Manuela D’Ávila, excandidata a la vicepresidencia: “Me preocupa la falta de unidad de la izquierda brasileña”

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Por Meritxell Freixas

La política y periodista del Partido Comunista de Brasil conversa con El Desconcierto sobre los primeros días del gobierno del ultra Bolsonaro, los desafíos de la izquierda carioca y la lucha feminista que están dando los movimientos sociales en el país vecino.

Saludó a las guaguas, se sacó fotos con los más jóvenes y respondió a todos aquellos que la paraban para preguntarle. Manuela D’Ávila, del Partido Comunista do Brasil (PCdoB), fue una de las invitadas internacionales al Festival Radicaliza la Democracia, organizado por el Partido Poder en el campus de la Usach y que cerró su primera edición este domingo.

D’Ávila se hizo popular más allá de las fronteras de Brasil cuando anunció su candidatura a la Vicepresidencia con la lista del Partido de los Trabajadores (PT), en dupla con Fernando Haddad, quien tomó el relevo de Lula, encarcelado en Curitiba, y peleó la Presidencia con el ultra Jair Bolsonaro.

Procedente del movimiento estudiantil brasileño, la trayectoria política institucional de D’Ávila es muy dilatada a pesar de su juventud. En 2005, con sólo 23 años fue elegida concejal de su ciudad natal, Porto Alegre. Tras pasar por el Parlamento regional de Río Grande do Sul, llegó a la Congreso Nacional en 2007 como diputada del PCdoB. Después de una década de trabajo legislativo a nivel federal, decidió dedicar los esfuerzos a su provincia natal, donde ejerce como parlamentaria regional desde 2015.

La intervención de D’Ávila fue de las más esperadas de las figuras internacionales, sobre todo por parte de mujeres y jóvenes, los principales seguidores de la joven periodista. Antes de almorzar, se tomó un tiempo para conversar con El Desconcierto sobre los últimos acontecimientos en su país. El primer mensaje, el que lanza a través del medallón que le cuelga del cuello: “Bajo mi cabeza para mirar a mi corazón que es lo único que merece mi reverencia”. Va al hueso.

– ¿Cómo está el clima social en Brasil, tras los primeros días de Bolsonaro en el poder?

– Desde las elecciones, estamos viviendo un ambiente de una creciente violencia política. El discurso de Bolsonaro autoriza la violencia política e intenta hacer que nuestra militancia o la gente que cree que es posible vivir de otra forma tengan miedo de existir. Somos una amenaza para ellos y lo que quieren hacer en el país. Durante estos 18 días hemos visto que sus hijos están involucrados en esquemas de corrupción y han pedido a la policía que nos los investigue. Intentan que permanezca el ambiente de polarización violenta: que la gente nos mire y nos odie. Tiene planes de reformas ultraliberales que en materia económica se inspiran en las medidas que impulsó Pinochet. De hecho, Bolsonaro ha dicho muchas veces que lo que faltó en Brasil es un Pinochet porque, según él, la dictadura mató demasiado poco.

– Bolsonaro hasta ahora ha gobernado a golpe de decretazo. Todo lo que ha hecho no ha pasado por el Congreso.

– Eso es algo común en Brasil. Lo peor de esto es el contenido de los decretos. Los decretos son cosas quizás malas, pero relativamente comunes en el país. El problema es que, en general, los presidentes no hacen cambios profundos a través de los decretos porque es absolutamente antidemocrático. Una cosa es ordenar un decreto por una medida provisional, por ejemplo, que una ciudad que ha sufrido una inundación tenga recursos. Pero otra cosa es cambiar el permiso de llevar armas, como ha hecho él, pasando incluso por encima de otros poderes del Estado.

– ¿Qué le falló a la dupla Haddad-D’Ávila para ganar las elecciones a la Presidencia?

– En Brasil hemos pasado tres años viviendo bajo de un golpe institucional, de otra naturaleza pero un golpe que sacó a nuestra presidenta elegida democráticamente por el pueblo. Nosotros perdimos la elección, pero nuestra fórmula llegó a 44 millones de votos bajo un golpe, con toda la prensa y el sistema económico en contra, con Lula detenido. Hemos logrado muchas victorias. Llegamos a segunda vuelta, cuando ellos creían que iban a ganar a la primera. Hemos enfrentado un esquema de financiación ilegal, con fake news y big data, que es algo de lo que no se habla. La gente se cree que estamos hablando sólo de mentiras, y en realidad no es sólo eso. Hablamos de mentiras direccionadas perfectamente a destinatarios a partir de big data y dinero sucio.

– De hecho, sobre fake news, usted fue una de las víctimas de eso y fue duramente atacada con mentiras.

– Mirando los números, yo fui el principal árbol de fake news en Brasil. La gente no imagina de qué cifras hablamos. Sólo un dato que hemos extraído de la Justicia: el Facebook de 70 perfiles llegó a 13 millones de personas, es decir, como si habláramos de casi todo Chile. Y eso sólo con Facebook, no incluye WhatsApp, que fue su red prioritaria y donde pusieron el dinero sucio. Cuando hablamos de WhatsApp tenemos algo aún más grave: la credibilidad del emisario del mensaje.  Quien tienen tu celular es gente con la que tu mantienes una relación de confianza, que no imaginas que te enviarán algo que no tiene certeza. De los mensajes por WhatsApp no tenemos noción de los números. Tenemos que hablar acerca del big data, la inteligencia artificial y los robots que permiten cambiar algoritmos y el dinero que lo hace posible. Eso cuesta mucha plata que no se declara en las campañas electorales.

– ¿Podríamos incluir en este contexto que dibujas la participación de la extrema derecha mundial, de Steve Bannon, en Europa?

– Sí, a nivel mundial están organizando una internacional de la extrema derechapero ahí se van a encontrar con sus propias contradicciones. Todo el discurso antiglobalización de Bolsonaro se va a poner en cuestión porque va a Davos, va a una de las estructuras que él llama de ‘marxismo cultural’, al igual que otros órganos como las Naciones Unidas o la Organización Mundial del Comercio. Son estructuras del capitalismo que existen para mediar los conflictos. Además, hablamos de distintas extremas derechas. Hay que comprender qué significa el nacionalismo en América Latina y en los países desarrollados, es completamente distinto. Por ejemplo, una realidad es la de Estados Unidos, lo que dice Trump porque es el imperio. En los países desarrollados la cuestión nacional es contra los migrantes pero, para nosotros, los países no desarrollados o subdesarrollados, la cuestión nacional no existe porque el que está del lado del capitalismo es el neocolonialismo. Bolsonaro no tiene ninguna visión nacional porque si la tuviera no abriría Brasil a los EE.UU. Estas son sus contradicciones. En nuestro tiempo una de las cosas más importantes fue crear proyectos de desarrollo nacional para nuestro pueblo, porque el neoliberalismo tiene la idea de que las naciones grandes, los imperios, son los desarrollados y que los otros no saben. Quiere destruir las naciones subdesarrolladas, hacer la colonia nuevamente.

“El pueblo nos dijo que el camino es la unidad”

– Volviendo a Brasil, ¿cómo evalúan la estrategia de haber mantenido al ex presidente Lula como candidato hasta el final?

– Todas las maneras de contestar a esta pregunta serán erradas porque no sabíamos si podríamos llegar a la segunda vuelta sin eso. Lo más fácil es decir que tendríamos que haber tenido una candidatura desde siempre, pero ¿íbamos a tener el tiempo de hacer que Haddad fuese conocido en el país? ¿Y si no era así? Además, pregunto: ¿Tendríamos que haber sido nosotros los que saliéramos a decir que el golpe es legítimo y que era justo que Lula no fuera candidato? Estamos hablando de un golpe y creemos que él tenía derecho de estar ahí. Podemos pensar que íbamos a tener otro escenario, pero son siempre especulaciones que no podemos contestar con una verdad.

– ¿Cómo observas a la izquierda brasileña en términos de unidad para enfrentar a Bolsonaro?

– La falta de unidad es lo que más me preocupa ahora. Tenemos hoy cinco partidos entre izquierda y centro-izquierda que tienen sus diferencias [PT, PSdoB, PSOL, PSB y PDT]. Los cinco tenemos un cuarto del Parlamento o casi un tercio y no logramos construir un espacio más sólido para tener unidad de acción ahí. Si tenemos poca fuerza en la institución, tenemos que tener más fuerza en la calle, lo que existe para nosotros es la calle. Pero la gente mira la unidad a partir de los espacios con más visibilidad y el Parlamento es el espacio con más visibilidad. Si uno no está unido ahí, ¿cómo va a imaginar que el camino es la unidad en la calle? Cada partido tiene una pata de la responsabilidad. Además de esto, creo que en la segunda vuelta el pueblo nos dijo que el camino es la unidad porque no esperó las señales de los dirigentes de los partidos, sino que salió a reconocer que nos tocaba ahora tener humildad y continuar juntos. A veces el pueblo está por delante de las direcciones de los partidos.

– ¿Pero hay alguna estrategia, han dado pasos o se han reunido para ver cómo lo van a hacer?

– Muy poco. Por eso me preocupa tanto. Hemos tenido pocos encuentro y muchas peleas por cosas muy pequeñas: peleas del tipo quién es la izquierda verdadera, qué errores se cometieron en la elección… Está bien que tengamos diferencias, pero las diferencias son muy pequeñas comparadas con el desafío que es mantener hoy la democracia en Brasil.

– El próximo 1 de febrero tienen que elegir el representante de la Cámara y del Senado. El PCdoB apoyará a Rodrigo Maya, que es el mismo a quien apoyará Bolsonaro, siendo que hay otro candidato, Marcelo Freixo del PSOL. ¿Por qué toma esta decisión el PCdoB?

– Es parte de lo que estoy hablando. Los partidos de oposición intentamos crear o construir una candidatura viable, pero dentro de la izquierda no hay viabilidad. Por eso, buscamos un candidato comprometido con la democracia, que no permita la criminalización de nuestros movimientos ni de nuestros partidos, que respete la democracia y la institucionalidad del Parlamento. Cuando Bolsonaro percibió que iba a perder [su primer candidato], apoyó a Maya. Freixo es mi amigo, lo admiro mucho y tiene reconocimiento, pero creo que no es lo más responsable lanzar una candidatura sin hablar con todos los partidos. No es viable con un partido de 11 diputados. Nosotros tendríamos que haber reflexionado sobre esto. Es parte de los errores que estamos cometiendo porque, para mí, el primer paso no era discutir entre nosotros si era mejor Maya o Freixo. Lo primero era que los cinco teníamos que pensar en una propuesta común: tener un candidato que no sea de izquierda pero que garantizara la democracia e ir juntos, que somos más de 100 diputados, a negociar con ellos. Hubo errores de todos los partidos aquí.

“Nosotras vamos a cambiar la izquierda”

– Ud. lleva muchos años en las instituciones, empezó muy joven. Como mujer, ¿ha sentido un cambio en estos espacios?

– Tremendo. No se puede comparar lo que viven las mujeres hoy en el parlamento con lo que vivíamos hace 15 años. Tiene que ver con el apoyo para enfrentar lo que vives, si lo tienes o no. Esa es la gran diferencia. Cuando llegué ahí, con 22 años, las cosas que vivíamos son las mismas que vivimos hoy, pero la diferencia es que si hablábamos acerca de eso nadie nos oía, no teníamos apoyo en los movimientos sociales porque pensaban que era un tema menor. Cuando hace 12 años llegué por primera vez a Brasilia [al Congreso Nacional], como diputada, tenía 25 años y era algo muy importante porque era la única persona con menos de 30 años que no tenía padre político, venía de la izquierda, del movimiento estudiantil. Fui la más votada en un estado muy conservador. Ahí, la gente decía que era la musa del Congreso y yo les decía que no quería hablar de eso. Gente de izquierda me dijo que era antipática y que por qué no quería oír que era hermosa. Pero mi trabajo no era ese. La primera vez que concurrí como alcaldesa de mi ciudad, Porto Alegre, tenía 26 años. Tuve una campaña absolutamente machista contra mí por parte de la izquierda. Estoy muy contenta de que hoy seamos tantas mujeres en el Parlamento, y más contenta aún de que ellas no tengan que pasar por lo que pasé yo hace muy poco tiempo.

– Hace unos meses viajó a Chile  la diputada del PSOL Áurea Carolina. Nos comentó que para ella, ante la crisis de la izquierda tradicional, el feminismo sería la alternativa. ¿Ve en el feminismo una opción política que sustituya, en cierta forma, a la izquierda tradicional que hasta ahora hemos conocido?

– Primero creo que hay que decir qué es el feminismo que, por sí sólo, no es una corriente ideológica. El feminismo agrega a muchas mujeres, incluso mujeres de derecha porque también existe el feminismo liberal, que tiene en común con otros la lucha por la participación de las mujeres en la política. Tenemos que reconocer que existen otros feminismos, en plural, porque no estamos todas unidas en una cosa, sino que hay puntos de intercambio y conexión. Pero hay un feminismo, el interseccional, que es el nuestro, y que incluye la visión de género, de raza y de clase juntas. No creo que esta sea la alternativa, pero sí creo que la implicación de las mujeres a partir de ese feminismo y nuestras organizaciones de izquierda que intentan cambiar la realidad, van a provocar el cambio. Somos nosotras quienes estamos cambiando los partidos, haciéndolos más democráticos y más vinculados al día a día del pueblo. No es un feminismo, sino el feminismo anticapitalista y comprometido. Somos nosotras las que vamos a cambiar la izquierda.

– ¿Cómo avanzan en Brasil en la lucha contra los femicidios, uno de lo problemas de violencia más graves del país, por ejemplo como el caso de Marielle Franco, cuyo crimen todavía está impune?

– Hay que diferenciar: lo de Marielle fue un crimen político y es muy grave que las autoridades y el pueblo mismo puedan dormir por la noche sin tener esclarecido un crimen político. Acallaron a una mujer lesbiana y negra y la motivación fue política. Lo otros es el aumento de los femicidios en Brasil, de la violencia contra las mujeres y contra los LGTB+, que pasa porque está autorizada por el presidente y sus ministros. Bolsonaro eligió a una ministra de la Mujer que va contra todo lo que decimos nosotras. Su gente considera que este comportamiento está bien y por eso desde que Bolsonaro se ha involucrado la violencia ha crecido. Si la autoridad, el referente, dice que esto está bien, la realidad no va a cambiar. Lo que provoca el femicidio es la cultura machista y del patriarcado. Para cambiarlo, hay que cambiar la cabeza de la gente y eso es lo más complejo que hay.

El Desconcierto

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