¿A dónde va China? – Por Adam Tooze

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¿A dónde va China?

Adam Tooze*

Las noticias de China no son buenas. El crecimiento se ha desacelerado drásticamente en los últimos años. Bajo el impacto de las medidas de cero-COVID, a veces se paró. La recuperación desde el final abrupto de las medidas de cero-COVID aparentemente se ha quedado sin fuerza. El mercado inmobiliario está en crisis. China se ha librado de la inflación que afectó al resto del mundo. En cambio, parece tambalearse al borde de la deflación.

Interpretar el ciclo económico es un asunto difícil en el mejor de los casos. Aunque una de las formas de medir la inflación, el IPC, pasó a deflación este mes, la inflación subyacente de China en realidad parece haber tocado fondo y haber aumentado ligeramente.

En los últimos meses las cifras de exportación han girado a la baja. Pero en el contexto de los récords históricos mundiales de exportación en 2022. Siempre fue un error leer esas exportaciones y el superávit comercial gigante resultante como signos de salud económica. Eran más bien todo lo contrario, un síntoma de la atonía de la demanda interna.

A pesar de todo el discurso negativo, debemos tener en cuenta que la mayoría de los economistas, tanto dentro como fuera de China, esperan que su economía crezca un 5% anual. Cualesquiera que sean los fundamentos, está muy lejos del estancamiento tipo japonés.

Pero, más allá de los cambios de humor de ciclo de los medios, lo que está pasando es claramente muy dramático. Estamos siendo testigos de un cambio de velocidad en lo que ha sido la trayectoria más dramática de la historia económica. La cuestión es cómo interpretarlo.

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La línea más obvia para muchos analistas occidentales es que los problemas de China son básicamente políticos. Específicamente, tienen que ver con los giros impredecibles e ideológicamente motivados del gobierno de Xi, que en sí mismos reflejan la irremediablemente naturaleza autoritaria del régimen chino. El régimen de Xi puede hacer esfuerzos para revivir la economía con medidas de estímulo, pero les falta convicción.

Esta interpretación es habitual en Occidente, pero se ha presentado en su quinta esencia en las últimas semanas en forma de ensayos en las dos publicaciones emblemáticas del liberalismo estadounidense, una de Li Yuan en el New York Times y la otra de Adam Posen en Foreign Affairs. Las dos piezas difieren en estilo, en sus fuentes y en el punto central que intentan transmitir. Pero envían un mensaje común. Los problemas de la economía china son políticos y aunque se centran en Xi, van más allá de él y repercuten en todo el sistema.

Sobre la base de sus excelentes contactos, que nadie duda, en la clase empresarial china, Li Yuan pinta la imagen de un enfrentamiento resentido entre los «dueños de negocios» y el régimen, un impasse que se resiste a cualquier esfuerzo reciente del partido para levantar los ánimos.

«Las acciones en el continente y en Hong Kong, donde cotizan muchas de las empresas privadas más grandes de China, cayeron el jueves, pero recuperaron posiciones el viernes. Algunos empresarios se apresuraron a elogiar las posiciones en los medios oficiales. Pero en privado, otras personas a las que entrevisté desestimaron los animos transmitidos por el Partido con palabras que pueden traducirse mejor como «guárdalo para los tontos». A estas alturas es obvio que los problemas económicos del país tienen sus raíces políticas. Restaurar la confianza requeriría cambios sistémicos que ofrezcan protección real a la clase empresarial y la propiedad privada. Si el Partido sigue la agenda política del líder supremo del país, Xi Jinping, quien ha desmantelado muchas de las políticas que liberalizaron la economía de China, sus promesas en el papel seguirán siendo solo palabras».

Hablando con ella extraoficialmente, los “dueños de negocios” expresaron sus frustraciones con el régimen.

«La reacción de los mercados bursátiles fue muy honesta, dijo un empresario tecnológico. Los inversores notan cuán desesperado está el Partido, dijo, y cuán insignificantes son sus pautas. En esencia, dijo, la cuestión de la confianza es una cuestión de credibilidad del gobierno. Beijing ha perdido casi toda su credibilidad en los últimos años, señala. Si realmente quiere remediar la situación, al menos puede disculparse por sus errores. Citó un documento que el Partido emitió después de la Revolución Cultural admitiendo algunos de sus errores bajo el liderazgo de Mao Zedong de 1949 a 1976. Otras personas señalaron pasos similares que el Partido tomó entonces, como la rehabilitación de los cuadros e intelectuales perseguidos. Como mínimo, apuntan, el gobierno debería liberar a Ren Zhiqiang y Sun Dawu, empresarios que están cumpliendo sentencias de prisión de 18 años después de su detención en la reciente ola represiva. O, me dijo otro empresario, el gobierno podría devolver las multas que impuso a su empresa, que él creía que eran un castigo por no seguir la línea del partido y que servían como ingresos para un gobierno local demasiado endeudado. Creía  que le habían robado. Ninguno de los dueños de negocios con los que hablé espera que el gobierno adopte alguna de estas medidas. Todos hablaron bajo condición de anonimato por temor al castigo de las autoridades».

Es difícil saber hasta qué punto tomar en serio tomar tal rencor de los empresarios agraviados. ¿Son representativos de la opinión en general o existe un sesgo de selección, en el sentido de que los que están más molestos son los que hablan más con los periodistas occidentales?. ¿Y hasta qué punto las opiniones malhumoradas de unos gerentes frustrados son indicativas de lo que realmente ocurre en el mundo de los negocios? En cualquier caso, Li Yuan utiliza estas citas para sugerir que se ha roto cualquier vínculo de confianza entre el régimen y los sectores más vocales de la opinión empresarial. Aunque el régimen esté tratando de ganarse el favor de las empresas en el verano de 2023, todos recuerdan la montaña rusa de los últimos años.

«En 2021, el comentario titulado: “Todos pueden sentirlo, ¡se está produciendo una profunda transformación!” se volvió a publicar en muchos de los sitios web de medios oficiales más importantes. Al elogiar la supresión del sector privado y la propuesta de la política conocida como “prosperidad común”, el comentario decía: “Este es un regreso desde los grupos de capital a las masas, y una transformación de un enfoque centrado en el capital a un enfoque centrado en las personas».

En la primavera de 2023, el régimen cambió de rumbo y volvió a priorizar los negocios privados:

“Siempre hemos considerado a las empresas y empresarios privados como parte de los nuestros”, dijo Xi en marzo, repitiendo lo mismo que ya había dicho 2018. El jefe de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, la agencia de planificación económica del país, sostuvo una serie de reuniones con líderes empresariales, prometiendo apoyo. Luego vinieron los 31 puntos-guía. La mayoría de los empresarios chinos apoyan al gobierno y siguen de buena gana lo que dice. Aún así, los comentarios de algunos empresarios en los medios estatales se leen más como promesas de lealtad al partido que como auténticas expresiones de confianza. Ben Qiu, un abogado que ejerce la abogacía en Hong Kong y Estados Unidos, resumió los comentarios de los ejecutivos en un comentario en las redes sociales: “La ropa del emperador parece fabulosa”. … No importa cuántas palabras de apoyo ofrezca el partido ahora, será difícil que el sector privado se sienta seguro».

Efectivamente, Li Yuan sugiere que China está experimentando algo parecido a una “huelga del capital” que se está extendiendo a través de la comunidad empresarial. Y esto es importante, debido al peso general del sector privado en la economía moderna de China.

«El sector privado… aporta más del 50 % de los ingresos fiscales del país, el 60 % de la producción económica y el 80 % del empleo urbano, según nada menos que el Sr. Xi en 2018».

Si Li Yuan hubiera querido datos para respaldar su argumento, podría haber recurrido a los proporcionados por el Instituto Peterson de Economía Internacional en Washington DC, cuyo equipo rastrea el equilibrio de los sectores público y privado en la economía china.

Los datos muestran un giro hacia la prioridad de la inversión estatal durante el shock inicial del COVID y ninguna recuperación sustancial del sector privado desde entonces. Hasta ahora, al menos, se manifiesta el pesimismo de los informantes de Li Yuan.

El director del Instituto Peterson es Adam Posen, quien en los últimos meses se ha convertido quizás en el principal crítico público de la política industrial de la administración Biden. Su último artículo sobre China en Foreign Affairs debe leerse en este contexto. A Posen le preocupa que las políticas comerciales e industriales agresivas de Estados Unidos se basen en un diagnóstico erróneo fundamental de la situación de China y, por lo tanto, el equipo de Biden esté perdiendo una oportunidad histórica para pillar con el paso equivocado y socavar el régimen autoritario del PCCh.

Para Posen, la China de Xi ha llegado a un punto de inflexión que, a diferencia de Li Yuan, se relaciona menos con la historia nacional de China que con la lógica general de los regímenes autoritarios. Según Posen, todos los regímenes autoritarios padecen un caso severo de lo que se denomina “pecado original”. La falta de restricciones legales creíbles sobre la acción del soberano hace que sea difícil sostener un régimen económico de alto rendimiento. Desde el período de reforma de la década de 1980, el PCCh, de hecho, ha resistido de manera inusual durante un tiempo relativamente largo las tentaciones de un gobierno arbitrario. Pero en el tercer mandato de Xi, el régimen finalmente está sucumbiendo a esta tentación universal y, este es el punto crucial, la sociedad china en general ahora está despertando a esta realidad.

Basándose en el famoso poema de Martin Niemöller – «primero vinieron por los socialistas» – Posen describe la ruptura del pacto social entre la mayoría de los chinos y el régimen. La mayoría de los chinos, afirma Posen, viven en el entendimiento que se resume en la consigna «ni política, ni problemas». Si persigue su interés privado a distancia de la política, puede contar con que no será molestado. Cuando Xi ejerció su poder contra funcionarios corruptos en la cima de un partido al que pertenece el 7% de la población, el resto de China no se molestó. Cuando Xi criticó a los oligarcas tecnológicos después de 2020, el resto de la sociedad se encogió de hombros. Pero la política extrema del COVID-0 cero en 2022 extendió esta lógica dominadora y caprichosa a toda la sociedad.

Ciertamente, el fiasco de la política contra el COVID en 2022 supuso un duro golpe para la autoridad del régimen del PCCh. Pero es notable que Posen atribuya tanta importancia a este momento, a diferencia de factores a más largo plazo enfatizados por analistas críticos como Michael Pettis. Después de todo, más allá de la mala gestión de la pandemia por parte de Occidente, que amplificó enormemente la segunda y la tercera ola, el régimen de China bien podría haber salido triunfante de la crisis. La política de Beijing no fue caprichosa en sí, sino displicente en lo que respecta a la vacunación e ineficaz contra variantes altamente infecciosas.

En todo caso no solo destaca la importancia histórica del choque del COVID, afirma que podemos ver un impacto inmediato de la nueva inseguridad en las cifras macroeconómicas. “En el caso de China, el virus no es la principal causa de la larga covid económica del país: el principal culpable es la respuesta inmune del público en general a la intervención extrema, que ha producido una economía menos dinámica”. El reflejo inmediato de esta nueva ansiedad es para Posen el dramático aumento de los depósitos bancarios de los hogares.

Además de la huelga de inversión de Li Yuan, Posen ve una retirada defensiva integral por parte de la sociedad china que no está impulsada por las circunstancias económicas sino, en última instancia, por el miedo al régimen.

«Desde que Deng Xiaoping comenzó la “reforma y apertura” de la economía de China a fines de la década de 1970, el liderazgo del Partido Comunista de China resistió deliberadamente el impulso de interferir en el sector privado durante mucho más tiempo que la mayoría de los regímenes autoritarios. Pero bajo Xi, y especialmente desde que comenzó la pandemia, el PCCh ha vuelto a la tendencia autoritaria. …. Lo que queda hoy es un miedo generalizado que no se veía desde los días de Mao: miedo a perder la propiedad o el sustento individual, ya sea temporalmente o para siempre, sin previo aviso y sin apelación. … La respuesta a la COVID… dejó en claro que el PCCh era quien tomaba las decisiones en última instancia sobre la capacidad de las personas para ganarse la vida o acceder a sus activos, y que tomaría decisiones de una manera aparentemente arbitraria a medida que cambiaran las prioridades del liderazgo del partido».

La misma vieja historia

«Después de desafiar la tentación durante décadas, la economía política de China bajo Xi finalmente sucumbió a un patrón familiar entre los regímenes autocráticos. Tienden a comenzar con un pacto de «ni política, ni problemas» que promete negocios como siempre para aquellos que mantienen la cabeza gacha. Pero en su segundo o, más comúnmente, tercer mandato en el cargo, los gobernantes ignoran cada vez más las preocupaciones comerciales y siguen políticas intervencionistas siempre que se adapten a sus objetivos a corto plazo. … Durante diferentes períodos, Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, Recep Tayyip Erdogan en Turquía, Viktor Orban en Hungría y Vladimir Putin en Rusia han recorrido este trillado camino».

Li Yuan evita este tipo de rumiaciones históricas comparativas. Pero hace un comentario similar al citar como testigo al sociólogo Sun Liping, quien en ensayos recientes ha destacado la sensación de incertidumbre que aflige a la sociedad china. Sun Liping es un conocido intelectual público que recientemente se retiró de Tsinghua, donde enseñaba sociología.

“¿Por qué mucha gente ahorra dinero y reduce sus gastos? ¿Por qué los empresarios ambiciosos son reacios a hacer planes e inversiones a largo plazo? Sun Liping, profesor de sociología en la Universidad de Tsinghua, escribió en un artículo el mes pasado. “Es porque se sienten incómodos”. Para que China salga de su depresión, señala, el gobierno necesita crear un entorno empresarial que pueda brindar tranquilidad. … “Las empresas privadas no necesitan apoyo. Necesitan un entorno social normal” regulado por el estado de derecho».

Mientras que Sun Liping pide una reafirmación del marco jurídico, Posen señala que el régimen parece ir en la dirección opuesta, respondiendo a la emergencia exigiendo más discreción.

«En marzo, el parlamento de China, la Asamblea Popular Nacional, modificó sus procedimientos legislativos para facilitar, no dificultar, la aprobación de leyes de emergencia. Dicha legislación ahora requiere la aprobación únicamente del Comité Permanente del Congreso, que está compuesto por una minoría de leales al partido de alto nivel».

Posen, por lo tanto, ve un colapso en espiral de la confianza. La falta de confianza socava la credibilidad de la política. Las empresas y los hogares ya no creen que estímulo signifique estímulo y que no será contrarrestado por alguna intervención dramática de tipo punitivo. Esta falta de credibilidad hace que los mercados respondan menos a las políticas. Una menor capacidad de respuesta a la política aumenta la volatilidad a medida que la política se vuelve menos efectiva. Una mayor volatilidad aumenta la necesidad de intervenir. Como dice Posen:

«Una vez que un régimen autocrático ha perdido la confianza de los hogares y las empresas promedio, es difícil recuperarla. La vuelta al buen desempeño económico por sí solo no es suficiente, ya que no elimina el riesgo de futuras interrupciones o expropiaciones. El talón de Aquiles del autócrata es una falta inherente de autocontrol creíble. Comprometerse seriamente con tal moderación sería admitir la posibilidad de abusos de poder. Tales problemas de compromiso son precisamente la razón por la cual los países más democráticos promulgan constituciones y por qué sus legislaturas ejercen supervisión sobre los presupuestos».

Con Xi deshaciendo el frágil equilibrio que permitió a China durante décadas evitar el destino habitual de los regímenes autoritarios, China está ahora embarcada en un camino de regreso al estancamiento y la servidumbre. Es una visión digna de Hayek.

Se podría pensar que todo esto es un poco exagerado y que comparar a la China contemporánea con Venezuela es pasarse. De hecho, uno se imagina que el mismo Posen no quiere decir que el punto se tome literalmente. Lo que intenta hacer con esta comparación discordante es corregir los puntos ciegos de los observadores occidentales. Quiere que revisen radicalmente su perspectiva de China en una dirección negativa.

«Muchos observadores externos han pasado por alto la importancia de este cambio (la ruptura de la confianza y el «largo covid»). Pero sus efectos prácticos en la política económica no pasarán desapercibidos a los hogares y empresas, que quedarán aún más expuestos a los edictos del partido. El resultado es que la larga covid económica es más que un lastre momentáneo para el crecimiento. Probablemente plagará la economía china durante años. Los pronósticos más optimistas aún no han tenido en cuenta este cambio duradero. En la medida en que los analistas occidentales y las organizaciones internacionales han puesto en duda las perspectivas de crecimiento de China para este año o el próximo, se han fijado en problemas fácilmente observables, como los temores de los directores ejecutivos sobre el sector privado de alta tecnología y la fragilidad financiera en el sector inmobiliario. Estos sectores específicos son importantes, pero importan mucho menos para el crecimiento a mediano plazo que el COVID económico prolongado que afecta a los consumidores y las pequeñas empresas».

Los analistas de China a los que Posen quiere llegar son los que toman las decisiones en Washington. Posen está alarmado por el giro al proteccionismo y la confrontación con China. Piensa que esto es peligroso porque aumenta el riesgo de guerra, contrario a los propios intereses porque es ineficiente y contraproducente porque fortalece al régimen de Xi.

«Los funcionarios occidentales deberían ajustar sus expectativas a la baja, pero no deberían celebrar demasiado. Tampoco deberían esperar que el COVID económico prolongado debilite el poder de Xi en el futuro cercano. … La perversa realidad es que los jefes y funcionarios de los partidos locales a menudo pueden obtener aún más lealtad de una población que sufre, al menos por un tiempo. En un entorno económico inestable, las recompensas por estar del lado bueno… aumentan, y las alternativas seguras a la búsqueda de patrocinio estatal o empleo son menores».

Frente a esta situación, lo que a Posen anima es que algunos chinos, en lugar de recurrir al régimen en busca de tranquilidad, están optando por el auto-asegurarse, es decir, están tratando de optar por no participar en el futuro definido por Xi y el régimen de Beijing.

«Si las políticas del PCCh continúan disminuyendo las oportunidades económicas y la estabilidad a largo plazo de las personas, crecerá el descontento con el Partido. Entre los que tienen medios, algunos ya se auto-aseguran. Ante la inseguridad, están trasladando ahorros al extranjero, deslocalizando la producción y la inversión empresarial, e incluso emigrando a mercados menos inciertos. Con el tiempo, tales salidas parecerán cada vez más atractivas para sectores más amplios de la sociedad china».

Esta es la oportunidad que está perdiendo la actual política de confrontación de Estados Unidos.

«Washington debería pensar en términos de succión, no de sanciones. … Estados Unidos debería dar la bienvenida a esos ahorros (chinos), junto con las empresas, los inversores, los estudiantes y los trabajadores chinos que se van en busca de pastos más verdes. … Eliminar la mayoría de las barreras al talento y al capital chinos no socavaría la prosperidad o la seguridad nacional de EEUU. Sin embargo, sería más difícil para Beijing mantener una economía en crecimiento que sea al mismo tiempo estable, autosuficiente y bajo un estricto control del Partido. En comparación con la estrategia económica actual de Estados Unidos hacia China, que es más conflictiva, restrictiva y punitiva, el nuevo enfoque reduciría el riesgo de una escalada peligrosa entre Washington y Beijing, y generaría menos divisiones entre los aliados de Estados Unidos y las economías en desarrollo… Este enfoque requeriría comunicar que los chinos, los ahorros, la tecnología y las marcas son bienvenidos en los Estados Unidos; lo contrario de los esfuerzos de contención que los excluyen abiertamente. … Si Washington sigue su propio camino, tal vez porque la próxima administración de EEUU opta por una confrontación continua o por un mayor aislacionismo económico, al menos debería permitir que otros países proporcionen puertas de salida para el pueblo chino y el comercio, en lugar de presionarlos para que adopten las barreras de contención que está instalando Estados Unidos».

Lo que Posen quiere ofrecer es la oportunidad de que los chinos individuales y sus familias voten con los pies. Su sugerencia de que Occidente debería abrir “puertas de salida” para los chinos que buscan optar por no participar en la Guerra Fría es reveladora: las «puertas de salida» es una frase que se invoca más comúnmente hoy en día en Washington para discutir posibles términos de paz con Putin.

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Así, dos artículos que supuestamente tratan sobre el tema límite de la desilusión en los círculos empresariales de China y las dificultades económicas actuales de China, se convierten en lecturas de la historia mundial.

La suposición más radical de todas está encapsulada en el subtítulo del artículo de Foreign Affairs de Posen, que declara audazmente que lo que estamos presenciando en China es “la misma vieja historia”. Uno debería detenerse en este comentario aparentemente casual. Aunque pasa por sentido común de las ciencias sociales, es una afirmación asombrosa. Uno se siente tentado a decir, parafraseando a Samuel Johnson, que cuando un analista dice sobre China, con un aburrido encogimiento de hombros, que es la misma vieja historia, es probable que haya terminado su vida intelectual.

Si fuera cierto que algo sobre las complejas historias de Venezuela o Turquía anticipan claramente la de China, seguramente debería ser tenido en cuenta, no como una confirmación de alguna sabiduría obvia, sino como un descubrimiento asombroso y profundamente contrario a la intuición. Este tipo de comparaciones revelan una y otra vez la incapacidad de comprender la magnitud de los proyectos chinos. Esta China sobre la que tan fácilmente estamos generalizando, es un estado cuya población es la misma que la de América del Norte y del Sur y toda Europa juntos, bajo casi 80 años de gobierno singularmente transformador por parte de un partido político históricamente único y aún dinámico que hereda directamente el ADN de la era revolucionaria y conscientemente se orienta a evitar el destino del único régimen al que puede, en un apuro, ser significativamente comparado; a saber: la Unión Soviética.

Como Robert Harding lo expresó muy bien en el FT hace unos días:

«La economía de China desafía las analogías. Así como su crecimiento en las últimas cuatro décadas no tuvo precedentes, sus dificultades actuales (y ciertamente tiene un problema, si no una crisis) son únicas. No es Japón en 1990, Corea en 1997 o EEUU en 2008». (AT: mucho menos Venezuela, Turquía o Rusia)

Puede ser cierto que partes de la sociedad china están sufriendo una crisis de confianza por una serie de razones, pero se requiere precisión. Adam Posen y Li Yuan hablan en términos generales de “confianza” y credibilidad, pero sus narraciones y evidencias en realidad pertenecen a tres grupos diferentes. Los hogares son el centro de la historia de Posen. Presumiblemente, los hogares que cuentan son en realidad el 25 por ciento más rico, concentrado en las ciudades de Nivel 1, que son responsables de la mayor parte del gasto y el ahorro. En segundo lugar, están los jefes de las empresas que no solo siguen las reglas, sino que sus negocios también tienen presupuestos de inversión realmente grandes que son fáciles de inspeccionar para el régimen. Y luego, el tercer grupo, el grupo sin nombre de los «dueños de negocios» que son los interlocutores de Li Yuan. Presumiblemente, no son tan grandes como para que tengan que adaptarse sin más, pero son lo suficientemente significativos como para atraer la atención de un corresponsal del New York Times y vale la pena citarlos.

A través de estas divisiones sociológicas básicas se plantéan preguntas sobre la afiliación al partido, la conexión con las camarillas provinciales y las conexiones institucionales con los bancos y otras fuentes de financiación. Son importantes porque lo que al final queremos saber es cuál de estos grupos está gastando cuánto en consumo e inversión y por qué. ¿Qué tipo de cosas están comprando? ¿Qué tipo de proyectos están llevando a cabo y en qué medida esto aparece en los datos macro? Si la confianza empresarial se tambalea, ¿cuál es el equilibrio entre las grandes empresas privadas que siguen las reglas y la masa de empresas privadas más pequeñas, donde la insatisfacción de los propietarios, expresada tan gráficamente a Li Yuan, gobierna el gallinero?

Sobre todo, lo que necesitamos saber para identificar las causas básicas del malestar actual es hasta qué punto la inversión empresarial privada está deprimida debido al tipo de problemas sectoriales que Posen descarta tan rápidamente. Dado que la propiedad inmobiliaria es la principal reserva de riqueza de los hogares en China, ¿no es probable que sea el principal factor de incertidumbre, en lugar de las opiniones sobre Xi, el partido y los caprichos de su gobierno? El artículo de Li Yuan trata sobre el último paquete de estímulo y los mercados bursátiles, por lo que no necesariamente esperaría una larga discusión sobre la crisis inmobiliaria. Pero es realmente notable el poco espacio que Posen dedica al drama del mercado inmobiliario de China en su artículo de Foreign Affairs.

A primera vista esto es doblemente sorprendente, porque se podría ver la crisis de los bienes raíces como la demostración más importante del capricho del régimen. Eso es a todas luces cuántos promotores inmobiliarios en China ven la política de las llamadas «tres líneas rojas» que se anunció en agosto de 2020 como el punto máximo de la arrogancia del régimen. Pero antes de tomar esa interpretación al pie de la letra, pregúntese por un segundo cómo los prestamistas de hipotecas de alto riesgo y los distribuidores de MBS, o los accionistas de AIG, suelen hablar sobre la crisis financiera de 2007-8. Al rastrear una crisis económica en desarrollo, ¿quiénes son los informantes confiables? ¿De quién son las opiniones que tomamos al pie de la letra y de quién las tomamos con una pizca de sal? ¿Las opiniones de quién son importantes porque, sean correctas o incorrectas, ejercen un poder sustancial en la economía? ¿Las opiniones de quién podemos descartar a causa de su impotencia?

Mi apuesta es que Posen evita hablar de la crisis de la vivienda -abrumadoramente la fuente más importante de incertidumbre en la economía china en este momento – porque causa problemas para su argumentación. Sabe que no se ajusta a su tesis general de que el autoritarismo del régimen es la principal fuente de riesgo para la clase media china moderna y que esto por sí hace que el régimen de Xi sea incapaz de garantizar un crecimiento económico sostenido. A nivel técnico, como explica Michael Pettis, las cifras de depósitos bancarios que Posen cita para respaldar su posición reflejan tanto una mayor tasa de ahorro por parte de los hogares preocupados como una reasignación lejos de los activos de mayor riesgo, más estrechamente asociados con los riesgos en la vivienda. Son, en otras palabras, un indicador de incertidumbre tanto específica como general. Esto no quiere decir que las tendencias represivas y la intención ideológica del régimen sean una fuente de riesgo para la empresa privada y los particulares. Por supuesto que lo son. Pero el régimen también ofrece ventajas y protecciones. Y esos no son simplemente fríos consuelos. No se puede generalizar con sensatez sobre una espiral descendente hacia una relación cada vez más abusiva, como sugiere la narrativa de Posen. El desempeño por sectores no es un mero detalle. Todo es importante. Lo que es decisivo es si Beijing acierta con su política y esto refleja cuestiones específicas de política y economía política que van más allá de la simple frontera entre lo público y lo privado. Estos equilibrios de intereses más complejos fueron determinantes en la gestión del COVID, de la crisis inmobiliaria, de la crisis de la deuda, en la guerra económica con EEUU. Serán el tema de próximas entregas.

*Profesor de historia y director del Instituto Europeo de la Universidad de Columbia. Su último libro es ‘Crashed: How a Decade of Financial Crises Changed the World’, y actualmente está trabajando en una historia de la crisis climática.

ADAM TOOZE

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