Colombia: El arte llena la Plaza de Bolívar con nombres de líderes asesinados

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Quebrantos: los vidrios rotos que los líderes no quieren volver a escuchar

Por Laura Dulce Romero

Hablamos con los líderes y las lideresas que participaron en la construcción de la obra colectiva dirigida por la artista Doris Salcedo. Aunque consideran que es un homenaje a sus compañeros, esperan que volver a llenar una plaza con nombres de compañeros asesinados jamás se repita.

Mientras caminaba, Nini Johana Cardona, coordinadora departamental de víctimas de Arauca, giraba el cuello de lado a lado en dirección a los nombres que estaban extendidos en el piso. “¿Reconoces algún nombre?”, pregunté. Ella, que parecía tener atorada la respuesta, no lo pensó: “Sí, claro, el de Concepción Corredor. Fue asesinada hace un mes. Era una defensora de las mujeres y de su territorio, Casanare. Una mujer verraca, aguerrida. Ahora duele verla así. O más bien, no verla y sólo tener que recordarla con un nombre hecho de vidrios rotos. Pero es mejor esto a que nos olvidemos de ella ¿no?”.

Concepción tenía el cabello negro y liso. Sus ojos eran caídos y sus labios delgados. Era de estatura baja y de su rostro sobresalían sus mejillas redondas. Pero ayer, en la Plaza de Bolívar, en el centro de Bogotá, sólo dos personas lo sabían. Otras lideresas que la admiraban y que algún momento trabajaron con ella. Nini es una de ellas.

El resto de los asistentes era un puñado de extraños que supo de Concepción porque era uno de los 165 nombres de líderes, lideresas y defensores de derechos humanos asesinados en el país desde 2016 hasta el 1° de junio de este año y escogidos aleatoriamente por la artista Doris Salcedo para construir su obra Quebrantos este lunes.

El día no pintaba bien. El aguacero de la madrugada se prolongó hasta las 7:00 a.m. El piso de la Plaza de Bolívar estaba cubierto de agua y los primeros voluntarios apenas aparecían. Como la lluvia apremiaba, las primeras 20 personas se pusieron manos a la obra: se vistieron con sus impermeables, barrieron para dispersar los charcos y empezaron a extender los nombres, previamente recortados en papel. Luis Gil, Ezequiel Montoya, Carlos Hincapié y Concepción Corredor fueron los primeros.

Los voluntarios delineaban las letras con una tiza que se borraba con las gotas. El papel, como la voluntad de avanzar, comenzó a ceder y romperse. El cielo estaba encaprichado en mantenerse gris y compacto. Pero justo en ese momento llegó la artista. Doris Salcedo pasó desapercibida. Su melena gris la escondió bajo una capota negra, pero el llamado de sus ayudantes preocupados la delataron. Ella, serena, pidió seguir extendiendo las cartulinas y pintando con unos crayones resistentes al agua.

Cuando estaban listos para combatir la lluvia, Bogotá les dio una tregua. El tamaño de las gotas se redujo. El aguacero se volvió llovizna y la llovizna, paisaje. Sólo 10 minutos más tarde, los líderes y las lideresas sociales aparecieron en escena con chaquetas verdes, botas, guantes y una máscara que les protegía la cara en caso de que algún vidrio volara. Todo estaba listo.

La tarea era plasmar, con vidrios fragmentados, los 165 nombres, en 35 renglones. Para ello, se construyeron grupos conformados por un líder o una lideresa, dos o tres voluntarios y un experto en manipular materiales. Con compases gigantes y herramientas diseñados en el estudio de Doris, se ubicaba el vidrio sobre las letras delineadas en el piso, para luego romperlo.

“Estamos rompiendo el silencio. Estamos mostrando los nombres que el Gobierno prefiere ignorar. Pero queremos mostrarle hoy al país que en Bogotá recordamos a los casi 500 líderes asesinados desde la firma del Acuerdo de Paz. Por eso ponemos los nombres grandes y en vidrio. Debemos mostrar la magnitud de este problema social”, dice Valeria, una voluntaria de apenas 17 años, sincelajana, quien prefirió no asistir a su clase en la Universidad Nacional por cumplir, como ella advirtió, con una labor ciudadana impostergable.

Parecía un ejercicio sencillo y se tenía presupuestado una hora y media por cada nombre, pero la manipulación del material requería cuidado. La hora se convirtió en dos e incluso tres. Pero se armaron de paciencia y compinchería. La cercanía fue inevitable. Para reventar los vidrios, era necesario un abrazo entre el guía y el líder o la lideresa. Juntos, con fuerza, se paraban sobre el material hasta escuchar el estallido.

Así se volvieron amigos, por ejemplo, Fabio Mateus, quien trabaja en el taller de Doris Salcedo, y el líder Anderson Escobar. Mientras cortaban vidrios y repasaban las letras, hablaron del recrudecimiento de la violencia, del miedo de las personas a ejercer liderazgos sociales y del desplazamiento de Anderson. También de la satisfacción de trabajar en las comunidades y ayudar a los demás. El tiempo les dio para mencionar hasta el fútbol. Otra consecuencia de la obra: mirar la realidad, escuchar la angustia de esos líderes o lideresas que los capitalinos sienten tan lejanos.

Y mientras ellos reían, Doris vigilaba cada detalle. En una esquina recogía vidrios, en la otra sugería tener cuidado. Al norte de la plaza pedía más ayudantes para otros nombres y al sur ultimaba detalles. Incluso en lo fragmentado exigía orden y pulcritud.

No importa cuántas veces se pusieran de pie sobre el vidrio, siempre había una cara de suspenso esperando el estallido. Y es que el vidrio, aseguraron los líderes y las lideresas, no está hecho para romperse. No es un sonido al que se pueda acostumbrar, porque detrás de él hay una torpeza, un improvisto o una fatalidad. Lo mismo, agregaron, debería pasarnos con el ruido de la guerra, pero desafortunadamente nos acostumbramos a los fusiles.

Y así como normalizamos la guerra, seguimos desconociendo, según el padre Francisco De Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, las graves consecuencias de estos asesinatos: la destrucción de los tejidos sociales y la repetición de la violencia. Para el sacerdote, el objetivo de esta obra es que cada asistente adquiera el compromiso de no contribuir a la prolongación del conflicto armado: «Lo importante es que cuando salgan de aquí se digan a sí mismos: en cuanto de mí dependa, esto que está pasando en Colombia no va a seguir sucediendo».

Pero Quebrantos no es sólo una obra para despertar inquietudes. Es también la antesala del primer diálogo para la no repetición, Larga vida a los líderes y lideresas sociales defensores y defensoras de derechos humanos, que realiza hoy la Comisión de la Verdad, en Bogotá. Líderes y lideresas de diversos territorios, gobiernos locales e instituciones participan en una conversación sobre cuáles son las causas detrás de los 5.000 asesinatos cometidos en tan solo tres décadas.

En medio de un descanso, Nini Cardona dijo que con este ejercicio sólo esperaba expulsar el dolor. Después de una pausa y de dudar en convertir en palabras su pensamiento, confesó su miedo de ser un nombre de vidrio: “Esto es un homenaje a la memoria, pero también es inevitable pensar que podemos ser esos nombres. Tenemos miedo, nos sentimos abandonados. No queremos llenar otra plaza”.

¿Cómo no llenar otra plaza? ¿Cómo detener estos asesinatos sistemáticos? María Aristizábal, lideresa de Pensilvania (Caldas), no cree que la solución esté en chalecos o guardaespaldas. Tampoco en monumentos. María reiteró que la respuesta quizá “está en nosotros, en nuestro corazón, en entender que la vida es sagrada. Está en enseñar que podemos convivir así seamos diferentes”.

Sin embargo, María también reconoció que hay otras respuestas más cargadas de complejidad y de más preguntas que hasta ahora en Colombia se han asumido con silencio. Por eso le gusta tanto el vidrio, su ruido, su estética cuando está fragmentado. Irrumpe. Trasgrede. Provoca. “¿Le han roto el alma? ¿Le han roto el corazón o el cuerpo en pedazos? ¿Ha sentido ganas de hablar después de eso? A nosotras sí, con cada muerte. Y no queremos que esto se repita”.

Detrás de María había un círculo de hombres y mujeres que estaban vestidos de verde y rojo. En su mano o espalda cargaban un palo de madera decorado con telas de colores. Al unísono gritaban: “Guardia, guardia. Fuerza, fuerza”. Su líder, el indígena Luis Eduardo Pechené, les recordó que, como constructores de paz, los integrantes de la Guardia Indígena debían contribuir a esta iniciativa y cumplir con su misión de armonizar el territorio.

Aída Quilque, otra lideresa indígena del Cauca, les pidió ir con su historia a cada uno de los grupos, para que quienes viven en Bogotá tengan contacto con sus comunidades, que no sólo tienen una cosmovisión diferente sino que también han sido amendrentadas por ello: “Les pido que sean activos y representen a sus pueblos. Que cuenten su desplazamiento, pero también su trabajo de paz. Este es un momento muy importante, debemos ser visibles”.

Mostrarse. De eso se trató Quebrantos, de no dejar pasar la muerte desapercibida, de unir dolores, de construir memoria. Durante el día, en decenas de entrevistas, Doris Salcedo no se cansó de decir que olvidar a los líderes y lideresas asesinados era matarlos dos veces. Ni ella ni ninguno de los que pisó la Plaza de Bolívar ayer creen que puedan vivir tranquilos en medio de la barbarie y mucho menos ser cómplices de un silencio capitalino que en los territorios se convierte, por culpa de las balas, en estallidos de vidrios rotos.

El Espectador


“Buscamos evocar la presencia espectral de los líderes”

165 nombres de líderes asesinados violentamente después de la firma del Acuerdo de Paz, delineados en vidrio fracturado, ocuparon hoy la Plaza de Bolívar. A través de este “poema fúnebre”, la artista Doris Salcedo buscó mover a la ciudadanía hacia un duelo colectivo.

“Quiero que, como estos vidrios rotos, rompamos el silencio que hay en torno a las muertes aterradoras de los líderes sociales en el país”. Este lunes, el ajetreo turístico y comercial de la Plaza de Bolívar de Bogotá cedió ante un concierto de láminas de vidrio fracturadas. Como ya lo ha hecho en varios momentos de la historia de la violencia en Colombia, la escultora Doris Salcedo convocó de nuevo a una “acción de duelo” en el centro político del país. Ya lo había hecho con las hileras de velas encendidas que conmemoraron a los diputados del Valle del Cauca secuestrados y asesinados en 2002. También en 2016, cuando, tras la victoria del ‘No’ en el plebiscito por la paz, de la mano de víctimas y voluntarios, cubrió la totalidad de la Plaza con Sumando ausencias, una mortaja tejida con mantos blancos que llevaban inscritos en ceniza nombres de personas asesinadas en el marco del conflicto armado.

Esta vez, aliada con la Dirección de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de Colombia y la Comisión de la Verdad Salcedo estuvo al frente de la escritura de Quebrantos, un “poema fúnebre” —como lo llama la artista— para conmemorar la vida de los líderes sociales y territoriales asesinados desde la firma del Acuerdo Final entre el Gobierno Nacional y las Farc. “El vidrio, al igual que la vida, es frágil. Una vez quebrado no puede recuperar su forma original”, explica la artista. “Este acto de duelo busca que nos cuestionemos acerca de estos hechos que están sucediendo con una frecuencia inusitada y sistemática”. Como lo ha manifestado en otros momentos, uno de los impulsos tutelares de su trabajo ha sido mover (“y conmover”) hacia un duelo colectivo: “El duelo ha estado restringido a la esfera de lo privado, pero con esta acción queremos llevarlo al espacio público. Queremos que las familias no estén solas, sino que ese duelo lo hagamos entre todos”.

Para María Belén Sáez de Ibarra, curadora de Quebrantos, la intervención se trata de un “monumento performativo” que inaugura el proyecto Conmemoraciones, una serie de acciones artísticas que durante 2019 y 2020 se ejecutarán en diferentes regiones del país para lograr “un reconocimiento de las víctimas por parte de la sociedad, construir una memoria con la propia acción de la comunidad y así lograr crear un fuerte vínculo social”. En esta primera acción del proyecto, en la que participaron más de 130 líderes sociales amenazados y cientos de voluntarios, se escribieron en vidrios rotos 165 nombres de los más de 430 líderes asesinados desde la firma de los Acuerdos de Paz.

A diferencia de Sumando ausencias, en Quebrantos los participantes delinearon el nombre de los muertos in situ. Con plantillas y reglas de madera, las líneas de cada letra fueron tomando forma con cristales que, pisados con fuerza por los líderes, se fracturaban sobre el suelo. “Pensamos que esta acción de duelo debía ser un ritual y no una técnica. Buscamos una forma de romper a través de un abrazo al otro: que los voluntarios fueran el sostén físico y emocional de los líderes”, cuenta Salcedo. Para Sáez de Ibarra, a través de ese abrazo “se va construyendo una obra colectiva” que aúna a las comunidades afectadas y a los ciudadanos. El cristal roto, la frágil transparencia con la que se camufla en el suelo, pretende, de esta forma, “evocar la presencia espectral de estas víctimas”.

Fotografía: Diana Rey

César Fernández, líder social y abogado de Santa Marta, que ha trabajado para hacer justicia en los casos de dos desaparecidos de su ciudad, cuenta que esta acción de duelo permite poner frente a los ojos de todos una causa que suele pasar desapercibida: “Estos líderes de una u otra manera dieron su vida por una causa que no puede ser una causa perdida. Esta acción es una manera de demostrar que puede haber una unión entre los colombianos para defender la vida de quienes luchamos por los derechos de todos”. Y esa es la añoranza de muchos de los líderes que asistieron hoy: hacerse visibles para mover a la acción ciudadana y contrarrestar la normalización de la muerte de líderes territoriales y defensores de derechos humanos en las regiones para evitar que caigan en el olvido.

“Estamos convencidos de que el arte tiene una capacidad de comprensión y conmoción del espíritu humano que no se puede conseguir solamente a base de análisis jurídicos o sociológicos”, opina el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, que está promoviendo —con Quebrantos como antesala— una serie de conversaciones entre distintos actores sociales e institucionales en torno a las razones de diversas violencias que siguen perpetrándose en el país. “Este es un arte que te involucra, que te hace participar. Como estos vidrios, uno siente al ser humano quebrado en Colombia. Lo que queremos a través de esto es hacernos las preguntas que nunca nos hemos hecho. Queremos, también, que cada uno de los ciudadanos se pregunte: ‘¿Esto hasta dónde me atañe?’”.

La convocatoria ciudadana de Quebrantos, no obstante, da cuenta de las fragilidades y grietas que aún parecen alejarnos de una contundente acción colectiva de duelo. Una lideresa de las comunidades de mujeres negras del Chocó que fue amenazada y que participó de la acción (y que prefirió mantener su nombre en reserva), así como algunos miembros de la Guardia Indígena, afirmaron que lo de hoy solo será efectivo si ayuda a generar empatía y a que desnaturalicemos la mirada hacia las violencias sistemáticas que sufren a diario los defensores de derechos humanos en Colombia. Eso, para su sorpresa, no parece haberse conseguido hoy, a juzgar por la concurrencia a la Plaza, pues considera que fue mucho más baja de lo esperado: “Hemos naturalizado la guerra. La actitud aquí es: ‘Desde que no me pase a mí, no hago nada’. Pensé que hoy la Plaza de Bolívar iba a estar llena, que iban a decir: ‘Aquí estamos presentes por los que se fueron dando la lucha’. Pero no. Es triste: una como lideresa social se pone a pensar: nosotros defendemos a los otros, ¿pero quién nos defiende a nosotros?”.

Revista Arcadia

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