Pornificación de la protesta – Por Alana Viera

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Pornificación de la protesta

Por Alana Viera*

¿Quién se pajea viendo nombrando usurpando expiando (no son terroristas) al “pueblo digno”?

¿Cuáles son las similitudes entre la pornografia y la lucha social? Esta es una pregunta escandalosa para algunos, pero obvia para otros. Merodea en mi cabeza desde hace poco más de un año, cuando en Perú ocurrió por enésima vez otro estallido social: inició en el mundo analógico y murieron unos, para ser narrados por otros. Luego, esos otros escribieron sus tweets (que se convirtieron en libros), recogieron las medallas y se convirtieron en portavoces, esta vez, virtuales y analógicos de una nueva/ vieja revuelta.

Las voces que, con mordazas sonoras se alzan desde los políticos y militantes de izquierda ante las protestas en el Perú, muestran el carácter extractivo y pornográfico de la política (de izquierda) la cual, al producir y reproducir sus palabras pastosas[1], debilitan el surgimiento de una revolución. Una en la cual sea posible que la robusta clase de los oprimidos se sobreponga de su opresión a través de prácticas políticas liberadoras que lograsen derribar el sistema en el cual estamos participando (algunos, con más voluntad que otros).

La política produce y es producida por intelectuales e influenciadores, (todos jugando para el sostenimiento de un orden social, económico y político específico) dentro de la democracia representativa. Gramsci, antes que yo, ya nos dejó un claro panorama: la clase de los oprimidos, los nadie, carecen de intelectuales orgánicos y cada persona que ha intentado serlo ha terminado coptada por el poder, la religión y la promesa del progreso[2].

Si tú estás leyendo esto y te estás molestando conmigo, te pido que te detengas. Lo más probable es que te estés identificando con el personaje equivocado, ya que los/ les/ las falsas intelectuales necesitan consumidores/ seguidores/ militantes/ activistas (ahora sí, puedes molestarte). En este punto, la fabricación del consentimiento estudiada por Chomsky es más vigente que nunca: nos necesitan para ser la masa obediente que valide su expertise a costa de nuestro desconocimiento.

Este es el resultado de años de sostenimiento de la vieja política (en nombre de una nueva política) en nombre de sus nociones de democracia y pueblo, así como de la escasez de voluntad revolucionaria para la invención política y la falta de coraje para sostener un carácter crítico que nos lleve a desmantelar instituciones sociales como la familia, el matrimonio, el partido y la patria. Estas nociones e instituciones, normalizadas con sangre, se alzan como verdades absolutas que nada tienen que ver con nuestra capacidad para la política -que no es otra cosa que inmiscuirnos plebeyamente en los grandilocuentes asuntos de la polis– lo que no termina siendo enteramente falso, pero sí, al menos, somáticamente asumido.

Pensar el cuerpo vivo como una somateca es desplazar los conceptos contemporáneos más trascendentales de la era de la individualidad: el ser, la esencia, la separación cuerpo-alma-espíritu, sobre los que se fundan las verdades naturales del mundo prostético digital: somos más nosotros mismos cuando expresamos quiénes somos en la virtualidad. Los veteranos en X o Facebook; los más jóvenes en Instagram y TikTok. Lo cierto es que, estamos produciendo nuestro ser digital al tiempo que congelamos en la comatosa complacencia de la observación el cuerpo analógico. Y es ahí donde la era post industrial del porno se hace lugar en nuestra forma contemporánea de hacer política, porque hacemos de la política un mecanismo capaz de producción pública de lo privado y espectacularización de la domesticidad[3] .

Hacer de la protesta la porno de cierto sector no requiere ingredientes muy rebuscados y contrario a lo que se podría suponer, deja fuera la imaginación para reproducir las formas clásicas de opresión. La repetición constante de las imágenes, los gritos, los disparos, hacen que la cotidianidad de la muerte se convierta en espectáculo público. El ojo que observa desde su móvil y encuentra una vía de desfogue en sus cuentas de redes sociales para mostrar su “indignación” hace parte de la producción cultural y activista de la época.

Pero, ¿se obtiene algo de esto? Quizá la pregunta pertinente sea, ¿cuándo se habrá extraído lo suficiente? Hemos visto suceder, uno tras otro, conflictos, estallidos, protestas, paros y cada uno devino en los mismos procesos de domesticación y gestión gubernamental (y no gubernamental) de la legítima rabia ante condiciones que no solo extraen petróleo y mineral. También extraen la potencia de quienes, puestos para remover las estructuras, terminan en un taller para aprender a quejarse sin incomodar.

A más de un año de las protestas, luego de la intervención de las ONG’S y/o partidos progresistas, se sostiene con un poco más de sangre, la democracia representativa y sus instituciones, porque mientras el gobierno sigue matando, las ONG’S y los partidos izquierdistas y neoliberales siguen tranzando para sacar adelante otro proyecto de desarrollo y ser el personal a cargo de ponerle nombre a los problemas y apresurar las soluciones para que no se nos ocurra otras posibilidades.

La idea del comunismo merodea como un fantasma e insisten en que ha muerto, pero los que seguimos discutiéndola la traemos a la vida una y otra vez, tentando un poco más, al punto en el que todas esas ganas de cambiarlo todo puedan una vez más apostarle a la idea radical de que es necesario abolir todas y cada una de las categorías políticas que nos oprimen para hacernos por fin, universalmente iguales.

“Las dificultades son tomadas en una red donde es posible, aunque difícil, conocer su lugar, su entorno, la forma de acercarse, a ellas… podemos hablar de un espacio de posibles fracasos. Y es en este espacio donde el fracaso nos invita a buscar, a pensar, el punto en el que de ahora en adelante se nos prohibirá fracasar”.

Alain Badiou.

*Lesbiana, militante comunista y parte de la Asociación Liberación Artística (Perú), espacio en el que se promueven  las creaciones artísticas contraculturales y el pensamiento crítico para la invención de nuevos sentidos comunes. Colaboradora del Instituto para la Democracia Eloy Alfaro (IDEAL).


[1] Como diría Sartre en el prólogo que le hace al libro “Los condenados de la tierra” de Franz Fanon para referirse a la falsa burguesía de los países colonizados.

[2] Recomiendo la última parte del podcast sobre “Los intelectuales” del podcast “Overthink”, donde se hace un análisis de la postura de Gramsci en este aspecto.

[3] Pornotopía: Arquitectura y sexualidad en “Playboy” durante la guerra fría. Paul B. Preciado.

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