Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Rudecindo Vega Carreazo *
La política es un negocio y, como todo negocio en Perú, puede ser mercantilistamente formal, informal e ilegal. La política sirve para llegar comercialmente al gobierno y poder y, desde ellos, usarlos para enriquecerse, protegerse y aplastar adversarios. La política es un gran mercado, en Perú, una gigantesca cachina nacional que recicla todo: usados y sentenciados.
En ese mercado político, muy liberal, funciona como nunca el “dejar hacer, dejar pasar”, fluyen negocios formales e informales, legales y criminales. La corrupción en beneficio propio, que destruye al estado e integridad ciudadana es su signo más notorio.
Las definiciones conceptuales de la política como el arte de buen gobierno o del gobierno centrado en el interés general, nacional, patriótico son ajenos, lejanos, arcaísmo puro.
Aristóteles postuló la política como extensión de la ética, como la organización y administración del gobierno de la polis (ciudad, estado) en aras de la justicia y felicidad del ciudadano; hoy sabe a Paleontología. La política, en Perú, es la apropiación del estado y gobierno por organizaciones particulares, criminales, según la Fiscalía de la Nación, para beneficio propio.
El interés general y ciudadano, de la nación y patria, desapareció de su definición, como guía de su significado.
Los partidos y organizaciones políticas, en ese gran mercado político nacional, mayoritariamente han sido convertidos, por sus líderes o fundadores, en vientres de alquiler, clubes electorales, empresas y hasta organizaciones criminales. No están sujetos a principios públicos, solo a intereses ocultos y lucrativos de quienes los dirigen; las leyes políticas electorales han sido adecuadas a su antojo. Es equívoco juzgarlos por las reglas de la política tradicional, debemos entenderlos según las reglas del mercado formal, informal y criminal. Los estudios de Maurice Duverger sobre los partidos políticos como representación de grupos sociales, políticos y económicos que desarrollan una ideología mediante una estructura organizativa cuyo principal objetivo es acceder al poder y pueden ser de masas o cuadros; lamentablemente desconocidos, se perdieron en el tiempo.
Las leyes políticas y de partidos se elaboraron pensando en los partidos tradicionales, cuando eran los medios para la competencia ideológica y representación ciudadana en el gobierno; ninguna sirve ya para dicho propósito, todas han sido manoseadas para convertir a los partidos en negocios legales y criminales que permiten capturar el gobierno en provecho propio.
En Perú, siempre dado a la fragmentación y diversidad partidaria, formalmente, en tiempos de ideología, hasta el siglo pasado, podíamos hablar de tres tendencias: la conservadora y liberal de derechas, la socialista y comunista de izquierdas y la de centro acomodaticio como el aprista; ese régimen tradicional de política formal sufrió cambios drásticos con la irrupción de sectores que no se sentían representados por ninguno y si afectados por todos.
En los 90, surgieron nuevas organizaciones, muchas desprendidas de los partidos, con líderes particulares arrinconados en sus partidos de origen, sin los pesos de las estructuras orgánicas e ideológicas; casi todos tienen frases y lemas como nombres más que definiciones doctrinarias. Las tres grandes tendencias se ampliaron y masificaron, sin saber su ubicación, a la derecha, izquierda y centro se añadieron la extrema derecha y extrema izquierda.
En estos tiempos, con la deformación de las reglas políticas electorales impulsadas por Vizcarra y desarrolladas a su antojo por el actual congreso, el mercado de partidos políticos se ha masificado, de mercado minorista se ha convertido en mayorista, oferta de todo y para todos.
La fragmentación nacional y regional de partidos en el Perú, más que récord Guinness es un escándalo: 43 partidos inscritos, 30 en trámite en el JNE, muchos en cancha integrando militantes y creando comités provinciales y cerca de 100 partidos regionales (mal llamados movimientos) son una muestra de ello. Las definiciones ideológicas y doctrinarias del siglo pasado ya no sirven para organizarlos e identificarlos; ahora tenemos 7 grandes e inútiles categorías: extrema derecha, derecha, centroderecha, centro tan gaseoso como amplio, centroizquierda, izquierda y extrema izquierda. Es un gigantesco laberinto, difícil de entender y encontrar la salida, es el tragidrama del Perú y los peruanos.
Las elecciones nacionales, regionales o locales para presidente, senadores, diputados, parlamento andino, gobernadores regionales, alcaldes provinciales y distritales no son competencias de líderes, representantes, dirigentes, tribunos o pensadores de ciertos sectores sociales, políticos o económicos. Menos un espacio de debate ideológico, doctrinario, ni siquiera programático que sería lo mínimo requerido. Son una gigantesca feria faranduleada de ofertas de frases e imágenes, de personas y personalidades, donde importa el marketing y publicidad no el producto ni su calidad. En esa feria mercantilista electoral se ofrece de todo y ocurre de todo con la finalidad de vender su producto: hay competencia leal y desleal, productos con falla y sin falla, nuevos, viejos y reciclados; negocios limpios y sucios, operaciones legales, turbias y criminales. Las elecciones son el fiel reflejo de nuestra política, políticos y partidos, una feria de mercachifles, para desgracia nuestra.
Las 7 elecciones del 2026 ya las vivimos, con angustia y sorpresa, como esa feria mercantil de no saber que productos serán ofertados, cuál es su calidad y no saber cómo y por quien elegir. Sin embargo, son el parteaguas más importante en nuestra política reciente, el 2026, como no nos ha ocurrido nunca, renovaremos, en un mismo año a todas las autoridades nacionales, regionales y locales. O acertamos en todas o algunas o, aceleramos nuestro camino al abismo. Sin duda, la oferta será más de lo mismo y, las actuales autoridades u otros que se presentan como “nuevos y diferentes”, tengan más las de ganar; sin embargo, aún entre los mismos, podríamos elegir mejor o dar oportunidad a algunos nuevos que no son más de lo mismo. El mercado político nacional, así sea una gran cachina, tendrá productos para escoger: muchos no están en la vitrina, otros escondidos y algunos aún en almacén.
Esta “maldición nacional” puede ser también una gran oportunidad de enmendar nuestros errores y evitar esa fatídica costumbre de equivocarnos como fatalidad.
Si la política es un mercado, los partidos negocios montados y las elecciones una gran feria mercantil; las candidaturas, sin duda, serán un festín para todos los gustos.
Esperemos de todo, seremos saturados con todo, en esa feria electoral. Todas las tendencias y partidos, sin excepción, nos ofertarán para bien y para mal, experimentados e inexpertos, profesionales y aficionados, especialistas y legos, decentes, prontuariados y delincuentes, honestos y corruptos. En ese festín, feria mercachifle y mercado político nacional nos corresponde actuar con sensatez e identidad patriótica: BOTAR a los corruptos y delincuentes y VOTAR, según preferencia propia, pensando en el Perú.»
*Abogado y político peruano. Fue ministro de Vivienda, Construcción y Saneamiento en el gobierno de Alejandro Toledo, así como Ministro de Trabajo y Promoción del Empleo en el gobierno de Ollanta Humala.