Hebe, ternura a los gritos – Por Carolina Valencia Bernal

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Hebe, ternura a los gritos

Carolina Valencia Bernal, especial para NODAL*

 

Las muertes de personajes icónicos, de líderes/as sociales, de activistas y luchadores/as por los derechos humanos, de políticos comprometidos, de seres humanos asesinados o personas que por el desempeño de sus oficios aportaron y dejaron huella en la humanidad, siempre nos conmueven, siempre nos harán mella en algún pedacito del alma.

Pero es que la muerte de una mujer como Hebe de Bonafini, no solamente humedece el alma, sino que al mismo tiempo nos otorga más coraje, fuerza y corazón para seguir adelante con la lucha que ella encabezó; un jueves de 1977 a las 15:30hs;  con un simple gesto de amor que fue, ponerse un trapo blanco a modo de pañoleta en su cabeza y salir a pedir que devolvieran a los detenidos desaparecidos de la última dictadura que empezara el 24 de marzo de 1976,  en una época en la que el simple hecho de mostrarse contrario al régimen establecido era un delito.

En esta columna no tengo que recordar quién fue Hebe de Bonafini, ni lo que hizo por la democracia y los derechos humanos en Argentina y que trascendió al mundo entero con su espíritu inquebrantable y su rebeldía, la cual por ser ama de casa y madre, no era de esperarse en esas épocas, pero no por eso menos válida. Amada y odiada, depende del lugar desde dónde se la mirara, siempre se caracterizó por su liderazgo y su rigidez en el carácter el cual le trajo alguno que otro problema, pero siempre fiel a sus convicciones y a su aprendizaje post desaparición de sus hijos y nueras; ellos le enseñaron el valor de la lucha y le dejaron la tarea que ella asumió de defender los derechos de todas y todos.

Nunca se atribuyó triunfos propios, ella únicamente se dio con amor a una lucha colectiva a la que cientos de madres y familiares luego se sumaron. La importancia de su magnetismo era precisamente ese, su entrega y su despojo de triunfalismos, la lucha era de todas, de todos, del pueblo; de las Madres.

Pensar en ella, me hace sentir satisfecha con lo que las mujeres somos capaces de hacer por amor, por dolor y por la vida. Y, me hace reflexionar a cerca del movimiento que surgió en Colombia después de los “falsos positivos” en el gobierno de Álvaro Uribe Vélez las, “Madres de Soacha”. Un colectivo de mujeres, madres de jóvenes asesinados por miembros de él ejército de Colombia, en la guerra contra las FARC para dar resultados efectivos sobre bajas a los llamados “insurgentes o terroristas” y dar así la impresión de estar diezmando a los distintos comandos de las FARC en el país.

Bonafini se vistió de guerrera, con su pañuelo blanco en la cabeza y salió a las calles animando a muchas más madres de personas desaparecidas; se vistió de coraje y salió a dar la vuelta a la Pirámide de Palza de Mayo, todos los jueves a la misma hora para pedir, para reclamar, para exigir por el paradero de sus familiares. A pesar del frío, del calor, de la edad, del cansancio; a pesar de la caballería que las atacó como si de un comando armado se tratara; a pesar de que las llamaran “las viejas locas”.

Esas viejas locas, inspiraron a un país entero, al mundo entero y nunca dieron tregua, nunca se dejaron vencer y aún hoy siguen su vuelta semanal en la Plaza de Mayo, exigiendo justicia.
La conocí en el edificio donde funciona la Universidad de las Madres, en la Av. 25 de mayo al 552; ahí mismo hay un bar y está muy cerca al Cine Goumont.  Al salir de alguna función me gustaba ir allá a comer una pizza y beber una cerveza y dejarme confundir con cualquier local, dejarme seducir por todo lo que ellas representan, en medio de murales del Che, de Fidel, de la Patria Grande y de ellas y su lucha.

Luego la vi en la celebración de un 1 de mayo, en Plaza de Mayo, mi excompañero entonces quien es artesano, llevaba un regalo para ella, así que nos acercamos y logramos entregarle un bastón que él había tallado. Fue hermoso, aún me sigue emocionando su cercanía, la fortaleza que emanaba de su entorno, su potente y ronca voz de mando, con ese deje y mirada de ternuras como si todos fuésemos sus hijos; a pesar de su figura de abuelita frágil. Ella no era una ancianita cualquiera, ella era la Madre cofundadora de Madres de Plaza de Mayo, y su figura representa fuerza, valor, lucha y cambios.
Su amor por la democracia, su amor por las luchas populares, por los desprotegidos, por la verdad y la justicia, es un faro que nos seguirá guiando en el camino oscuro y pedregoso de exigir dignidad, verdad, de pedir castigo para los genocidas, juicios y orden moral y, reparación para las víctimas de todo Estado Criminal; y, para restituir los derechos adquiridos y los que faltan.
Este es un homenaje desde Colombia y en colaboración con un artista argentino “Juan Laguna” a todas las Madres de Plaza de Mayo, a todas las mujeres luchadoras y guerreras que aún perseveran por la verdad; a Estela de Carlotto para que siga en pie y hacer desde aquí el aguante para todas ellas, “Viejas Locas” queridas y amadas que me representan como mujer y como defensora de todos los derechos de las personas en el mundo.

 

Seguimos sembrando amor para derrotar al odio.

Dejo para el final este escrito del artista plástico de Lomas de Zamora, Juan Laguna https://www.facebook.com/juan.laguna.3591267

ERA UN PAÑUELO
“Era un pañal y, yo me acuerdo.
Era un pañal, que a modo de pañolo, pusiste en tu cabeza:
era un pañal, bordado en punto cruz
con apenas un nombre y una fecha.
Era un pañal y,¡ yo me acuerdo compañera!
Porque mi vida en esos años era apenas primavera.
Era un pañal y, el juicio de las juntas,
la obediencia debida y el punto final.
La aparición de los pañales descartables,
Descartables como ellos, creían a nuestros hijos;
transformaron, los pañales en pañuelos.
Y allí, seguían el reclamo intacto y el pecho abierto.
Era un pañal y, ¡yo me acuerdo compañera!
Y no menciono tu nombre, por respeto.
Eran importantes para vos, los otros nombres.
El de Alejandro, Elvira, Floreal, Pedro;
Francisco, Marcela, Augusto.
Era importante Osvaldo, el hijo de doña Margarita
del almacén de la otra cuadra;
a quienes también, desaparecieron.
Era un pañal, yo me acuerdo.
Estaba allí cuando se transformó en pañuelo:
y cuando el “Flaco del Sur” mandó bajar los cuadros;
fuiste guía y memoria de los nuestros.
Te juro, haremos tronar el escarmiento:
A los Magneto, lameculos, vendepatria.
Querida vieja,
con la vida te prometo, a nombre,
a nombre de tu pueblo”.
Juan Laguna

* Periodista

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