Peligrosa, caótica e impredecible; la migración que impulsa la nueva alianza conservadora mundial – Por José Galindo

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por José Galindo *

Si la defensa de la soberanía popular, la propiedad social de los recursos naturales y los derechos laborales fueron parte de la agenda de la izquierda mundial; ahora los explotados del mundo y los políticos que dicen representarlos tienen ante sí un nuevo reto: la defensa del migrante, la movilidad humana y sus derechos humanos. Se trata de un debate sin muchos matices ni mucho lugar para la duda. Lo contrario es, sin lugar a dudas, adscribirse a la reacción mundial que hoy busca ahogar el progresismo a nivel mundial.

En diciembre del año pasado se consolidó otra victoria del conservadurismo mundial, con la vuelta de espalda de los gobiernos de República Checa, Hungría, Polonia, Estados Unidos e Israel al Pacto Global por una Migración Segura, Ordenada y Regular, un tímido intento de las Naciones Unidas para abordar, aunque sea en principios, el problema de la migración a nivel mundial. Un nuevo clivaje ha emergido en la lucha por los sentidos e identidades políticas: la migración. Y es en torno a ella que se podrá distinguir a progresistas de retrógradas, a izquierdas de derechas, a revolucionarios de reaccionarios. Por el momento, domina la tendencia del cangrejo, que es caminar hacia atrás.

Se suman a éste rechazo una docena de gobiernos, ya sea por su abstención del evento o por su abstención de votar, donde destacan Italia, Canadá y Chile, que actualmente implementan políticas restrictivas para el movimiento de personas hacia sus países. Brasil, quien en principio votó a favor, dio un giro de 180º apenas Jair Bolsonaro asumió la presidencia, y ahora se encuentra entre éste grupo de países que comparten fundamentalmente tres tendencias: rechazo a la globalización, apuesta por un retorno hacia el neoliberalismo más concentrado, y rechazo a todo lo que se presente como progresista o de izquierdas, así sea sólo en discurso.

La migración es un fenómeno demográfico, económico, político, social y cultural. Casi todos los países del mundo, con excepción de algunos pertenecientes al sudeste asiático y el Medio oriente, han experimentado el fenómeno de la migración desde cualquiera de sus dos caras: siendo países de origen o países de destino. Tan natural y recurrente como transformadora e incluso revolucionaria, la migración es uno de los factores que determina la forma que adquiere el sistema mundo capitalista al determinar no sólo el movimiento de mano de obra a través de las fronteras, sino también de capitales e incluso de conocimientos.

La migración en el siglo XXI

Diversos factores han impulsado grandes movimientos migratorios a lo largo de la historia humana: desastres naturales o cambios climatológicos repentinos, guerras e invasiones o el desarrollo de novedosos medios de transporte. No obstante, el advenimiento del capitalismo como modo de producción de alcance planetario ha reemplazado aquellos factores por otros. Concretamente: La división internacional del trabajo; la tendencia a la profundización de desigualdades entre países desarrollados y no desarrollados; y la propia desigualdad de distinto nivel dentro de los propios Estados, son todos elementos que han establecido un patrón de regularidad donde se pueden identificar países tradicionalmente expulsores y otros tradicionalmente receptores de migrantes.

No obstante, algunas veces el volumen de los flujos migratorios así como su direccionalidad, que lógicamente sigue siendo tanto de salida como de entrada, se intensifican tan pronunciadamente que se puede hablar de la existencia de situaciones críticas o crisis migratorias. Éste aumento puede ser súbito o paulatinamente escalado, y casi siempre responde a una situación concreta en el país de origen del cual escapan los migrantes.

Estas situaciones, al mismo tiempo, pueden abarcar factores como crisis políticas, económicas, climáticas, situaciones de violencia, etc. En todas, casi siempre, el migrante se ve forzado a dejar su lugar de nacimiento a raíz de circunstancias que son potencialmente peligrosas para su integridad física y moral. Es por eso que la migración durante esta etapa de la globalización capitalista adquiere rasgos muy distintivos y se caracteriza por ser justamente todo lo contrario a los objetivos que se planteo la ONU en el evento celebrado en Marruecos a mediados de diciembre del año pasado. Está lejos de ser una Migración Segura, Ordenada y Regular y es, de hecho, Peligrosa, Caótica e Impredecible.

La migración tercermundista

En los últimos 5 años hemos presenciado tres crisis migratorias de envergadura en todo el mundo: La crisis migratoria de refugiados de Siria que se originó indirectamente como resultado de la Primavera Árabe de 2011, bañada en gasolina por la intervención estadounidense; la crisis migratoria venezolana a raíz del choque entre fuerzas diametralmente opuestas que se enfrentan en torno a la figura de Nicolás Maduro, agudizada también por impulso de Washington; y la crisis migratoria hondureña, disparada por la extensión del crimen organizado que actualmente gangrena Centroamérica y que sólo empeoró luego del golpe de Estado contra Manuel Zelaya en 2009. En esta última los EE.UU. jugaron un rol marginal, pero innegable.

No obstante, se debe añadir a éstas crisis el movimiento de colombianos por Latinoamérica antes de la firma del Tratado de Paz entre el Estado colombiano y las FARC; el exponencial incremento de emigrantes mexicanos hacia los EE.UU. catalizado por la guerra contra el narcotráfico desde hace diez años; y la subida sostenida de olas de migrantes que escapan de Haití y su persistente pobreza, sobre todo después dl terremoto de 2011.

Y por si fuera poco, sólo a nivel latinoamericano, tenemos también a países tradicionalmente expulsores de población como Perú, Bolivia, Paraguay y Ecuador, hacia otros tradicionalmente receptores de migración, como Argentina, Brasil y Chile. Situaciones similares se dan en otras partes del mundo, como sucede entre Europa, por un lado, y África y Europa Central por el otro. Y esto sin añadir al principal país receptor de inmigrantes del planeta: los EE.UU. En estos últimos casos, es la división internacional del trabajo lo que define qué países son receptores y qué países son expulsores.

En todo caso, se trata de situaciones heterogéneas, con disimiles características, que responden a sumas de factores diferentes unas de otras y que sólo se asemejan por tratarse, en todos los casos, de movimientos poblacionales considerables aunque variables en términos de tiempos e intensidad. En México, Honduras, El Salvador, Guatemala, Colombia y Siria, huyen de la violencia principalmente; en Venezuela huyen de la crisis económica y la inestabilidad política, mientras algo similar sucede con Nicaragua; en Haití, sin lugar a dudas, huyen principalmente de la pobreza, el hambre y la inexistencia de posibilidades para sus vidas individuales.
¿Nuevos proletarios del mundo?

Estos movimientos poblacionales a través de las fronteras dan paso a tres tipos de situaciones:

Primero, elevan la presión que se ejerce sobre los regímenes y sistemas migratorios de los países de destino. Esto depende de que tan permisivos o restrictivos sean los mismos frente a la llegada de extranjeros, pero casi siempre implica cierto nivel de estrés administrativo para las entidades encargadas de controlar la entrada y salida de las personas a través de las fronteras de sus respectivos países. El maltrato de inmigrantes, la corrupción de sus oficiales fronterizos y las fricciones diplomáticas entre Estado emisor y receptor son la otra cara de la moneda de éste primer aspecto.

En segundo lugar, muchas veces la llegada de los refugiados y migrantes despierta susceptibilidad e incluso hostilidad en varios sectores de las sociedades que los acogen voluntaria o involuntariamente. Los residentes nacionales temen por el efecto que tendrá sobre sus vidas la presencia de éstos extranjeros sobre sus oportunidades de empleo, su seguridad e incluso sobre su salud física y emocional. Xenofobia, racismo y discriminación emergen en estas circunstancias, haciendo difícil la llegada y la permanencia de los inmigrantes en los países de destino.

En tercer lugar, y como consecuencia de las dos situaciones que acabamos de señalar, los migrantes se ven sometidos a diversos tipos de vulnerabilidad: son vulnerables a situaciones de discriminación, de opresión, de abandono por parte de cualquier entidad estatal capaz de protegerlos e incluso de violencia y muerte.

Se debe recordar que en muchos casos, pierden efectivamente todos los derechos que implican ser ciudadano, y se ven forzados a tolerar discriminación, explotación y violencia no sólo por parte de oficiales y funcionarios de los países de destino, sino también de bandas criminales o incluso por parte de gente de a pie molesta o incomoda con su presencia. En otras palabras, están expuestos y sin ningún tipo de protección: pueden ser discriminados, explotados, violados e incluso asesinados, sin mayor consecuencia para los perpetradores de estas horribles acciones.

¿Qué buscaba el Pacto Mundial por una Migración Segura, Ordenada y Regular? Nada más que una declaración, no vinculante ni sancionable, por parte de los Estados firmantes que reconociera que los migrantes tienen derechos independientemente de su situación formal ante las leyes de sus respectivos países, sin que esto no implique su expulsión, deportación o extraditación. Es decir, que se reconozca que son seres humanos con los mismos derechos que los nacionales de los países de acogida: una ratificación ampliada de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Por ello, su negación equivale a la aparición de un nuevo quiebre ideológico entre las fuerzas políticas de nuestro planeta: los conservadores serán, por lo tanto, xenófobos, racistas y contrarios a todo instrumento que otorgue derechos a los migrantes; los progresistas y radicales de izquierda deberían pronunciarse, por lo tanto, a favor de la apertura de las fronteras a las personas, de la declaración y defensa de sus derechos humanos y de la defensa de su expresión y participación política.

Por el momento, el horizonte no registra, lastimosamente, ningún tipo de movimiento relévate a favor de estas aspectos en las izquierdas del mundo. ¿Es posible que se trate de un aspecto de la identidad progresista aún por desarrollar? Sin duda.

* Politólogo boliviano. Publicado en La Época


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