El mensaje de Fujimori: todo vale para salvar al régimen – Por Laura Arroyo Gárate

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Laura Arroyo Gárate *

Que anuncien que Alberto Fujimori es el candidato de Fuerza Popular responde a una estrategia comunicativa antes que, a una realidad efectiva, al menos de momento. Esto es cierto. Pero ese desdén sobre si es o no posible o, incluso, como cortina de humo sin objetivos resulta imprecisa.

El fujimorismo, al fiel estilo de las ultraderechas internacionales, no hace anuncios sin objetivos políticos. Y este lo tiene. Se trata de un mensaje dirigido al gobierno de Dina Boluarte, a la vez que, a los poderes en el Perú, a la vez que un globo sonda que les permite marcar la agenda en torno a un tema del que quieren hablar en lugar de uno incómodo. Esto es habitual en el fujimorismo. Y por lo mismo el análisis no puede ser «no hables de esto», sino, intentar dilucidar por qué Alberto Fujimori como candidato es un mensaje para los poderes.

Lo primero que sorprende es, valga la redundancia, la sorpresa generalizada en algunos análisis. Lo cierto es que llama la atención que todavía haya quien se sorprenda de que Fuerza Popular sea un clan familiar y no un partido democrático.

Cada vez que alguien señala que con esto queda demostrado que no hay democracia interna en Fuerza Popular resulta, cuando menos, tierno. ¿Cuándo ha sido FP un partido democrático? Y, de qué democracia se habla cuando defiende y sostiene a dos dictadores: Fujimori, primero, y Boluarte, después. Seamos serios. Pero, por otro lado, está también la sorpresa frente a la mentira. Hay quien todavía afirma que con esto queda claro que Alberto Fujimori mentía sobre su situación de salud. ¿Nos sorprende? Lo que debería indignarnos es que esa mentira le valiera un indulto y está claro que no fue por la humanidad de Boluarte, sino por el pacto entre poderes.

El fujimorismo tiene a Boluarte en la mano porque cogobiernan. Finalmente, sorprende también el argumento legal que ha sido ampliamente defendido esta mañana. Claro que Fujimori no puede postular pues tiene condena, pero ¿Cuándo las leyes han sido impedimento del fujimorismo para nada?

Que postule finalmente o no dependerá de la firmeza de una ley, sino de la disputa ideológica y política. Y esto, ojo, no supone sólo una batalla contra el fujimorismo partidario (es decir, Fuerza Popular), sino contra el fujimorismo establecido. Es decir, contra el fujimorismo mediático, el fujimorismo económico, el fujimorismo judicial y el fujimorismo político (sin mencionar al fujimorismo militar). El fujimorismo es mucho más que Alberto Fujimori y que Fuerza Popular. Deberíamos tener esto claro hace mucho tiempo. La disputa es con todo ese ecosistema y no sólo con él, por ahora, anunciado candidato.

Para esto último es fundamental dejar el habitual análisis que muchas veces en Perú se circunscribe a argumentos técnicos (el tecnocratismo de la opinión). No se puede analizar al Perú como si viviéramos aún en un estado de derecho cuando evidentemente no es así. Y no es así precisamente porque la arquitectura de poder creada por Fujimori construyó alianzas que dieron mucho poder a unas élites nunca elegidas y menos poder a los representantes resultantes de los procesos democráticos. Si a esto añadimos que esos procesos tampoco son respetados, tenemos el combo completo: sin democracia, no hay estado de derecho. Por eso es importante recordar que al fujimorismo no se le vence con argumentos legales sino políticos. E, insisto, el fujimorismo es todo ese ecosistema de poderes y no sólo el partido político.

Keiko Fujimori, al fiel estilo de la ultraderecha mundial, está lanzando un mensaje con el objetivo de valorar cómo se posicionan los grupos de poder con el fujimorismo como “alternativa” a Boluarte. Desde los Roque hasta los Miro Quesada han de responder explícita o tácitamente al llamado. No es un mensaje sutil ni pretende serlo. Busca sopesar esa carta en tanto alternativa a una dictadura que, si bien se sostiene gracias al pacto entre las élites, se sigue reconociendo como «ajena» a esas mismas élites. Si bien el fujimorismo cogobierna en esta dictadura desde sus inicios, lo cierto es que apostar por una figura tan clara como la del excitador supone una lectura política. Supone una declaración de intenciones: todo vale para salvar al régimen. Alberto Fujimori rompe esta distancia entre gobierno actual y poderes, pero a la vez, como es obvio, trae otros problemas. Pensemos en el perfil Fujimori.

La apuesta no es casual. Alberto Fujimori representa una figura de continuidad con el régimen que esta dictadura no sólo sostiene, sino que agudiza. Dina Boluarte ha construido el edificio de su dictadura sobre los cimientos que Fujimori construyó. De ahí que la velocidad en que han desmantelado lo precario de una democracia de lo formal peruana, haya sido tan elocuente. Pero, como decíamos, Alberto Fujimori es también una pieza que polariza con mayor ferocidad en un país que tras las elecciones de 2021 se encuentra en rebeldía contra ese sistema de y para las oligarquías. Hay una conciencia en ciertas derechas peruanas (todas ultras a estas alturas) de que el próximo escenario electoral será mucho más amenazante para los poderes y que, por lo mismo, toca ir con todo. La bestialización del neoliberalismo en su versión peruana. Milei es el ejemplo claro en Argentina, Trump en EEUU, del mismo modo que el fujimorismo necesita su carta de más peso. La edad no es un tema, porque se trata de un símbolo, no de un presidente «para» gobernar, sino de un modelo para preservar con su mejor representante como icono. Y es frente a ese modelo que existe desde hace mucho una alianza popular evidenciada en distintos espacios políticos y de organización social, que son la alternativa.

La insurgencia a la que llaman muchos en los últimos meses ya existe y no sólo desde el 7 de diciembre de 2022, sino desde las elecciones de 2021. El voto por Castillo fue también una insurgencia (en clave electoral) a la apuesta de los poderes. Y de ese camino no se ha vuelto. Fujimori entra en ese contexto a dividir el escenario asumiendo que desde las posturas transformadoras habrá candidatos que sean muy amenazantes para el poder. Sin embargo, Fujimori rompe también la posibilidad de crecer en las derechas. El voto ultra no les basta. Sin embargo, ese análisis está siendo realizado en las derechas. ¿Dónde está el análisis en las izquierdas? Lamentablemente, no ha avanzado mucho en su actualización a partir de las circunstancias. Siguen apostando, algunas, a la carta del centrismo que supone la rendición frente al régimen mientras que, desde espacios más populares que institucionales, apuestan por sostener la carta de Castillo. Esto puede parecer errado para algunos, pero es mucho más inteligente y convocante de mayorías que la apuesta por la moderación y el centrismo. Lo ideal sería construir un frente a partir de ambas posturas sin forzar la renuncia de ninguna bandera entendiendo que la principal es la constitucional. El mensaje de Fujimori va también en esta línea.

Queda claro que si el fujimorismo apela a usar la carta del arquitecto del régimen del 93 es porque saben que ese es EL gran tema de disputa. No es Palacio de Gobierno lo que quieren recuperar únicamente. Es la permanencia del régimen lo que quieren garantizar. Por eso, quienes decían -y siguen diciendo- que la Constitución no es una prioridad, se equivocan. Nuevamente, la derecha tiene claras las prioridades de disputa. Un espacio amplio y democrático que no considere la urgencia de un escenario electoral constituyente, habrá perdido la oportunidad no sólo de construir una verdadera alternativa al régimen del 93 que hoy representan todos los poderes, sino que seguirán abonando razones para que desde los espacios populares continúen esa insurgencia que nunca respondió a los llamados ni de los partidos ni de excandidatos, sino de un anhelo de democratización del poder.

Esa es la clave de lo que viene y el anuncio de la candidatura de Alberto Fujimori es una evidencia.

* Estudió Linguistica en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Autora del podcast “La Batalla de las palabras”

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