Los informes sin memoria: Economía informal o precariedad laboral – Por Eduardo Camin

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Eduardo Camin*

Gran parte de lo que hacemos los humanos está en nuestro cerebro. Y mucho se lo debemos a la memoria, aquella capacidad que nos permite recordar lo pasado para proyectarlo al futuro y aprender de él. Escribía Marcel Proust que “los momentos del pasado no permanecen parados; retienen en nuestra memoria el movimiento que los arrojo hacia el futuro”. El brillante escritor que tanto indago en la experiencia humana de la memoria sabía que los recuerdos no son archivos fosilizados, sino que másallá de ser lo que somos, son también lo que seremos.

Por lo tanto, la memoria nos condiciona y 200 años después del genio de Tréveris debemos reconocer que noción de informalidad o mejor dicho de precariedad laboral estuvo integralmente relacionada con la crítica marxista del capitalismo.

Es cierto que en la última década el concepto de precariedad laboral ha cobrado fuerza, entre los científicos sociales. Esta tendencia se hizo más pronunciada tras la Crisis Financiera de 2007-2009, que dejó a su paso un período de estancamiento económico profundo que persiste en grandes partes de la economía mundial. La mayoría de los estudiosos definen la precariedad en función de lo que los trabajadores carecen, incluyendo factores como: el fácil acceso a un empleo remunerado, la protección contra un despido arbitrario, las posibilidades de ascenso, la estabilidad en el empleo a largo plazo, una seguridad adecuada, el desarrollo de nuevas habilidades, salarios dignos o representación sindical.

Un nuevo informe de la OIT nos afirma que dos mil millones de personas – más de 61 por ciento de la población activa – se ganan la vida en la economía informal, poniendo de manifiesto que la transición hacia la economía formal es una condición para hacer realidad el trabajo decente para todos. La mayoría carece de protección social, de derechos en el trabajo y de condiciones de trabajo decentes.Por consiguiente,pensamos que la valoración no debe de ser sobre la informalidad sino sobre la precariedad. El informe muestra que 93 por ciento del empleo informal en el mundo se encuentra en los países emergentes y en desarrollo. En África, 85,8 por ciento de los empleos son informales. La proporción es de 68,2 por ciento en Asia y el Pacífico, 68,6 en los Estados Árabes, 40,0 por ciento en las Américas y 25,1 por ciento en Europa y Asia Central.

El trabajo informal es una mayor fuente de empleo precario para los hombres (63,0 por ciento) que para las mujeres (58,1). De los dos mil millones de trabajadores que ocupan un empleo informal en el mundo, poco más de 740 millones son mujeres. Las mujeres están más expuestas al empleo informal en la mayoría de los países de ingresos bajos e ingresos medios bajos y con mayor frecuencia se encuentran en las situaciones más precarias.

El nivel de educación es un factor determinante del nivel de informalidad. A escala mundial, cuando el nivel de educación aumenta, el nivel de informalidad disminuye. Las personas que han completado la educación secundaria y superior tienen menos probabilidades de ocupar un empleo informal que los trabajadores que no tienen ninguna instrucción o solo han finalizado la educación primaria.

Durante muchos años, el análisis de Marx de la «ley general de la acumulación capitalista», que señalaba a las condiciones de precariedad creciente y al empobrecimiento relativo de la población trabajadora, fue rechazado de plano por los principales científicos sociales. En los últimos años, sin embargo, la noción de precariedad como una condición general de vida de la clase obrera ha sido redescubierta. Sin embargo, la idea es tratada en la forma ecléctica, reduccionista, y típicamente ahistórica de las ciencias sociales y humanas de hoy en día, desconectadas de la teoría global de la acumulación derivada de Marx. El resultado es un conjunto de observaciones dispersas sobre lo que se consideran desarrollos que responden en gran medida al azar.

Algunos científicos sociales críticos, como el execonomista de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) Guy Standing, emplean el neologismo «precariado» para referirse a una nueva clase de trabajadores, fundamentalmente jóvenes, que sufren todos los principales aspectos de la precariedad.

Para cientos de millones de trabajadores, la informalidad implica una falta de protección social, de derechos en el trabajo y de condiciones de trabajo decente, y para las empresas significa baja productividad y falta de acceso al crédito. Los datos sobre estas cuestiones son esenciales para elaborar políticas apropiadas e integradas que se ajusten a la diversidad de situaciones y necesidades.

La Recomendación núm. 204 de la OIT destaca la necesidad de facilitar la transición de los trabajadores y de las unidades económicas a la economía formal, a fin de promover la creación, preservación y sostenibilidad de las empresas y de empleos decentes en la economía formal, y para prevenir la informalización de los empleos de la economía formal. “La elevada incidencia de la informalidad en todas sus formas tiene múltiples consecuencias nefastas para los trabajadores, las empresas y las sociedades y es, sobre todo, un gran desafío para la realización de trabajo decente para todos y el desarrollo inclusivo y sostenible. Haber logrado medir esta importante dimensión, incluida ahora en el marco de los indicadores de los ODS, puede ser considerado un excelente progreso para actuar al respecto, en particular gracias a la puesta a disposición de un número mayor de datos comparables de los países”, declaró Rafael Diez de Medina, director del Departamento de Estadística de la OIT.

En contraste con estos puntos de vista con variados discursos, que emanan principalmente de sectores de la izquierda influenciados por el posmodernismo, los sociólogos del grupo de poder normalmente conceptualizan la precariedad de los trabajadores en términos más prosaicos, como una brecha cada vez mayor entre «buenos» y «malos” puestos de trabajo. Por otra parte, hay una fuerte tendencia a adoptar una visión corporativista en la que el objetivo de todas las clases es restablecer un «contrato social entre los trabajadores organizados y el capital organizado.»

La cuestión, en otras palabras, sería regular las condiciones de trabajo con el fin de convertir empleo informal en formal. Naturalmente este proyecto es visto como una respuesta natural al declive real de la organización de los trabajadores.Pero estos análisis tan superficiales y reformistas rara vez exploran la dinámica histórica de la acumulación de capital que ha impulsado el resurgimiento de la precariedad al centro de la economía mundial.

En general, los científicos sociales convencionales carecen de las herramientas analíticas para hacer frente a un fenómeno arraigado intrínsecamente en la acumulación capitalista. Prejuicios conceptuales de hace más de un siglo bloquean su visión.

Ante esta confusión –que en la mayoría de los casos se traduce en simples respuestas individuales a lo que se presume como un problema social aislado- conviene volver a leer latradición marxista clásica, donde se planteó por primera vez la cuestión de la precariedad laboral. En este asunto las ideas de Marx, Engels, y Morris del siglo XIX, y las de pensadores como Harry Braverman, Stephen Hymer, y Samir Amin en tiempos más recientes, son indispensables. Con la aplicación de los marcos analíticos proporcionados por estos pensadores, es posible mirar las dimensiones empíricas de la precariedad de los trabajadores, y llegar a conclusiones definitivas acerca de la evolución de la acumulación del capital y la precariedad de la clase trabajadora en nuestra época.

Podemos ver la importancia del ejército de reserva mundial de mano de obra, y la fuente de la precariedad de la mayoría de la población mundial, con datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que ha empleado categorías estrechamente relacionadas con las capas del ejército de reserva identificadas por Marx. Aquí se puede ver que el ejército de reserva mundial, incluso con definiciones conservadoras, constituye alrededor del 60 por ciento de la población activa disponible en el mundo, muy por encima de la del ejército de trabajo activa de los obreros asalariados y pequeños propietarios. En 2016, según cifras de la OIT, el ejército de reserva mundial constaba de más de 2.300 millones de personas, en comparación con los 1.660 millones en el ejército de trabajo activo, muchos de los cuales son empleos precarios. El número de parados oficiales está en más de 200 millones de trabajadores. Alrededor de 1.500 millones de trabajadores son clasificados como «empleados vulnerables» formados por trabajadores que trabajan «por cuenta propia» (trabajadores informales y rurales de subsistencia), así como «trabajadores familiares» (del trabajo doméstico). Otros 630 millones de personas con edades entre 25 y 54 se clasifican como económicamente inactivos.

Sin que se advierta demasiado, se esta deslizando en las sociedades contemporáneas un cambio de perspectiva. La historia consiste en todo eso, en la manera que se reparten y analizan los acentos en la realidad que nos rodea.

*Periodista uruguayo, exdirector del semanario Siete sobre Siete. Miembro de la Asociacion de Coresponsales de prensa de la ONU. Redactor Jefe Internacional del Hebdolatino en Ginebra. Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)


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