La tortuosa política económica del gobierno de Briones-Piñera en tiempos de pandemia – Por Leopoldo Lavín Mujica

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Leopoldo Lavín Mujica*

El 7 de mayo pasado el Ministro de Hacienda negaba rotundamente que Chile estuviera en “tratativas” por un préstamo del Fondo Monetario Internacional. Días más tarde, el mismo FMI anunciaba mediante un comunicado de prensa que el Banco Central de Chile le solicitó una línea de Crédito Flexible (FCL, por sus siglas en inglés) de dos años por una suma de US$ 23.800 millones; monto que le será otorgado.

Ante este anuncio del FMI, organismo que tiene por norma exigir cuando presta dinero a países la aplicación de políticas neoliberales de austeridad y ajustes, es decir bajos sueldos, despidos en el sector público, privatizaciones y nula inversión social, el titular de Hacienda, Ignacio Briones, declaró ufano que «esta línea de crédito flexible que el Fondo Monetario Internacional es precautoria solicitada por y para el Banco Central de Chile, que le permite, según necesidad, complementar sus reservas internacionales de forma tal de acometer de mejor manera su mandato legal establecido en la Constitución y en su Ley Orgánica Constitucional».

Declaraciones éstas hechas como si el Banco Central se mandara solo y que obedeciera sólo las leyes del decálogo neoliberal …

Y Briones remató con la consabida cantinela de los gobiernos neoliberales cuyo objetivo es embolinar la perdiz, «es importante dejar explícito y ser extremadamente claro que esta línea del Fondo Monetario Internacional no es un préstamo al gobierno de Chile, y por ende, no está destinada a financiar gasto público […] Hay que destacar que está solo disponible para economías con marcos robustos de política macroeconómica y con un compromiso de mantener estos marcos en el tiempo, por lo que en definitiva, es un voto de confianza sobre la robustez de nuestra economía».

Briones mintió una vez y omite explicaciones más tarde. Y lo hace de manera reiterada; mas el ciudadano lo sabe. Este no es tonto ni tan “paciente” como lo pintan algunos. Ya lo demostró, pese a los retratos periodísticos de quienes quieren infantilizarlo. Las cuestiones de matices, el lenguaje tecnócrata, las medias mentiras y omisiones en cifras económicas no lo engañan, pues tiene aguante e intuición política aún en tiempos de pandemia viral para soportar la retórica del poder.

Después, cuando amaine la tormenta es seguro que habrá ajuste de cuentas en el campo de las luchas sociales. Por supuesto, pues el recuerdo de la Rebelión Social del 18/O que puso en jaque al régimen de la oligarquía, a la casta política parlamentaria y a su Estado — que en aquel momento entró en plena crisis de paranoia — no se ha disipado ni de la consciencia ni de la experiencia popular.

Fue el ejercicio de la soberanía extra institucional por el pueblo, en territorios urbanos conquistados por ella y en asambleas autónomas, el que le arrebató al régimen el plebiscito para decidir sobre una nueva Constitución dónde, ya lo sabemos, el derecho a una salud gratuita, universal y sin desigualdades deberá quedar marcado en letras con relieve. Y junto con otros derechos sociales inscritos se requerirá plata para construir infraestructura sanitaria pública y contratar personal adecuado con insumos almacenados para enfrentar las inevitables pandemias y riesgos civilizatorios que vendrán.

Pero sigamos con lo económico, el lugar de preferencia de manejo de la oligarquía que gobierna Chile, con percepción neoliberal y, por lo mismo, con esa manera tan suya y distorsionada de aprehender lo real.

En enero de este año, antes de que fuera una evidencia que el mundo se viralizaba rápidamente con la Covid-19 surgida en Wuhan (China), un artículo de prensa afirmaba “que la deuda pública chilena saltaría de 27,6% del producto en 2019, a 38,1% del PIB hacia 2024, como lo prevé la Dirección de Presupuestos (Dipres), y que por lo tanto, Chile rozará el promedio de endeudamiento de los países de América Latina de bajos ingresos”.

Según estas informaciones, Chile venía mal parado para enfrentar la severa y profunda crisis económica en ciernes, ya en esa época, ante pandemia. Las que decían que el país ya empezaba a estar endeudado. ¿Lo ocultan Briones y los responsables de la política económica del gobierno de Piñera? ¿Quién tiene razón, el Ministro Briones al deformar la situación económica del país y afirmar, junto con reconocer que el préstamo a Chile del FMI es «en definitiva un voto de confianza sobre la robustez de la economía» o los que afirman que Chile tiene plata para gastar pues su Fondo Soberano está intacto?

¿Cómo se explicaría este endeudamiento? Es decir el hecho que las arcas fiscales estarán en rojo en un país que, según el mismo Briones, tiene «finanzas públicas sólidas».

La respuesta podría ser simple si se transparentan realmente los datos económicos y la recaudación fiscal, y se la compara con los otros países de la OCDE: Chile tiene una política fiscal favorable a los altos ingresos, a los cuantiosos patrimonios y fortunas, y a las grandes empresas nacionales y extranjeras. En otras palabras, en detrimento del bienestar general. Así pues, los grandes propietarios no tributan como deberían. Las arcas fiscales no recaudan allí.

Es la razón por la que el Banco Central pide dinero al FMI. Dinero prestado, por si acaso … dinero del cual es garante el Estado de Chile. Y en tiempos de quiebras de compañías como Latam o de crisis en ciernes del sistema bancario y financiero mundial ante la estruendosa crisis económica en marcha, más impactante incluso para algunos que la de 1929, donde las AFP perderían – si hay corrida bancaria y financiera – cuantiosos fondos, ahí estaría el préstamo del FMI.

¿Y quién pagaría entonces; sobre quién los tecnócratas neoliberales descargarían el peso de la crisis entonces …? Los economistas neoliberales, la oligarquía y los opinólogos de Copesa y El Mercurio lo saben, pero callan: sobre el pueblo trabajador que sufre hoy pandemia y crisis económica y social.

Cabe constatar que los Estados Sociales (benefactores) con inversiones públicas en salud, educación, subsidios de cesantía y pensiones decentes se impusieron sobre todo en Europa y más tarde en el resto de los países después de las catastróficas dos guerras mundiales (1945), con clases trabajadoras empoderadas.

Fue hasta los años ochenta que las socialdemocracias gobernaron con sistemas de protección social y fue a partir de esa década que se impuso el neoliberalismo (al que adhirieron sin chistar las socialdemocracias europeas y latinoamericanas) y que se redujeron los impuestos y tributos a los más ricos y a las empresas, al mismo tiempo que se le entregó a los mercados y a los privados la producción de bienes que antes eran comunes, con el consiguiente desmantelamiento de los sistemas de salud pública y la degradación de infraestructuras y falta de personal.

Es en este marco que hay que entender el descalabro hospitalario y de centros para los adultos mayores en el mundo que hoy se expresa en faltas de insumos para los contagiados graves de Covid-19 respiradores mecánicos, de kits con test en buen estado y malos sueldos para el personal sanitario.

2.- ¿En que consiste entonces la mentada “solidez” del Estado para ser garante de sus deudas? Otra respuesta sencilla. En que el Estado chileno ha demostrado ser capaz de la más brutal represión, sin consideración alguna por el respeto de los derechos humanos de la ciudadanía popular cuando ésta exige profundas reformas constitucionales democráticas. Y lo mismo cuando ella exigirá profundas reformas económicas. La manera de gobernar de la oligarquía, es una verdad absoluta; es cada vez con más represión.

Es la disposición de Piñera a darle la “guerra al pueblo”, hasta desangrarlo para mantener el modelo económico de la oligarquía que da garantías al FMI de “solvencia” del Estado chileno. El Presidente acaba de declarar contra todo sentido común y en la guerra semántica en la cual él, Briones, Mañalich y Blumel son especialistas, que la cesantía, los bajos sueldos y el hambre son una “pandemia social”.

No es la estructura social injusta; los sueldos y subsidios de cesantía de hambre de la inmensa mayoría de los trabajadores, ni un sistema de asistencia social nulo, ni tampoco la estructura social y política desigual que concentra el poder económico en una oligarquía propietaria con el aval de la casta política a su servicio la responsable de la situación de miseria social, sino una “pandemia”.

Una buena parte del pueblo organizado sabe que la única pandemia social conocida se llama neoliberalismo. Y no es un virus. Son una ideología y una práctica política y económica que fueron incubadas en la U de Chicago y propagadas en Chile por economistas neoliberales – que aún hegemonizan el pensamiento económico – que contagió a los políticos y gobiernos de la Concertación y de la Nueva Mayoría. Y que hoy se encuentra ideológicamente fragilizada.

Basta con citar a la fundacionsol.cl para comprender la devastación neoliberal en la sociedad chilena: “En Chile la fuerza de trabajo ocupada es de 9 millones de personas y 70% gana menos de $550.000. El 80% de las pensiones de vejez son menores al Salario Mínimo. El número de personas endeudadas es 11,5 millones, de las cuales casi 5 millones están morosas. Esto no es sostenible”.

Y también declaraciones que no provienen del espectro de izquierda sino de gente cercana a las carencias populares y a círculos de derecha: “[…] nosotros, independiente de lo que pase, vamos a seguir cubriendo necesidades de decenas de miles de familias que ayudamos, pero al final lo que pasa es que a veces nos olvidamos que la mitad de Chile, según la última Casen, vive con alrededor de $3.300 al día y sin subsidios. Eso no es por el covid-19, eso no es por los disturbios del año pasado, eso es lo que tenemos».

Por lo mismo, la disputa por el control y manejo de los dineros del Estado es una forma que asume el conflicto social y político para satisfacer urgentes necesidades en pandemia agravada por la crisis social y de supervivencia. Esos dineros en préstamos del FMI, Fondos Soberanos (el FEES y el FRP) que suman US $25 mil millones, los fondos de las AFP e incluso los de las ISAPRES junto con el aumento urgente de la recaudación fiscal que tendría que hacerse ya, pertenecen al pueblo de Chile .

Y por eso deben estar a la orden del día de las luchas sociales, populares y de las y los trabajadores. Además es imprescindible ejercer una mirada ciudadana sobre el real estado de las finanzas del país mediante una comisión escrutadora que de garantías de probidad a las mayorías.

* BA en Philosophie, MA en Communication publique, Université Laval, Québec, Canadá


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