La Argentina indefensa – Por Mariano Pi

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

La Argentina indefensa

Por Mariano Pi, especial para NODAL*

La cercanía de dos fechas relevantes para la historia argentina reciente, el 24 de marzo y el 2 de abril, que respectivamente conmemoran el Golpe de Estado de 1976 y el inicio de la Guerra de Malvinas en 1982, nos abre espacio para reflexionar sobre algunos aspectos de entre los muchos que las enlazan, tanto en el pasado, como en el presente y, fundamentalmente, en el futuro.

El escenario global ha cambiado dramáticamente desde principios de siglo. La hegemonía arrogante del eje anglosajón ha dado paso a su irreversible y acelerado proceso de colapso sin que se vislumbre en el horizonte un nuevo liderazgo ordenador. La ausencia de un nítido sistema-mundo de reemplazo al actual orden internacional en crisis, preanuncia un largo período de inestabilidad y tensiones capaz de incubar las condiciones para el posible estallido de conflictos de magnitudes y características imprevisibles y, también, catastróficas para el conjunto de la humanidad. Con el escalamiento de varios conflictos armados a nivel mundial, esta discusión, lamentablemente, ya está a la orden del día.

Las grandes potencias luchan por consolidar sus posiciones. Las medianas por encontrar su lugar en las mesas de decisiones amparadas desde su poder y protagonismo regionales. Los países del nuevo «tercer mundo» se preparan para resistir este vendaval de transformaciones que supone un riesgo efectivo a su mera existencia.

Como es evidente, nuestro país no es una potencia de proyección global, y es claro que en los últimos años ha perdido el tren que le hubiera permitido consolidarse como un líder regional. De esta manera, y siguiendo el dicho por el Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, si no estamos entre los comensales, es probable que seamos la cena.

Ya son harto conocidos los criminales planes de desintegración social y territorial que las elites financieras globales, y sus think tanks asociados, han promovido para los países “no integrados” a su globalización restringida. Nuestros territorios, convertidos en “tanques de recursos” a lotear entre los depredadores, no alcanzan a ojos de la elite, el status de naciones soberanas. Ni de hecho ni derecho.

La Argentina en el abismo

La Argentina, con su inmensa geografía bicontinental y marítima, biodiversidad y recursos naturales, indefensa, despoblada, y con una clase dirigente divorciada de los avatares de un pueblo hundido en el escepticismo y el desinterés efectivo por los grandes problemas nacionales, aparece en este contexto como candidata preferencial en el cono sur para ser “partida y repartida” como descaradamente sentenciara un mediático rabino del macrismo hace apenas unos años.

En esa misma orientación, se buscó instalar la discusión sobre el separatismo “mapuche” en base a acciones “fantasmales” de una supuesta guerrilla indigenista sin representación, organización, ni estructura de combate, combinada con la represión salvaje, indiscriminada y provocadora de los agentes de la desintegración nacional, con Patricia Bullrich como ministra de seguridad del macrismo a la cabeza.

Tiempo después, el entonces presidente de la UCR Alberto Cornejo declaró la posibilidad de la salida de Mendoza de la república, mostrando simpatía por el movimiento secesionista, el Mendoexit, impulsado por liberales y embajadas extranjeras en la provincia cuyana.

Le siguieron el mediático economista Javier Milei, hoy presidente de la nación, proponiendo la división de la Argentina en dos países; Gerardo Morales gobernador promotor del “norte grande” sancionando ilegalmente un proyecto constitucional secesionista en la provincia de Jujuy; y recientemente los gobernadores de las provincias patagónicas eligiendo “presidente” de una región bautizada con el nombre “fundacional” de “Provincias Unidas del Sur”, con una simbología abiertamente sionista como divisa de provocación.

La promoción de la desintegración territorial de la Argentina como respuesta a problemas irresueltos del modelo de desarrollo, permanece hace años en el tope de la agenda política y práctica de las fuerzas anglófilas de la Argentina. Estas involucran ministros, gobernadores, legisladores nacionales y hasta al actual presidente de la nación.

Recientemente, y con motivo del sospechoso diferendo entre la Nación y los gobernadores patagónicos, no faltaron dirigentes progresistas alentando “por izquierda” las políticas de disolución nacional como forma de “preservar posiciones” frente a la embestida liberal del poder ejecutivo nacional.

Por otra parte, personalidades, intelectuales y referentes que adhieren fervientemente a las Corrientes Nacional Populares desde hace años denuncian sin descanso el proyecto de balcanización que viene esbozándose para la Argentina.

Es decir, la continuidad histórica de nuestra Patria, como tal, está puesta en duda, en discusión y controversia. Ya no en el plano de las ideas, sino en el orden de la acción política práctica y de fuerza. Todo en un contexto de fuerte penetración de intereses foráneos en la estructura misma del «deep state» argentino y de creciente inestabilidad política, económica e institucional nacional, configura un desafío estratégico de extensión y profundidad en el corto y mediano plazo.

En otro eje de desafíos estratégicos, nos encontramos con el conflicto abierto por el control de la Cuenca del Plata, la vía troncal de navegación, y su extensión al dominio del Atlántico Sur. Abierta la discusión sobre la recuperación de la soberanía argentina sobre el río Paraná y el comercio exterior argentino durante la gestión de Alberto Fernández, la respuesta regional fue contundente: la bolsa de comercio de rosario, en manos de las grandes cerealeras extranjeras, rechaza con falsedades y tergiversaciones la estratégica obra del canal magdalena y el pase a manos del estado de la concesión del Paraná.

Al mismo tiempo, Estados Unidos desembarca con su Ejército en el tramo paraguayo de la cuenca, impulsa un convenio de 100 mil millones de dólares con Brasil para su integración al complejo militar-industrial norteamericano, se promueve la marginación, condena y expulsión de Argentina del MERCOSUR y un congresista paraguayo alienta públicamente la necesidad de ir a la guerra contra nuestro país. Estas últimas declaraciones en contexto, no debieran haberse tomado tan a la ligera por quienes en su momento abordaron del mismo modo indolente y arrogante, la posibilidad de un golpe de estado en Bolivia o en Brasil, sobre todo cuando hoy vemos la intención del gobierno de Milei de que el Ejército de EEUU asuma el control directo del Paraná, del Rio de la Plata y de la salida argentina al Atlántico Sur, mientras Brasil coquetea con la sugerencia de una internacionalización de la mal llamada “hidrovía”.

Sin ahondar en detalles sobre su importancia estratégica -que por otra parte han sido largamente explicitados en los últimos años- queremos recordar que el “día de la soberanía nacional” fue instituido en nuestro país recordando las batallas que a lo largo del Paraná dieron nuestros patriotas contra las potencias europeas y sus agentes que pretendían la internacionalización de la vía navegable. Y que tras la derrota nacional de Caseros, dicha internacionalización de hecho adquirió rango constitucional.

La batalla geoestratégica

La crisis estructural terminal del régimen económico-social argentino post dictadura, vuelve a poner la soberanía sobre el Paraná, el Rio de la Plata y el Atlántico Sur al tope de la agenda de asuntos estratégicos a resolver como condición sine qua non para poder seguir siendo, literalmente, una nación.

Esta es una batalla que está en pleno desarrollo y que configura una segunda amenaza geoestratégica existencial para nuestro país, que requiere un compromiso igualmente existencial de la nación en su conjunto abordando su tratamiento integral desde el punto de vista de la economía, la política, la cultura y, por supuesto, desde los planos diplomático, estratégico militar y de seguridad nacional.

En un tercer eje de amenazas convergentes, se ha podido develar durante los últimos años el entramado de intereses británicos en la zona patagónica del paralelo 42, con la estancia de Lewis y su radio de influencia en la zona andina, su aeropuerto privado para aviones de gran porte en la costa patagónica, y la penetración efectiva de sus intereses en los tres poderes del Estado Nacional y provinciales de la región, particularmente de Rio Negro y Chubut. Algo que fue peligrosamente complementado durante la gestión de Alberto Fernández con la entrega a corporaciones australianas proveedoras del complejo militar-industrial anglosajón, del puerto de sierra grande y cientos de miles de hectáreas en la zona, a un mes de anunciado el tratado militar ofensivo AUKUS entre Australia, Reino Unido y EEUU.

A esto debe sumarse la reciente extensión de las reclamaciones británicas en el Atlántico Sur y sus acuerdos de defensa común con un Chile que arremete con nuevas reclamaciones sobre mar territorial argentino, bajo un gobierno progresista que ha “evitado” que asuma una oposición liberal que embanderó su campaña con la consigna de enfrentar el “expansionismo” de la Argentina.

Sin extendernos demasiado, no podemos dejar de mencionar el escándalo del ilegal radar británico, con capacidades de uso militar, en Tierra del Fuego, y el hundimiento del ARA San Juan en zona de conflicto con la ocupación británica, cuya investigación fue cerrada sin realizar un solo peritaje de concordancia entre los registros de la explosión y el estado del submarino hallado, contentándose los tres poderes del Estado con la sola exposición de la “sospecha” de un accidente.

Establecidas las posiciones del enemigo británico y sus aliados en la Patagonia y el Atlántico Sur (que exceden por lejos lo que aquí esbozamos como más peligroso y evidente), donde casualmente se desarrollan las más potentes tendencias secesionistas “por derecha y por izquierda”, y donde recrudecen la disputa estratégica militar por la proyección del predominio marítimo y antártico, no podemos más que considerar este eje como una amenaza geoestratégica existencial de primer orden.

A ningún analista militar se le escapa la ventaja indisimulable que en caso de conflicto tiene nuestro país respecto de sus adversarios regionales y extra regionales por el solo hecho de contar con un amplio espacio continental como plataforma para acciones ofensivas y para la maniobra en amplias operaciones defensivas en toda la región. De ahí la importancia fundamental que adquiere para el enemigo el objetivo de poder cortar en dos el movimiento, las cadenas logísticas y de comunicaciones presionando sobre el paralelo 42, deconectando y poniendo en crisis de emergencia, la viabilidad de la Argentina en ambos espacios geográficos resultantes.

El abismo que representa para el país la convergencia de corto plazo, en tiempo e intereses, de estos tres ejes de desafíos estratégicos existenciales, exige un reseteo en la mentalidad de la dirigencia, la militancia, la intelectualidad y la masa del campo de las fuerzas de la nación. Las magnitudes de los desafíos requieren otra cultura y otros valores, capaces de permitir su abordaje con posibilidades de triunfo, y al mismo tiempo, que funcionen como incubadora de nuevas iniciativas y capacidades nacionales.

Como los actuales conflictos mundiales en desarrollo lo verifican, esta cultura y estos valores necesarios para producir resultados operacionales, concretos y efectivos, están bastante alejados sino en directa confrontación con los inoculados por los think tanks del enemigo y propagandizados orgánicamente por sus agentes liberales, progresistas y conservadores en todos los campos de la acción política y cultural sobre la dirigencia y la sociedad argentina.

Hoy más que nunca se requiere de un proceso de nacionalización compulsiva de la dirigencia y de la sociedad argentina en su conjunto: necesitamos más pensamiento nacional, más unidad nacional, más programa nacional y más política nacional para hacer viable el proyecto nacional de todos los argentinos.

El campo estratégico-militar

El «impasse» producido por la asunción de Milei en la positiva evolución que el pensamiento militar argentino venía desarrollando, pone en peligro una serie de logros en el campo estratégico nacional que habrán de tener que consolidarse y profundizarse por otros medios hasta que se puedan recrear las condiciones para el retorno a un sendero de normalidad institucional.

Las responsabilidades de las organizaciones de la sociedad civil, sus referentes, dirigentes e intelectuales, adquieren entonces una primordial relevancia para la lucha por garantizar la existencia misma de nuestra nación y de nuestro pueblo.

Ha caducado por ahora y para siempre, el derecho a la distracción.

*Coordinador de la Red Federal de Investigación ARA San Juan y analista de la Academia del Pensamiento Estratégico.

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