Brasil | Bolsonaro, sin impeachment y sin golpe – Por Emir Sader

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Jair Bolsonaro se valió de la crisis generada por el cambio de los ministros de Salud y de Relaciones Exteriores para cambiar al ministro de Defensa y, a la vez, hacer reemplazos menores, moviendo a personas para otros cargos, sin mayor trascendencia. La crisis se volvió militar.

Bolsonaro concedió espacios importantes para el Centrão, acercándose al Congreso, buscando protegerse así de riesgos de un impeachment, que había vuelto a amenazarlo. La Secretaría General de Gobierno y el Ministerio de Justicia fueron entregados a ese espacio político, que también sale victorioso, ya que comandó la ofensiva por la salida del canciller.

Por otra parte, Bolsonaro se ve distanciado de las Fuerzas Armadas. Queda claro que el ministro de Defensa fue despedido por no tomar las posiciones que Bolsonaro exigía, entre ellas, manifestarse en contra del Poder Judicial tras la decisión favorable a Lula, así como aceptar la declaración del Estado de Sitio.

El saliente ministro de Defensa se reunió con los comandantes del Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina: recibió el apoyo de ellos, los cuales entregaron sus cargos al gobierno, en solidaridad con Fernando Azevedo e Silva.

La crisis de la salida de los dos ministros civiles abrió una crisis del gobierno con las FF.AA. Bolsonaro no encontró un militar en actividad para el Ministerio de Defensa, tuvo que nombrar uno de la reserva, que ya estaba en el gobierno. El general Walter Braga Netto tendrá que encontrar militares que acepten asumir las comandancias de las tres armas en esas condiciones.

Todos los militares que salieron del gobierno reafirmaron el rol de las FFAA como instituciones del Estado, una forma de no aceptar las exigencias de Bolsonaro. Jueces del Supremo Tribunal Federal se pronunciaron en contra de cualquier tipo de golpe. Así como el mismo vicepresidente de Bolsonaro, Hamilton Mourao, se pronunció en contra de cualquier tipo de asonada. Asimismo, todas las fuerzas políticas también rechazaron cualquier aventura golpista de Bolsonaro.

Existe un consenso al interpretar que esta crisis del gobierno de Bolsonaro se da en el momento de menor apoyo, acrecido por la reaparición política de Lula, contra quien pierde en todas las encuestas. Se considera que Bolsonaro sale todavía más debilitado de esta crisis y de estos cambios. Él puede contar con que un impeachment está más alejado, pero a la vez, cualquier intento de Golpe de su parte también está más alejado, por el deterioro de sus relaciones con las FFAA.

Bolsonaro no se ha pronunciado. A la salida del Palacio del Planalto afirmó que el que mata a las personas es el lockdown y no la pandemia. Es decir, la otra cara del proyecto golpista de Bolsonaro es su negacionismo. Él alega que necesita un estado de alerta para combatIr a los confinamientos decretados por los gobernadores.

La crisis del gobierno no ha terminado. El gobierno tiene todavía que encontrar militares que acepten asumir la comandancia de las tres armas. El comandante del Ejército está decidido a salir. Los otros dos han manifestado que sólo se quedarían sin golpe.

Mientras tanto, el país sigue contando sus muertos, los que mueren en las Unidades de Terapia Intensiva de los hospitales y los que mueren en las colas, en sus casas, esperando para intentar entrar en los hospitales. Ninguna palabra de Bolsonaro, ni de sus ministros, civiles o militares. Los gobernadores, junto a los presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados, buscan desesperadamente más vacunas y un ritmo más acelerado de la vacunación. Brasil sigue viviendo el auge de la pandemia, con más de 300 mil muertos, con poco más del siete por ciento de la población vacunada y con los hospitales desbordados. Lo único positivo es que los centros públicos brasileños han comenzado a entregar semanalmente millones de vacunas producidas en el país.

Todo ello se da en la semana en que se cumplen 57 años del golpe militar de 1964, que vuelve a ser un divisor de aguas en la política brasileña. Cada uno recordará la fecha a su manera.

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