Lichita cumple 15 años: “No nos vamos a rendir hasta encontrarla” – Por Claudia Korol

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Ayer, 2 de marzo Lichita y su hermana Anahí cumplen 15 años. Su mamá, Carmen Villalba, lleva más de 17 años en prisión. Sus primas, Lilian Mariana y María Carmen Villalba, fueron detenidas con vida y asesinadas por la Fuerza de Tarea Conjunta de Paraguay. Su tía, Laura Villalba, está detenida desde el 24 de diciembre de 2020 en una cárcel militar, bajo la acusación falsa de pertenecer al EPP. Dialogamos con Anahí, su hermana melliza, y con Carmen Villalba, su mamá, presa política del EPP hace 17 años.

Por Claudia Korol

Las niñas habían ido a Paraguay a conocer a sus padres y tíos. Luego quedaron atrapadas por la pandemia, sin poder regresar a Puerto Rico, Misiones, donde vivían con su familia, hacía más de 10 años, eludiendo la persecución del gobierno paraguayo.

El refugio en el que se encontraban las niñas y las adultas que las cuidaban, fue atacado por las Fuerzas de Tarea Conjunta el 2 de septiembre del 2020. Ahí se llevaron a Lilian Mariana y María Carmen, quienes aparecieron asesinadas. También hirieron a Lichita en una pierna, pero no pudieron capturarla. Anahí y Tania, luego de perderse al salir a buscar comida, lograron regresar a la Argentina. Laura, su tía, fue capturada por los militares cuando buscaba a Lichita, desaparecida desde el 30 de noviembre, y hasta hoy sigue presa en una cárcel militar.

Lo último que se encontró de ella fue su diario, donde escribía:

“Mamá quiero que sepas que eres lo mejor de mi vida y que te quiero muchísimo. Desde aquí hasta la vía láctea, como me solías decir. También a mis hermanas, a mis tías, a mis primas, a mi familia. Escribo esto para que me tranquilice. Te amo más de lo que te puedo expresar, y eres mi razón para vivir. Quiero volver a estar contigo, sentir tus besos en mis mejillas, tus cálidos abrazos, el aroma de tu café por las mañanas. Ojalá supieras cuántos deseos tengo de verte, de que me vuelvas a mimar, quiero que vengan a encontrarme. Si eso pasa, prometo volver contigo, que me abraces y que me digas cuánto me extrañaste. Hay momentos en los que pierdo las esperanzas. Es que no sé hasta cuándo podré aguantar, mucho me gustaría cerrar los ojos y que todo sea un mal recuerdo. Y contarte todo, ojalá estés orgullosa de mi. Te amo mamá, quiero volver a verte.”

Carmen Villalba, desde la Cárcel del Buen Pastor, sin saber todavía de ese diario, le escribía:

“Lichita, mi indiecita irreverente, ¿dónde estás? Silencios, indiferencias y claudicación no toquen a mi puerta, hoy la contienda nos necesita con la palabra, la pluma y el hacer certero de la lucha, con la mente sobria aunque el corazón este sangrando.

Lichita ¿dónde estás? Que no te trague el silencio abrumador de las bestias que te hieren, buscando el tiro certero contra la niña insumisa que nació en cautiverio con los ojitos abiertos dando sus primeros pasos en prisión a los 10 meses.

Lichita ¿dónde estás? Desde donde estés sacúdete de tus amarres, no te des por vencida, no olvides que para vos nunca fue opción dejarse morir.

Indiecita guaraní, no habrá montañas ni cerros que te traguen, el pueblo en lucha te arrancará desde donde estés”.


Hablamos con Anahí, hermana melliza de Lichita, días antes de su cumpleaños, y con Carmen, que además de ser presa política, integrante del EPP, es la mamá de Néstor, que fue asesinado años atrás, a los 12 años, y de Lichita, de 14 años, que se encuentra en este momento desaparecida.

Anahí relata quiénes eran sus primas, quién es su hermana, y qué sucedió en aquellos días. Si bien es doloroso pedirle que vuelva sobre el relato, ella lo hace con la convicción de que su difusión, puede ser un factor que contribuya a que se ayude en la búsqueda de Lichita.

Lilian y María, desde chiquititas, siempre estuvieron juntas, y a la escuela siempre iban juntas, las dos al mismo grado. Lilian era muy tímida y María tenía un carácter más fuerte. María siempre le cuidaba a Lilian, a pesar de que Lilian era la mayor. En eso se le parecía a Lichi. Las dos eran las que tenían el carácter más fuerte, siempre estaban cuidándonos a mí y a Lilian. Siempre jugábamos todos juntos, con Lilian y María. María les cuidaba a sus hermanitos más chicos, era la hermana mayor. Lilian era más tranquila. María era más acelerada. Era muy nerviosa. Quería mucho a sus hermanitos, siempre jugaba con ellos, les lavaba la ropa, le ayudaba a abuela en la cocina. Lilian también siempre andaba con la abuela, le cuidaba ella”.

A esas niñas, una tímida, otra más desenvuelta, el Ejército al capturarlas les puso uniformes gigantes y las enterró rápidamente, para simular que habían capturado a dos peligrosas guerrilleras. Mintieron sobre su edad, sobre lo sucedido, siguiendo la escuela colombiana de los falsos positivos. Por eso el gobierno paraguayo impide hasta hoy el ingreso del Equipo Argentino de Antropología Forense. Quiere impedir que una nueva autopsia devele lo que su familia ya sabe: que las niñas fueron capturadas con vida, fueron torturadas y asesinadas. Que el gobierno paraguayo es un gobierno infanticida. La zaga criminal continúa con la desaparición forzada de Lichita. Continúa el relato Anahí:

“Lichita siempre fue muy alegre. Le gustaba mucho jugar con los más chicos, y se llevaba muy bien ella con María. Andaba mucho con la abuela, cuando era más chica, y se peleaba con mis primos que eran más chicos que ella, para estar o para dormir con ella. Le gustaba mucho leer y dibujar, y también le gustaba cuidarles a los más chicos y jugar. Jugábamos todos juntos.

En la escuela, los profesores y los compañeros le querían mucho. Era muy buena alumna, tenía siempre muy buenas notas y le gustaba mucho los libros, todo lo que se relacionaba con las letras le gustaba mucho. Siempre los profesores la felicitaron por su caligrafía.”

15 años atrás, Anahí y Lichita nacieron en la cárcel. Ahí crecieron sus primeros tiempos. Después se fueron con su familia a Misiones, Argentina, pero cada año visitaban a Carmen en la Cárcel del Buen Pastor. Le pregunto a Anahí por ese contraste de crecer en Argentina y viajar a Paraguay, para pasar un tiempo en la cárcel.

“Cuando llegábamos a Paraguay se sentía la diferencia, porque había que tener mucho cuidado dónde íbamos. Cuando estábamos en Misiones no. Aparte de que sólo íbamos con mi mamá y estábamos ahí encerradas con ella, como decía, y cuando estábamos en Misiones estábamos en un ambiente más abierto. En la cárcel siempre había niños que eran del pabellón y había niños que no. Desde que éramos pequeñas entraban y salían varios niños. Nosotras siempre nos quedábamos. Tuvimos varios niños y niñas como amigos, porque nomás entraban y salían, pero nosotros siempre estamos ahí, nos íbamos a visitarle a mi mamá”.

Agrega Carmen sobre las visitas de las niñas a la cárcel:

“Nosotras logramos muchos años que ellas se queden bastante tiempo. Se quedaban conmigo en vacaciones. Y no solamente ellas, varios niños acá en el pabellón. Prácticamente se armaron círculos de amistad. Porque nos juntábamos entre las mamás, cocinábamos juntas, nos turnábamos. Como eran comilonas nuestras hijas y nuestros hijos, una de las mamás hacía el desayuno, otra hacía el almuerzo, otro grupo hacíamos la cena, la merienda. Siempre tratábamos de hacer la mejor comida que más les gusta a nuestras hijas. Pero eso ahora se nos quitó. Eso que nosotras conseguimos con mucha pelea, con mucha resistencia. Fue parte de nuestra lucha que nuestros hijos e hijas se queden en nuestra celda a dormir con nosotras, porque hicimos de esta forma nuestro pabellón, llevando una vida de familia, como siempre nosotras decimos. A pesar de que vivimos en estas condiciones, sería como nuestra segunda familia, porque es con quienes compartimos y nos socorremos en momentos difíciles, de enfermedad, de depresión, siempre estamos juntas. Es una forma de contenernos. Eso se nos quitó ahora, se nos prohibió esa posibilidad”.

El 2 de septiembre

¿Qué sucedió el 2 de septiembre cuando capturaron a las niñas? Lo que el gobierno presentó como un enfrentamiento exitoso con la guerrilla, fue un ataque de un cuerpo especializado a un grupo de niñas y mujeres desarmadas. Relata Anita el horror vivido en el refugio:

“Ahí estábamos niños y mujeres principalmente cuando llegó la policía. Eran 10. Ese día nos levantamos a la mañana, leímos, desayunamos, y estábamos en nuestro tiempo libre. Estábamos estudiando. Nosotros estábamos con Lilian. Pude ver cuando los militares abrieron fuego, y dispararon hacia donde estábamos nosotros, y nos alejamos. A ella la agarraron viva. Lo de María fue después. Yo vi cuando agarraron a Lilian, y se escuchaban los disparos. Ellos estaban caminando, alejándose del lugar y ahí pasaron hablando: “abran fuego”. Ellas no escucharon, los militares estaban sobre el cerro. Se veía, me dijo Lichita. Uno cuando está en la parte de abajo no puede ver la parte de arriba, pero de la parte de arriba se puede ver perfectamente la parte de abajo. Estaban caminando y de repente empezaron a disparar. Ella dice que se tira al piso y que quiere levantarse, pero ahí siente la herida en su pierna. Entonces se empezó a arrastrar, y ahí llegó con tía Laura. Ahí es cuando Laura se da cuenta de que María no estaba con ella y la escucha a María cuando se la llevan, también viva”. 

La persecución a las niñas por parte del Estado patriarcal, para golpear a las madres, a las familias, es una modalidad perversa de feminicidio vinculado. Se tortura y mata a las más vulnerables, para castigar a las y los adultos y buscar así derrotarlxs, generando desesperación e impotencia. En la segunda hoja de su diario, escribía Lichita:

“Hace tiempo que no vienen, quiero volver a verte a ti mi bella mamita. Siempre a ti se dirigen todos mis escritos, espero que algo suceda de mi para ti.

No hay buenas noticias. Tengo esperanzas si consigo agua y resisto. Seguro que un día me encontrarán. Estoy preocupada por ellas, ojalá esté bien mi hermanita y mi prima. Tía fue ayer a buscarlas pero todavía no regresa. Espero que esté bien. Eres mi razón de vivir mamá.

Hoy es martes 1 de diciembre, bello mes de estar contigo. Me siento mal pero intento superar. Hace días que no vienen y no tengo qué comer, ojalá venga alguien. Ayer me convencí que les pasó algo, pero tengo esperanza de que sólo se perdieron. Nada tiene sentido, quiero despertar de esta pesadilla que cada vez parece más real. Estoy preocupada por tía. Cierro los ojos y ella está ahí y me dice que no estoy sola, pero todo cambia en cuanto los abro. Ojalá sea un día con suerte. Besos, te amo”.

Tania y Anahí se habían perdido en el monte y no encontraban el modo del regreso. Cuando lograron regresar al refugio, Lichita ya no estaba. Tampoco Laura que había salido a buscarlas. Cuenta Anahí.

“Desde que nos separamos, nosotros estuvimos recorriendo el monte buscándole a ella, hasta que encontramos el lugar y unas cosas. Entre ellas estaba el diario de Lichita. Primero nosotras pensábamos que ellas iban a venir ahí, que se habían ido, que iban a ver volver al lugar. Después yo leí las páginas del diario y estaba mojado, y decía que tía Laura se había ido a buscarnos al día siguiente al que nosotras nos habíamos ido, y que Lichita había esperado en el lugar tres días y después había ido a buscar comida. Después de eso ya no supimos qué hacer… no sabíamos más dónde buscar, hacia dónde irnos. Primero dijimos que íbamos a seguir buscando hasta encontrarla, pero no sabíamos dónde buscar, entonces decidimos volver a nuestra casa nosotras dos”. 

Crímenes de Estado: infanticidios, desapariciones forzadas, creación de causas.

Todos los días, en distintos países del mundo, hay gestos que exigen la aparición con vida de Lichita, Justicia para las Niñas, Libertad para Laura.

Para algunas organizaciones, sin embargo, hay dudas sobre si sumarse a esta causa. Las diferencias políticas que tienen con el EPP, les impide pronunciarse con claridad frente al crimen despiadado de las niñas. Con discursos similares a los de “los dos demonios”, se excusan de participar en la búsqueda de Lichita y en la exigencia mundial de Justicia para las Niñas.

Uno de los grandes aprendizajes que tuvimos en Argentina las organizaciones que luchamos por los derechos humanos, desde los años de dictadura, es el de no anteponer nuestro juicio o nuestra opinión sobre las estrategias de unas u otras organizaciones, a la imprescindible solidaridad frente a los verdugos. Más aún cuando las víctimas son niñas o niños. La tortura y muerte de dos niñas de 11 años, y la desaparición de otra niña de 14, exigen de la urgente respuesta de quienes como defensoras/es de la vida, tienen la posibilidad de actuar ya. La indiferencia, en estos casos, lastima el tejido social de los sectores populares, que padecen la violencia de un estado racista, patriarcal, infanticida.

La palabra de Carmen

Queremos compartir finalmente, algunas reflexiones realizadas por Carmen Villalba, quien está cerca de cumplir 18 años de prisión, y debería estar saliendo en libertad para mediados de año. Sin embargo, se le siguen inventando causas y ahora aparece un anuncio de que está amenazada de muerte. Se quiere preparar un desenlace fatal, para que no pueda recuperar su libertad. Dice Carmen:

“No sé si sería, como son tantas cosas. Para mí, desde que murió mi hijo Néstor, siempre dije tengo allanado ese camino, en el sentido de que no me entra el miedo. El miedo a la muerte como que desapareció.

Las personas que miran desde fuera no pueden entender por qué se da esta situación. Muchas por ejemplo se preguntan “¿qué estaban haciendo ahí las nenas?”. Pero si una se sitúa en un contexto de lucha, lo que no es normal es que las niñas nazcan en prisión, que desde la niñez, la adolescencia, vayan creciendo en un transcurrir de visitas a la cárcel, de no haber cortado ese relacionamiento con su mamá que está presa. Porque Lichita y Anita nacieron hace casi 15 años, y yo estoy presa hace 18 años. Ellas nacieron en prisión, y crecieron dentro de lo que es visitar las cárceles, pasar las barreras de control, de agresión, del hostigamiento de las fuerzas represivas hacia ellas. Eso no es un estado de normalidad, pero para nosotros es una imposición de nuestro vivir. Por nuestra condición de luchadoras, nuestras hijas vivieron esa situación. Eso mismo pasó con Lilian y María Carmen, teniendo ellas a su papá allá. La realidad nuestra es ésa, es una vida en un contexto de lucha. Mi condición de mamá y mi condición de comunista revolucionaria, están en permanente tensión, por el hecho de que no pueden separarse, y ambas condiciones reciben posiciones, cuestionamientos, sentimientos encontrados o en disputa. Lichita y Anita nacieron en estas condiciones. Todos los revolucionarios y revolucionarias que lucharon, que luchan, conocen esta historia, conocen estas vivencias.

Tantas cosas sucedieron en estos largos años: la represión, el hostigamiento, van sucediendo permanentemente. El primer instinto que siempre tuve es sobrevivir, y todo lo que venía aguantaba, todo lo que venía trataba, como esas bolsas de boxeo, de recibir el golpe pero aguantar, tratar de que no me afecte, que no me destruya, y de paso, luchar para que no me despojen de todos esos derechos. Anteriormente decía “ya vendrán tiempos mejores” y a lo mejor voy a tener más tiempo de pensar, de escribir, pero me di cuenta que en realidad no es así, a la larga era mi vida y a la larga la cosa es más dura, los golpes son más sucesivos.

Por otro lado, recibo el permanentemente ataque de los medios, del gobierno, que inconscientemente también fueron metiéndome en la cabeza que es natural recibir esos golpes, que es normal, y si no reflexiono esa parte, si no controlo esa parte, hasta me convence como que merezco esos golpes, esa permanente seguidilla de represión.

Es lo que hoy en día estoy pensando, pero es muy difícil por el hecho de que me encuentro ante una nueva situación, y no encuentro una salida en términos siguientes de saber algo de Lichita, encontrar a Lichita -que es ahora mi objetivo e interés central-, buscar a Lichita, saber algo de Lichita, encontrarla.

Yo le tengo un profundo amor a mi hija, a mis hijos, y ese amor es extensivo a mi pueblo. No separo esas cosas. Yo quiero tanto a los hijos de mis compañeros, de mis compañeras, a los niños y niñas que venían a jugar en el pabellón, hacían ruido, jugaban pelota, desastres hacían en nuestros pabellones. Nosotras decíamos -y en eso todas pensamos así-, que nuestros niños vienen a veces, muy pocas veces y dejalos que hagan, que jueguen libremente, que no se sientan cohibidos. Ya se irán y nosotros nos quedaremos otra vez acá con el silencio.

Para mí el pensamiento, el sentimiento, la lucha, la concepción revolucionaria de una comunista que busca construir una nueva sociedad, está unido a ese amor profundo a sus hijos, a sus hijas, y a su pueblo. Entonces es difícil -yo diría es imposible- separar el rol de la mujer mamá y la mujer revolucionaria. Es imposible. Entonces sufrimos estas cosas, lloramos de estas cosas, nos duelen estas cosas. Yo diría como que ahí se encuentran el dolor y la fortaleza, llorar. ¡Cuántas veces me paso llorando, recordando a mi Lichita! Pero a la vez digo “ésta es la lucha”.

Finaliza Carmen:

“Tanto más dolorosa es esta lucha hoy, porque una cosa es cuando me hacen a mí y sobre todo adulta ¿verdad?  Y otra cosa es cuando tocan a niñas, como en este caso. Niñas que no eligieron a su madre. Aunque yo les preguntaba a mis hijas: si ustedes tuviesen que elegir a su mamá elegirían a otra ¿no?  No sé, habría que preguntarle ahora a Anita qué dice. Anita, si vos tuvieses que elegir a tu mamá ¿a quién elegirías?

-Anita: ¡A vos!

-Carmen (riéndose): Pero yo te estoy preguntando. Vos podés responder libremente.

-Anita: En serio, de verdad, fuera de broma. A vos.

-Carmen: ¿A pesar de todo lo que dicen de tu mamá y de todo lo que vos vivís?

– Anita: Y sí, ya está, yo ya nací.

De alguna manera, Lichita también respondió a esa pregunta de Carmen. En la página 3 de su diario leemos:

“Respira, saldrás de ésta como sea, solo espera. Lo lograrás no tengas miedo.

Mami, no sé cuándo ni cómo, pero sé que en uno de estos días algo va a pasar. Te amo. Lo siento, pero estoy sola y no camino bien. Temo que les haya pasado algo a mi hermana y a mi prima. Me siento mal, tengo deseos de saber qué pasa. Estoy esperando hace días y tampoco tengo que comer, tengo poca agua. Te amo. Veré hasta cuándo resisto. Te amo. Este corazón es de mi para ti.

Quiero volver a verlas, solo eso deseo en este maldito momento, ¿Es acaso mucho pedir estén bien? Solo eso quiero. Sé que hacen todo lo posible volver.”

Les pido su ayuda para seguir buscando a mi hermana.Anita y Tania hicieron todo lo posible. Resistieron el hambre. Se escondieron de los milicos, y volvieron. Llegaron a la Argentina y denunciaron lo sucedido. Ahora Anita nos habla:

Carmen le pregunta: “¿Crees que vale la pena seguir buscando? ¿No es que uno tiene que dejar “ya está, ya pasó, ya terminó”?

– Anita: Cuando nosotras estuvimos buscando a ella allá, cuando estábamos en el monte, estuvimos 15 días recorriendo, comienzo sapos, raíces, víboras a veces. Con mucha sed. Con hambre. Nosotras decíamos que ella iba a estar ahí esperándonos. Y pensar que al encontrar a ella iba a estar todo bien, era lo que nos impulsaba a seguir, el querer encontrarla. 

-Carmen: Y eso es lo que hoy sigue impulsándonos, querer encontrarla.

-Anita: Sí. No nos vamos a rendir hasta encontrarla. 

Hoy Lichita y Anita cumplen 15 años. No hay celebraciones sino compromiso: No nos vamos a rendir hasta encontrar a Lichita.

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