Radiografía del discurso de Trump contra Venezuela en Florida – Por Misión Verdad

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

En un evento con la «diáspora venezolana» congregada en un auditorio de la Universidad Internacional de Florida, el presidente Donald Trump emitió un discurso que había sido anunciado con altas expectativas.

A pocos días del 23 de febrero, fecha en que el antichavismo y Washington buscan retomar la ofensiva utilizando el paraguas de la «ayuda humanitaria» desde Cúcuta y posiblemente otros puntos fronterizos, el pronunciamiento de Trump era esperado para consolidar la retórica belicosa de los últimos días y oxigenar los ánimos de la base opositora.

La intervención del presidente estadounidense duró cerca de 30 minutos, el evento se desarrolló bajo la apariencia de un acto de campaña electoral con la intención de mantener contenta a la cada vez más influyente masa electoral venezolana en el estado de Florida.

Las elecciones presidenciales de 2020 están a la vuelta de la esquina y la Florida puede ser nuevamente el punto de inflexión.

Trump comenzó su alocución saludando a los senadores Marco Rubio y Rick Scott, al representante Mario Díaz-Balart, al Embajador en la OEA Carlos Trujillo y su asesor de Seguridad Nacional John Bolton, en quienes ha confiado el curso de la política exterior estadounidense hacia Venezuela bajo un enfoque de línea dura.

POLÍTICA INTERNA, ABSURDOS Y COMPARACIONES FORZADAS

En el transcurso de sus palabras, dedicó buena parte a criminalizar al socialismo utilizándolo como un factor de polarización contra el Partido Demócrata.

Aunque catalogó la región latinoamericana como una zona donde el socialismo estaba en su «crepúsculo», el interés verdadero estaba en enviar un mensaje para la política interna estadounidense: servirse de la figura de Maduro, y el supuesto fracaso del modelo socialista en Venezuela, para aterrorizar al electorado ante una eventual victoria del Partido Demócrata en 2020.

En la lógica absurda de Trump, el Partido Demócrata es el símil de Nicolás Maduro en suelo estadounidense, por lo que la salida forzada del mandatario venezolano sería una extensión de sus choques en política interna. Un mensaje directo al electorado de la «diáspora» cubano-venezolana, que según su cálculo votará en masa por él para que no se repita en Florida lo que ocurre en Venezuela. Este razonamiento sólo se entiende allá.

En la misma línea de demonización del liderazgo del presidente Maduro, elevó a nivel de consigna que «Estados Unidos nunca será un país socialista». Así, colocando en un esquema binario la confrontación preelectoral en la que está sumergido, también llevó al máximo sus propias contradicciones, pues asumirse defensor del libre mercado frente a la «ideas socialistas» del bando contrario es radicalmente opuesto a sus políticas proteccionistas y de guerra comercial.

Con un discurso que rozaba lo religioso, altamente descontextualizado, Trump auguró que «por primera vez en la historia habrá un hemisferio libre de socialismo», refiriéndose directamente a Latinoamérica. El supuesto resurgir del continente tras la aplicación del método de golpe blando en los últimos años contra el bloque progresista, contrasta con el retorno a una economía de corte semiesclavista en Brasil, el crecimiento de la pobreza en Argentina, las caravanas de migrantes centroamericanos y del terrorismo de Estado que cruje diariamente en Colombia.

LA EMERGENCIA DE OTRA FIGURA COMO ÓSCAR PÉREZ CONTARÁ CON EL RESPALDO Y LA LEGITIMACIÓN DE ESTADOS UNIDOS

Todas situaciones que no son el resultado precisamente de políticas de corte socialista, sino consecuencias de golpes de Estado, intervenciones judiciales y militares y de la expoliación extrema de un sistema capitalista en crisis que exporta sus contradicciones a la periferia latinoamericana.

UN DISCURSO HECHO A LA MEDIDA Y EXALTACIÓN DEL TERRORISMO (LA MANO DE BOLTON)

Trump también utilizó frases hechas y lugares comunes diseñados específicamente para la audiencia que tenía enfrente. Expresiones como «Maduro es un títere cubano» fueron utilizadas para elevar los ánimos de la fanaticada en el auditorio, ganarse algunos aplausos (y votos) más y lograr la ovación que tanto necesitaba para distraer la atención sobre su más reciente fracaso en lograr el financiamiento en el Congreso para ampliar el muro con México.

Un público que tiene como líderes orgánicos a voceros extremistas como Luis Almagro o María Corina Machado, recibió con gusto estos clichés demagógicos. Y es que en esa misma línea de contacto también calificó como héroe al ex CICPC Óscar Pérez, que fue dado de baja el año pasado tras conformar una célula de tipo paramilitar que atacó edificios institucionales de Caracas con disparos y granadas, colocando en riesgo la vida de trabajadores y niños de un preescolar en la sede capitalina del Tribunal Supremo de Justicia.

Su corta carrera como «Rambo criollo», camuflado en una postura evangélica mezclada con discurso de autoayuda, tuvo su última acción con un ataque terrorista a un cuartel militar en Los Teques, Miranda, donde sometió a efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana y se apropió de varias armas.

La mención de Pérez en medio del discurso de Trump, quien además otorgó un breve derecho de palabra a su madre, parece tener el copyright de John Bolton. Un mensaje que, al mismo tiempo que legitima el terrorismo y la guerra irregular como recursos válidos para confrontar al gobierno venezolano, también enaltece el papel de la Florida como base logística del fallido magnicidio del pasado 4 de agosto, de la preparación del golpe del ex coronel Oswaldo García Palomo y de la financiación de agendas terroristas.

Desde Florida justamente se han gestionado recursos y apoyos de todo tipo para que la agenda mercenaria se imponga como punto de quiebre del conflicto venezolano, por tal motivo la mención a Óscar Pérez en el auditorio no fue sólo pensada para una audiencia específica, receptiva de este tipo de mensajes, sino también para remarcar que la carta de la violencia profesional y mercenaria está activa para usarse.

El metamensaje es el siguiente: estimular la emergencia de otra figura como Óscar Pérez contará con el respaldo y la legitimación de Estados Unidos.

Recordemos que hace un par de meses, el presidente Nicolás Maduro denunció que John Bolton estaría detrás de un plan para asesinarlo y en la creación de un falso positivo con mercenarios contratados para posibilitar una intervención, posterior a la simulación de un golpe de Estado.

LLAMADOS A UN GOLPE MILITAR, «AYUDA HUMANITARIA» Y OTRAS PARADOJAS

Como es de costumbre, Trump afirmó que todas las «opciones están sobre la mesa», refiriéndose indirectamente al uso de la intervención militar para forzar un cambio de gobierno en Venezuela. Llamó a los militares a retirar su apoyo a Maduro, permitir la entrada de «ayuda humanitaria», a riesgo de «perder todo lo que tienen» si no aceptan la amnistía propuesta por el gobierno artificial de Juan Guaidó.

Su convocatoria a la insurrección militar fue acompañada con un discurso de atemorización a la FANB, indicándole que «no tendrían escapatoria» si continúan apoyando a Maduro, como si se tratara de una decisión particular y no un mandato de la Constitución venezolana luego de las elecciones del 20 de mayo, donde Nicolás Maduro resultó reelecto como Presidente y Comandante de la FANB.

Paradójicamente, luego de intentar amilanar al alto mando militar venezolano, reconoció su importancia para «restaurar la democracia» y como factor estratégico para que el cambio de régimen avance.

En resumen, Trump asumió que la FANB mantiene su cadena de mando actual y que sin su quiebre, tan promovido por su gabinete de la guerra contra Venezuela, Juan Guaidó tiene pocas posibilidades de ejercer un poder práctico que haga viable la salida extraconstitucional de Nicolás Maduro del poder.

Así, reconoció que la efectividad del apoyo de Estados Unidos al «gobierno paralelo» de Guaidó, las crudas sanciones económicas y financieras contra el país y la estrategia de provocar un enfrentamiento militar empleando la cobertura de la «ayuda humanitaria», en última instancia dependen de una variable que escapa de su control: la FANB.

ESTRATEGIA DE SEGURIDAD NACIONAL Y LA RUPTURA DEL EJE ALBA

El discurso de Trump fue una adaptación de la Estrategia de Seguridad Nacional para consumo de la Florida. Este documento que rige la política exterior estadounidense destaca que, en un mundo hipercompetitivo, donde ve desafiada su hegemonía por China y Rusia, Estados Unidos está habilitado a utilizar todos sus recursos políticos, económicos, financieros y militares para mantener la supremacía geopolítica y defender el estilo de vida estadounidense.

En esta estrategia, presentada en 2018, la cual rompe con las anteriores de Bush y Obama por retornar a un lenguaje de Guerra Fría con ideas proteccionistas, dibuja un mundo en el que Estados Unidos tiene como objetivo estratégico reducir la presencia de China y Rusia en áreas de intereses geoestratégicos para extender el tiempo de vida de su hegemonía. Una de esas zonas es, lógicamente, Venezuela, que durante los últimos años ha ampliado sus relaciones con las dos potencias euroasiáticas en ámbitos que van desde lo financiero a lo militar.

Por esa misma razón, y utilizando la narrativa de la «troika de la tiranía» de John Bolton, Trump afirmó que el derrocamiento del gobierno constitucional de Venezuela también es un disparo por elevación a Cuba y Nicaragua, siendo estos tres países los que componen el centro de gravedad del eje ALBA como figura de contrapeso a la hegemonía estadounidense en la región. El golpe es a tres bandas.

EL DISCURSO FUE UNA EXPOSICIÓN DE LAS LÍNEAS MAESTRAS DE LA ESTRATEGIA DE SEGURIDAD NACIONAL

En la Estrategia de Seguridad Nacional de Trump, Latinoamérica es una zona que se proyecta como exclusiva, donde Estados Unidos intenta impulsar reformas de Estado, judiciales y económicas que bloqueen la presencia de China y Rusia y orienten los flujos de materias primas para impulsar el programa «America First».

La estrategia de golpes blandos a la clase política latinoamericana, justificada bajo la cobertura de la «lucha anticorrupción» en los últimos años, conforma la aplicación práctica de ésta al lograr un realineamiento de los países antes gobernados por el progresismo y el centro político hacia Estados Unidos. El resultado ha sido un socavamiento del poder de los Estados-nación del continente, bajo el cual intentan dificultar el ascenso de China y Rusia como socios estratégicos.

Sin embargo, la Estrategia de Seguridad Nacional como paradigma se alimenta a su vez de la doctrina de dominación de espectro completo y de las circulares de entrenamiento del Pentágono sobre guerra no convencional. Configura un concepto de política exterior agresiva, de corte militar, donde las sanciones económicas, la expansión de bases militares, la persecución judicial selectiva, el socavamiento del poder económico de los Estados y el uso de mercenarios para «luchar contra el crimen organizado», son mecanismos para controlar geopolíticamente a la región.

Aunque Trump omitió hacer referencias directas a China y Rusia, el discurso fue una exposición de las líneas maestras de la Estrategia de Seguridad Nacional que justifica la actuación excepcional y unipolar de Estados Unidos en zonas donde existan recursos estratégicos para su recomposición.

UN DISCURSO DESINFLADO PARA EL 23F

Mientras Marco Rubio y otros congresistas se encuentran en Cúcuta para gestionar la entrada de «ayuda humanitaria» el 23 de febrero, el discurso de Trump parece no haber alcanzado las expectativas anunciadas desde el principio.

En sus palabras finales, más allá de la explosión de emotividad, se notó cierto desencanto con respecto a las capacidades propias que tiene Estados Unidos para cristalizar un cambio de gobierno en Venezuela en el corto plazo. Trump hizo referencia a que «algún día» la libertad volverá a Venezuela, reduciendo el ánimo opositor sobre la inminente salida de Maduro.

A pocos días del 23 de febrero, Washington no ha logrado fabricar las dos pre-condiciones necesarias para ejecutar el cambio de régimen: la fractura militar o un escenario de guerra civil que desencadene la «intervención humanitaria». Por esa razón, los lugares comunes de Trump fueron un mecanismo de compensación para intentar disimular las complicaciones para sacar al chavismo del poder con los menores costos políticos posibles. La figura de Guaidó, en cambio, a medida que avanza el tiempo, deja ver la incapacidad que tiene para ejercer un poder real en el territorio y el Estado venezolanos.

Trump mantiene sobre la mesa la «opción militar» sin una ruta clara y efectiva que la haga viable.

En tal sentido, el 23 de febrero se intenta dibujar como un punto de inflexión, donde el discurso de Trump, la campaña electoral de Marco Rubio en Cúcuta y el trabajo coordinado entre la USAID y el Comando Sur, configuran una maniobra de provocación para alentar un enfrentamiento militar contra Venezuela.

Pero justamente el discurso de Trump, rellenado por clichés y frases hechas, pone de manifiesto la urgencia por recuperar la ofensiva, la incapacidad para convencer a Maduro de que se rinda, el poco consenso con el que cuenta la intervención militar y la rearticulación del chavismo como bloque político y factor de orden y paz a lo interno de la sociedad venezolana.

Misión Verdad


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