Evita en clave feminista – Por Carolina Barry

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Por Carolina Barry*

Eva Perón no ocupó ningún cargo formal dentro de la estructura del estado peronista. Su construcción política estaba dada por afuera. Ella contaba con atributos tales como plenipotenciaria de los descamisados ante el líder, la dama de la esperanza, abanderada de los humildes, puente de amor entre Perón y su pueblo, escudo de Perón, esperanza y eterna vigía de la revolución, hada buena y, por último, Jefa espiritual de la nación, entre otros. Estos títulos, sin sentido real aparente, en verdad, respondían al papel que ella jugó en el peronismo desde que Perón asumió la presidencia de la nación hasta su muerte.

Ahora bien, ¿quién fue esta mujer que a mediados de siglo XX supo compartir la posición de liderazgo con uno de los hombres más poderosos de la Argentina, cuando ella misma aún no tenía siquiera el derecho al voto? En este artículo indagaremos acerca de un costado no muy explorado, su función como líder política y organizadora del Partido Peronista Femenino (PPF). También cuál fue el rol político de las mujeres durante el peronismo.

La situación política de la mujer cambió considerablemente durante el primer gobierno peronista a partir de dos hechos que le posibilitaron participar activamente. El primero fue la aprobación de la Ley de Sufragio Femenino en 1947, con la consecuente oportunidad de que las mujeres votaran y fuesen votadas; el segundo, la creación del PPF, que buscó su incorporación masiva en la política. El PPF se fundó el 29 de julio de 1949 en el marco de la primera Asamblea Organizativa del Partido Peronista. Nació como una organización política compuesta exclusivamente por mujeres, que contó con una estructura y células operativas propias y fue crucial para que Juan Domingo Perón obtuviera la reelección para su segundo mandato presidencial. El PPF estaba presidido por Eva Perón, que alcanzó un poder impensado para una mujer a mediados del siglo XX.

La lucha por el sufragio femenino

La organización política femenina durante la década peronista podría dividirse en tres etapas diferentes. La primera comprende el período 1945-1949; la segunda, 1949-1951; y la tercera, desde 1952 a 1955. La primera etapa se inicia durante la campaña electoral que llevó a Perón a la presidencia, con la aparición de centros cívicos femeninos y de las asociaciones femeninas y comisiones de damas que surgieron dentro de la coalición que apoyó a Perón en su candidatura; es decir, el Partido Laborista y la UCR Junta Renovadora. La segunda etapa comienza con la creación del PPF y se extiende hasta el triunfo en las elecciones de 1951, año en que las mujeres votan y son votadas por primera vez en la historia argentina; la tercera se inicia con la situación imperante en el PPF luego de la muerte Evita, y se extiende hasta el derrocamiento del gobierno de Perón.

El estudio de la problemática de la mujer había sido uno de los temas en que el gobierno de la revolución de junio de 1943 había puesto la mirada desde la Secretaría de Trabajo y Previsión. Perón había aplicado políticas de inclusión respecto de los sectores que se encontraban marginados de la escena política, en especial los trabajadores. El 3 octubre de 1944 creó la Dirección de Trabajo y Asistencia de la Mujer, dirigida por Lucila De Gregorio Lavié, que se ocupaba de analizar, principalmente, los problemas de las mujeres y la asistencia y protección de la familia. Dentro de esta línea, en julio de 1945 se realizó un reclamo formal a las autoridades a fin de otorgar el sufragio femenino. Perón se comprometió a dar curso a la petición y se amparó en los compromisos internacionales asumidos por la Argentina, entre los que se encontraba la Conferencia sobre Problemas de la Guerra y la Paz reunida en Chapultepec entre febrero y marzo de 1945. Allí se había acordado que los países firmantes que todavía no habían otorgado el voto a la mujer, se comprometieran a hacerlo. Perón se atribuyó el honor de haber sido el primer funcionario del Estado argentino que se ocupó de los problemas de la mujer.

Era la primera vez que desde el gobierno se apoyaba una ley de sufragio femenino. Las feministas argentinas, sus promotoras por décadas, imbuidas, sin embargo, por un espíritu antioficialista, priorizaron su oposición al gobierno militar y a Perón, y proclamaron que sólo aceptarían una ley de sufragio si ésta se promulgaba durante un gobierno constitucional. Originaron así un movimiento de mujeres contrario al gobierno militar que buscó ser el frente femenino de oposición en coordinación con el que se articulaba en ese momento en los partidos políticos. El movimiento feminista, a medida que se intensificaba el enfrentamiento entre el gobierno y la oposición, fue diluyéndose junto con el reclamo del voto femenino.

Durante la campaña electoral de 1946 que llevó a Perón a ocupar la presidencia de la Nación por primera vez, el tema del voto femenino no encabezó las prioridades de la agenda electoral, aunque fue incorporado en los programas de los sectores principales que apoyaron a Perón. Mientras tanto, comenzó a cobrar visibilidad, aunque tímidamente, una nueva figura en la escena política: Evita, en un proceso lento que la transformaría en el personaje político más importante de la Argentina peronista, después de Perón. Si bien se trataba de una época de efervescencia política, su aparición en escena incentivó, de alguna manera, la participación de algunas mujeres en estas arenas poco frecuentadas. La presencia de la mujer se fue haciendo sentir entre los dos contrincantes principales de la elección del 24 de febrero, no solo con su presencia física, sino también porque se la consideraba como un elemento de prestigio e incorruptible a ser tenido en cuenta a la hora de sumar voluntades. Si bien las mujeres no votarían en la elección, constituían un importante núcleo de propaganda política. Numerosas mujeres apoyaron taxativamente el nuevo proyecto político encarado para la Argentina por Juan Domingo Perón.

Los acontecimientos que eclosionaron el 17 de octubre de 1945 habían puesto de relieve la capacidad de convocatoria general, y de las mujeres en particular, que este naciente peronismo poseía, sobre todo entre aquellas de extracción popular. Esta adhesión al peronismo no se circunscribió únicamente a ocupar las calles, sino que las mujeres que lo apoyaron actuaron como agentes activos de la movilización y como fundadoras de centros cívicos femeninos. Los principales componentes de la coalición que sustentaba la candidatura de Perón (el Partido Laborista y la Unión Cívica Radical Junta Renovadora) crearon sus propias secretarías y comisiones femeninas. A estas fuerzas políticas se les sumaba el Centro Universitario Femenino (CUF), que organizó secretarías femeninas en todas las facultades y centros de profesoras universitarias, secundarias, normales y especiales, que llamaban directamente a las mujeres a afiliarse y manifestaban la urgente necesidad de otorgar los derechos políticos a la mujer.1 El 8 de febrero de 1946 el CUF organizó, junto con otras entidades, una gran convocatoria femenina en el estadio Luna Park para proclamar la fórmula presidencial Perón – Quijano, a la que asistieron unas 25.000 mujeres que aclamaban vivamente a Perón.2 Las mujeres fueron activos elementos de acción política durante la campaña electoral y su presencia no pasó desapercibida. Pero, la lucha por sus derechos continuaría.

La ley del voto femenino

Cuando Perón asumió la presidencia, el sufragio femenino formó parte del conjunto de leyes del Plan de Gobierno. A partir de ese momento el gobierno peronista inició una fuerte campaña que tuvo en Eva Perón su portavoz privilegiada. El voto femenino era un tema social y políticamente aceptado por la mayor parte de la dirigencia nacional, y difícilmente encontraría obstáculos para su implantación, salvo algunas excepciones, tal como queda demostrado en los debates parlamentarios. Sin embargo, la campaña a favor del voto femenino fue una de las aristas en que se apoyó Eva Perón para la construcción de su todavía incipiente liderazgo. María Eva Duarte de Perón, en su novedoso papel de Primera Dama y fidelísima colaboradora de su marido, comenzó a introducirse en el ambiente político. Si bien su influencia no era aún lo que supo ser años más tarde, su poder iba acrecentándose día a día.

La campaña a favor del sufragio femenino comenzó en enero de 1947 con una serie de discursos que pronunció Eva Perón y que fueron transmitidos por la Radio del Estado y la Red Argentina de Radiodifusión. A medida que transcurrían los meses, éstos fueron aumentando en intensidad y presión. Los discursos de Evita la convirtieron en la portavoz de un movimiento de mujeres cuyo origen social era muy diferente al de las primeras feministas.3 Por eso, cuando se colocó al frente de la campaña, capitalizó toda una historia de luchas infructuosas de grupos feministas y sufragistas que desde hacía varias décadas atrás presionaban sobre el Estado y ayudaban a mantener el tema sobre el tapete. Tanto en el imaginario popular de peronistas como de antiperonistas ha quedado grabado que Eva Perón otorgó el voto femenino, lo cual es cierto en parte, puesto que ella constituyó el último eslabón de numerosas luchas de feministas y sufragistas que se gestaron desde el inicio de siglo XX. Ella, también, se ocupó de señalarlo en La razón de mi vida, diciendo: “¿qué podía hacer yo, humilde mujer del pueblo, allí donde otras mujeres más preparadas que yo, habían fracasado rotundamente?… Lo primero que tuve que hacer en el movimiento femenino de mi Patria, fue resolver el viejo problema de los derechos políticos de la mujer”.4 El 9 de septiembre de 1947 se sancionó la Ley de Sufragio Femenino, que fue el primer paso en la incorporación formal de las mujeres al ámbito político, aunque sería insuficiente decir que la incorporación se produjo a partir de dicha ley. Con su sanción, las mujeres obtuvieron los mismos derechos y deberes cívicos que la reforma electoral de 1912 había garantizado sólo a los varones, es decir, la obligatoriedad de votar en las elecciones a partir de los 18 años y el derecho a ser candidatos a puestos electivos.

No era la primera vez que se trataba un proyecto de ley de sufragio femenino en el Parlamento. Entre 1919 y 1942 se presentaron más de una decena de proyectos, pero ninguno llegó a buen puerto. El debate parlamentario de la ley 13.010 tuvo ribetes diferentes a los planteados en la década del 30.5 En ambas cámaras los legisladores ya no hacían hincapié en las debilidades mentales o físicas de las mujeres (especialmente su falta de musculatura) o en sus deficiencias educacionales sino que, muy por el contrario, recalcaban sus contribuciones, su participación en la fuerza de trabajo y su presencia en los momentos importantes de la historia argentina. Amén de ser un tema ampliamente consensuado por el cuerpo legislativo, la influencia ejercida por Eva Perón produjo también su efecto. Al día siguiente de la sanción, el periódico peronista, Democracia, publicó un mensaje suyo en el que señalaba que la promesa del líder se había cumplido: “Nuestra voz ha sido escuchada. Gracias a la revolución y a nuestro líder se han reconocido al fin los derechos políticos que durante tanto tiempo nos fueran negados. Ahora podemos votar. Mujeres compatriotas, amigas mías, ¡sepamos también votar!”.6

Con esas palabras, Eva Perón inauguraba la segunda etapa de la incorporación de las mujeres a la política. A esta altura de las circunstancias, ella era una figura tangencial dentro del poder peronista y fuera de la estructura formal del gobierno. Si bien ya había comenzado su programa de ayuda social, faltaba aún un año para que la Fundación Eva Perón, el más importante organismo benefactor creado por el peronismo al margen de las estructuras del Estado, fuese organizada formalmente.

*Licenciada y doctora en Ciencia Política. Profesora en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Investigadora independiente del CONICET. Autora del libro Evita Capitana, el Partido Peronista Femenino 1949-1955 (2009), entre otros.

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