Chile bajo las llamas del pinochetismo. La teología neoliberal – Por Mauro Salazar J

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Chile bajo las llamas del pinochetismo. La teología neoliberal

Mauro Salazar J.*

A la luz de los incendios que afectan al sur y norte de Chile, existen similitudes memorables, pero casi innombrables, cuando se renueva la cruzada pirómana de la Dictadura de Pinochet. Qué coincidencia más inaudita podemos establecer entre el acto que tuvo lugar en la punta del cerro Chacarillas (Santiago, julio de 1977). La producción de simbolicidad restauradora mediante el fuego, con sus antorchas hitlerianas. Esas “llamas de la libertad” que anunciaban el “boom modernizador” del régimen (milagro chileno) y los sucesos naturales e inducidos para incendiar los bosques del sur y atestiguar la desolación del siniestrado ecosistema. La presentación mística de los 77 jóvenes imbatibles,  aquellos Chicagos Boys del neoliberalismo chileno. La liturgia pinochetista (1977) daba muestra de la “unidad nacional” y la perpetuación de la “reconstrucción nacional” mediante los hitos de una nueva cruzada oligarquizante. El fuego evangelizador en el acto de 1977 (Cerro Chacarillas) aludirá a la libertad en nombre de la nación y la necesidad de ubicar su beatitud trascendental más allá de las “transgresiones” en materia de violaciones a los DDHH. Todo en la medida en que el fuego mitológico es un elemento restaurador de las estéticas integristas del Pinochetismo. Ello permitía ostentar la firma de su semejanza con los dioses. Aquí la antorcha reafirma la determinación superior del hombre frente a la naturaleza. En suma, bajo tal economía de los signos, subir con antorchas encendidas a la cima de un cerro (1977) implicaba acercarse al mundo de lo sagrado mediante el fuego. Un ritual restaurador. Avanzar en la producción del milagro chileno bajo el viraje institucional de la Dictadura y desregular el orden social (AFP, des-sindicalización, pauperización de los derechos de los gremios). Una teología llevada a la potencia donde la divinidad fue el “Don de fe” de la Nación. De este modo, la Dictadura Chilena se sirvió de un fuego tanático-esperanzador, donde el extractivismo no admite regulaciones ecológicas. Las tropelías de la desregulación neoliberal son invocadas en nombre del “patriotismo globalizante” que rompe la territorialidad de las élites.

En los últimos días Chile padece la mediatización del “horror purificante” de las llamas sin barreras de control. Se trata de una novela política con un coro de sarcasmos, ironías, omisiones, que ponen al desnudo cómo se quema la “tipología cultural” de un «Reyno inclemente» -Chile- que habita en la ley de la «reconstrucción nacional»; un accidente geográfico, la ayuda a los caídos, la Teletón y la Unidad Nacional ante los damnificados fueron el dictum anunciado en la liturgia cristiana de Chacarillas. Y así, el fuego inclemente irrumpe como una inquisición que pone llamas a nuestra presuntuosa ‘modernización galáctica’. El afamado milagro chileno. Aludimos a esa idea de proyectar un futuro higiénico, purgando los dolores de una “olla flaca” impugnada por el octubrismo (2019) reducido a fuego y rabia erotizada.

Hoy el empresario chileno Andrónico Luksic -cristológico- dice salvar la “nación financiera” (abstracto-especulativa) en un acto patriótico y busca restituir la Pax que las llamas han interrumpido. Para Luksic solo hay Patria dónde hay fuego usurpador-restaurador administrado por oligarquías. Con todo, los grupos económicos quieren un país hacendal sin proyecto, trascendencia, ni cobertura en derechos. Hoy asoma esa intrincada mezcla de filantropía y especulación financiera con las tierras siniestradas por el fuego. La llegada de un avión galáctico -milagroso- ha sido representado por nuestra industria mediática como la promesa tecnológica donde la técnica es capaz de revertir hasta los estados del viento y liberar de afecciones al mundo popular. El avión A330 español sería el capitalismo industrial; el Ten Tanker es la inmobiliaria de los cielos. El “Chile de orfandades” aplaude la épica del capital: conmovedor, impúdico, tristemente lamentable. El avión revela vulnerabilidad, hacinamiento, márgenes, esoterismo y violencia neoliberal en un «capitalismo de las emociones». Es verdad; el laissez faire del fuego asesino es el símil de una economía desregulada. La ausencia de toda prevención post-estatal contra el ecosistema. En suma, la filantropía nos devuelve a ese “Chile de palo y bizcochuelo”, dulcificado por el relato del milagro económico (realismo, disciplina y consumo) exportado para Menem y Macri, Cardoso, Fujimori, Uribe, etc.

En alguna medida, más allá de la voraz adversidad climática, de las altas temperaturas y las terribles pérdidas humanas y materiales (viviendas y albergados), la chilenidad de emprendedores que manejan recursos estacionarios –otra forma de vulnerabilidad e indigencia simbólica- y focos de empleabilidad, lleva mucho tiempo quemándose. Estamos insertos en una “democracia pirómana” que, de un lado, hace de la melancolía la ausencia de futuro y elimina la nostalgia prudencial por el pasado (el lugar de la borradura neoliberal sucedió en Chacarillas) y, de otro, una invitación al emprendimiento universal bajo la anarquía de la acumulación.

Y los “bomberos empobrecidos” –aquellos valientes soldados- van al horno todos los días. En medio de estas trenzas resulta agraviante insistir en la tesis del “milagro chileno”. No es posible seguir ocultando nuestra inerradicable condición pordiosera. Mueren bomberos, brigadistas, policías, pero en ningún caso empresarios, especuladores o políticos. Se está quemando una “democracia indeseable”, que ni la elite tolera, porque en su fuero íntimo entiende que habitamos en un descampado que el mercado es incapaz de digitar. Muy pronto, y a no dudar, va a aparecer la comisión de los expertos chilenos (el «cántico de la angelología») ofertando un plan de promesas reestructuradoras y sugiriendo la transferencia a privados –dado los riesgos de los terrenos siniestrados. ¡Quién sabe! ¿La responsabilidad recae en las napas secas de nuestro neoliberalismo criollo? Y es curioso, el fuego será la nueva forma en que el capitalismo financiero pondrá en práctica otras formas de lucro y acumulación de activos; se abre un nuevo nicho de ganancias y clúster de mercado. De otro modo, el fuego es el último recurso del neoliberalismo para detener nuestra desesperación, y una venerable bancarización de la vida cotidiana.

Y a no dudar; cuando se vaya el inclemente viento que azota al Sur de Chile brotará un ejército de expertos que “condenaran” a la tierra y abogaran por los beneficios de otra oleada privatizadora. Esa será la hora de la técnica donde los consejeros de la especulación financiera -semiólogos de la economía- se quejaran por no haber sido escuchados a tiempo sobre materias de cambio climático. En medio del llanto desolador, el fascismo es el fuego cultural y empírico fundado en el cerro Chacarillas (1977), y en ningún caso su extinción.

*Doctorado en Comunicación, Universidad de la Frontera.

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