¿Bolsonaro se rodeó de militares o los militares lo rodearon para impedir sus desvaríos? – Por Juraima Almeida

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Juraima Almeida *

Lo evidente es que se acelera la militarización del gobierno en Brasil, pero lo que no queda claro es si el presidente ultraderechista Jair Bolsonaro decidió rodearse de generales y almirantes para imponer sus decisiones o si los militares en activo decidieron rodearlo tratando de contener sus muestras de agresividad y desequilibrio emocional.

Este mayor desequilibrio se hizo más evidente a partir de la ejecución del ex capitán de la Policía Militar de Río hasta 2014, Adriano da Nóbrega, en una acción conjunta de fuerzas de seguridad del estado de Bahía, donde se encontraba escondido desde hacía meses. Expulsado luego de tres detenciones bajo acusación de asesinato, pasó al comando de la Oficina de la Muerte, una agrupación de sicarios que controla vastas áreas del conurbano de Río de Janeiro.

Los vínculos de Nóbrega con la familia Bolsonaro son conocidos por todos, ya que le exesposa y la hija del excapitán trabajaron en el despacho de Flavio, hijo del ahora presidente, entonces diputado estatal por Río, Cercado por 70 policías, Nóbrega fue liquidado el domingo 9 de febrero, quizá para que no contara todo lo que sabía de la familia Bolsonaro. Poco después, el mandatario comenzó la reforma de su gabinete.

La nueva reforma de gabinete significó mayor influencia para el general Augusto Heleno, quien supo comandar las fuerzas de ocupación de la ONU en Haití, quien asumió como ministro jefe del Gabinete de Seguridad Institucional. Heleno es famoso por su aversión a todo lo que suene a izquierda, y se hizo famoso cuando bajo su comando ocurrieron seguidas masacres multitudinarias de haitianos.

Para la Casa Civil de la Presidencia, una especie de jefatura de gabinete, Bolsonaro nombró al general en actividad, Walter Braga, que ocupaba la jefatura del Estado Mayor del Ejército. Desde 1980, todavía bajo la dictadura militar (que duró de 1964 hasta 1985) y que Bolsonaro niega su existencia, ningún uniformado cometía la contradicción irónica de ocupar la Casa Civil.

El almirante Flávio Viana Rocha, también en activo, asumió la secretaria especial de Asuntos Estratégicos, que, aunque no tiene rango ministerial, se reporta directamente a la presidencia. Los cuatro ministerios que despachan desde el presidencial Palacio del Planalto, están ocupados por militares: Heleno, Braga, otro general retirado Luiz Eduardo Ramos (secretaría de Gobierno) y el excomandante de la Policía Militar Jorge Oliveira (secretaría general de la Presidencia).

El vicepresidente Hamilton Mourao también es militar, y de los 22 ministerios de Bolsonaro, nueve son militares. Pero más de 2.500 uniformados están esparcidos por todos los sectores del gobierno, muchísimos más que cuando la dictadura militar

Cabe destacar que todo este movimiento de piezas sucede luego de la muerte del sicario Nóbrega y en medio de un paro de petroleros en defensa de la empresa estatal Petrobras, una acuciante crisis social y económica, con 13 millones de desempleados, más de un millón de jubilados abandonados a su suerte y el sistema de educación pública (en especial las universidades) al borde del colapso.

Para Bolsonaro, cuyo gobierno ha acentuado la crisis económica, el futuro no está nada claro, porque carece de diálogo con los congresistas, que permanentemente hacen reformas a sus propuestas. Por ello, el general Heleno convocó a los partidarios del gobierno a salir a la calle para presionar al Congreso e impedir “un parlamentarismo disfrazado”.

La reserva de la clases dominantes

En Brasil, después del golpe de Michel Temer en 2016, las Fuerzas Armadas se han convertido nuevamente en agente político de reserva para las clases dominantes. Tras la caída del gobierno militar, debieron retirarse de la militarización del Estado, pero nunca asimilaron la democratización del país ni han hecho autocritica de todo lo que habían hecho durante la dictadura, recuerda el sociólogo Emir Sader.

La Comisión de la Verdad representó un duro golpe para la imagen de la institución – pese a que las FFAA habían logrado imponer su amnistía, que incluía el delito de tortura-, porque “descubrió”ante todos los brasileños la represión sistemática puesta en práctica por la dictadura, incluida la tortura como un método reiterado de acción.

Las persecuciones políticas y legales que lanzó la derecha para tratar de desalojar al Partido de los Trabajadores (PT) del gobierno, tras repetidas derrotas electorales de la derecha, fueron acompañadas por declaraciones con el tono de amenazas por parte de de oficiales de las FFAA.

Sader señala que los militares eran indispensables para Bolsonaro porque, a diferencia de Temer, no tenía un partido sólido, que se ha desmantelado con el tiempo. Los militares no solo asumieron una gran cantidad de cargos gubernamentales, sino que coparon el Palacio do Planalto. Su discurso siempre ha seguido garantizando la lucha contra la «subversión», hoy identificada en los movimientos sociales y los partidos de izquierda.

Sin duda, los militares son una garantía de resistencia contra el retorno del PT al gobierno, contra el protagonismo de los movimientos sociales. Pero, Bolsonaro, al sentarse en las bayonetas, también corre el riesgo de ser víctima de ellas, concluye Sader.

* Investigadora brasileña, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)


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