron de hacer visibles los rostros de la juventud que lidera algunos espacios de la política opositora en Venezuela para no repetir los escenarios trillados de 2017 y 2018, aunque Delsa Solórzano logró colarse y aparecer en más de una primera plana.

Si algún ser humano en el mundo, de los 35,7 millones de visitas que diariamente registra «la enciclopedia libre editada de manera colectiva», usó Wikipedia para tratar de entender qué pasaba en Venezuela ese día, habrá notado que la Presidencia de nuestro país varió 37 veces en la biografía pública de Juan Guaidó, quien ejerce actualmente la presidencia del Parlamento venezolano en situación de desacato (googlear) y cuyos asesores -dudo haya sido su estrategia- se aseguraron de que el asalto al máximo poder de un Estado lo podían concluir en Wikipedia.

Y es que el 11 de enero, la política venezolana tuvo -como ya es habitual- su encontronazo digital. Mientras que en el este de Caracas la oposición venezolana convocaba a sus seguidores a gritar su rechazo al presidente constitucional Nicolás Maduro en un «Cabildo Abierto» (acto en donde supuestamente se daría la «retoma del hilo constitucional en Venezuela» y Juan Guaidó sería proclamado como nuevo Presidente de la República), en la web las maniobras digitales giraron en torno a las formas, tímidamente se comenzaban a leer algunos titulares que intentaban posicionar un nombramiento que fuese creíble para el mundo entero.

Una vez cesaron las transmisiones vía streaming de lo que ocurría en el lugar del evento, el despliegue mediático en la web arreció. Las declaraciones de voceros de la Unión Europea comenzaban a leerse vía redes sociales, representantes de gobiernos adversos a la política chavista daban su opinión y apoyo, «influencers» y tuiteros varios se encargaron de viralizar cada tuit que Guaidó, el «nuevo presidente» de Venezuela, posteaba para dirigirse al país reclamando apoyo de la sociedad civil, las Fuerzas Armadas y toda la comunidad internacional.

Casi nada. Luis Almagro, de quien ya sabemos es la voz que traslada órdenes del poder gringo hasta sus empleados en Venezuela, no dudó en darle una especie de reconocimiento a Guaidó por una acción que parecía kamikaze pero no tanto, pues el desconcierto reinaba. Aún así, todos los operadores internos y externos empujaban al diputado a asumir en un solo día lo que ellos mismos no han logrado capitalizar en 20 años de intentos.

Así han procedido recientemente en Venezuela las maniobras políticas del antichavismo en el espectro digital. Buscan primero propagar el efecto mediático, conectar emocionalidad radical vía redes sociales para propagar una sensación de desacuerdo multitudinario, para convencer. La rabia como tendencia puede generar más reacciones en tiempo real que el intento real de movilizar hacia las calles a esas mismas personas. Eso probablemente ya lo han medido.

Contra Venezuela se han anunciado agresiones financieras vía Twitter, se han promocionado invasiones extranjeras y se ha violado la Constitución de forma reiterada; pregúntenle a Julio Borges. La política 2.0 ha servido mundialmente para imponer pensamiento, versiones y conclusiones, como en otrora lo hiciese la prensa escrita. No en vano, Donald Trump ordenó la construcción del muro en la frontera con México, prohibió la entrada de musulmanes a los Estados Unidos, rompió el Tratado de Libre Comercio del Pacífico, despidió a integrantes de su gabinete y criticó a intocables estrellas de Hollywood, todo ello en 240 caracteres.

«Trump sabe que existe un número muy alto de medios de comunicación que le atacan, muchos personajes influyentes del país también, y tiene claro que él mismo puede burlar el filtro con el ciudadano desde Twitter. Al día de hoy no tiene un mejor medio de comunicación con los ciudadanos que las redes sociales. Twitter es su arma comunicativa», asegura el director de márketing de Séntisis, Miguel Goyanes.

Pero lo que ejecuta la oposición venezolana carece de visión estratégica es la más balurda imitación de un plan de márketing político, y si la tiene no se nota, mucho menos en un país donde lo mínimo pasa por el escrutinio del humor y la sentencia de los memes a una velocidad pasmosa. Lo que ha desplegado el antichavismo es, cuando menos, una acción sin cálculo y sin talento alguno. Intentar coronarse como presidente de un país imponiéndolo primero en una enciclopedia digital le resta seriedad a cualquier argumento que pueda esgrimirse en favor de eso.

Ciertamente, la utilización de las nuevas tecnologías aporta a la política actual la inmediatez que la actualidad impone, la velocidad de la información ha requerido que el tiempo real sea lo único que importe incluso en el aspecto político, lo que no se consigue en Twitter difícilmente esté pasando o sea verdad, y no se necesita hacer una búsqueda activa en la web de un tema en específico para ser acosado por publicidad y propaganda online. Basta con comentar o guardar alguna publicación, así te haya llamado la atención sólo la imagen o el autor, para recibir inmediatamente correos y anuncios derivados del tema.

Probablemente los asesores de Guaidó se han ilusionado con el boom de las fake news, donde gracias a la obtención de datos personales que circulan ya libremente, nos convierten en sólidos consumidores de rumores, noticias falsas, cifras sin soporte oficial que logran generar dudas y desconcierto sobre lo que sí sabemos.

Pero en la Venezuela chavista hace falta más que un bulo para que creamos que la Presidencia no la ganamos en elecciones adelantadas en 2018, hace falta más que una guerra editorial web para que le restemos legitimidad a Nicolás Maduro y aceptemos a un Guaidó como presidente del país. En definitiva, es más simple de lo que parece. Haría falta entonces que abandonen las agendas antipolíticas y ganen unas elecciones limpiamente, pero como eso significaría soltar la mano del amo que los alimenta, nos toca seguir observando el despliegue de las genialidades digitales que seguro seguirán apareciendo en los próximos días. Mientras no les dé por quemar gente que parezca chavista, todo bien.

Misión Verdad


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