Crisis en Perú | 25 personas fallecidas en los 12 días de protestas que exigen el cierre del Congreso

Foto: Ojo Público / Miguel Gutierrez
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Un memorial por los adolescentes y jóvenes muertos en las protestas

 

Por Rosa Chávez Yacila

En 12 días de movilizaciones contra el Congreso y por el adelanto de elecciones en Perú, se ha confirmado la muerte de 20 personas en los enfrentamientos de manifestantes con la Policía y las Fuerzas Armadas. Otras cinco personas fallecieron en accidentes de tránsito y hechos vinculados al bloqueo de carreteras. Las regiones más afectadas por la represión son Ayacucho y Apurímac. En esta última, todos los fallecidos eran adolescentes de entre 15 y 19 años. Trabajaban en actividades agrícolas o en construcción para mantener a sus familias. Soñaban con ser futbolistas, farmacéuticos, médicos, policías y artistas. En Ayacucho, gran parte de ellos murieron por impactos de armas de fuego en el torax, cuello y cabeza.

El 7 de diciembre, Pedro Castillo intentó llevar a cabo un golpe de Estado. Ese mismo día fue vacado por el Congreso, detenido en la Prefectura de Lima y Dina Boluarte ―entonces vicepresidenta― asumió el más alto mando del país. Tras poco más de una semana en detención, ahora el expresidente cumple 18 meses de prisión preventiva por los presuntos delitos de rebelión, conspiración, abuso de autoridad y grave perturbación de la tranquilidad pública.

Esta serie de hechos inusitados, veloces y definitivos provocó que, poco a poco, la gente se volcara a las calles. Los manifestantes reclaman en su mayoría el adelanto de elecciones, la disolución del Congreso y la renuncia de la presidenta. Dina Boluarte ya presentó un proyecto de ley para adelantar las elecciones, pero el Congreso aún no llega a un acuerdo sobre los tiempos. Mientras tanto, las movilizaciones persisten.

Hasta las 6:41 p.m. del viernes 16 de diciembre, según la Defensoría del Pueblo, la vorágine de rabia y violencia había dejado 17 fallecidos en los enfrentamientos de los manifestantes con los efectivos de la Policía y las Fuerzas Armadas. Otras cinco víctimas, detalló la institución, murieron en accidentes de tránsito y hechos vinculados a los bloqueos de carreteras.

Sin embargo, en las horas posteriores, las direcciones regionales de Salud de Junín y de Ayacucho informaron sobre otras tres personas fallecidas en los enfrentamientos. Dos de esos casos corresponden a Junín, y uno a Ayacucho. En otras palabras, hasta el cierre de este artículo, se contabilizaban 20 decesos producto de los enfrentamientos en las protestas.

Todos los fallecidos son civiles. La mayoría pertenecen a regiones del sur andino, con altos niveles de pobreza monetaria. Allí, la represión policial y militar ha arremetido con mayor fuerza.

Durante las marchas se han reportado también daños y ataques a la propiedad privada, la infraestructura de entidades públicas y medios, por parte de algunos grupos. Hay también alrededor de 140 policías heridos.

Ayacucho, uno de los departamentos más asolados en la época del conflicto armado interno, reúne el mayor número de muertes directas: nueve. Hay seis fallecidos más en Apurímac, tierra del pueblo chanka y con una gran cantidad de comunidades quechuas. Tres muertes más en Junín, una en La Libertad y otra en Arequipa.

Lista de fallecidos por las protestas en Perú (al 17-12-22)

Del total, 15 muertes han ocurrido en Ayacucho y Apurímac, regiones del sur andino

La presidente Dina Boluarte ha visitado a algunos policías heridos. Pero en el caso de los fallecidos ha expresado sus condolencias a través de un tuit y mensajes públicos. El último viernes, estuvo en una ceremonia de graduación en la Escuela Militar de Chorrillos, en Lima, donde dijo que la Policía y las Fuerzas Armadas tenían instrucciones claras para “salvaguardar la integridad y los derechos humanos de los manifestantes”.

Sin embargo, tras los primeros fallecimientos en Ayacucho, la Defensoría del Pueblo instó al Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas a que “cese de inmediato del uso de armas de fuego y del uso de bombas lacrimógenas lanzadas desde helicópteros”.

Las pruebas sobre el uso de armas de fuego contra civiles por parte de los militares en Ayacucho son distintas y numerosas. Las necropsias realizadas a ocho de los nueve jóvenes que fallecieron allí señalan que recibieron impactos por proyectiles de arma de fuego. En seis casos, estos impactos fueron en el tórax. En uno, fue en el cráneo y, en otro, en el abdomen.

Por su parte, la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos ha identificado distintas vulneraciones a los derechos humanos durante las movilizaciones registradas en el ámbito nacional. Por ejemplo, el uso de munición prohibida y armas de fuego contra civiles, disparo de bombas lacrimógenas al cuerpo de los manifestantes, detenciones arbitrarias, infiltración de policías encubiertos en las marchas, sembrado de pruebas incriminatorias, entre otras.

La Misión en Perú de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Oacnudh) también ha expresado su preocupación por el incremento de la violencia en el país. Y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha anunciado que la próxima semana visitará el Perú por invitación del Estado. También ha condenado el incremento de los hechos violentos y ha exigido al Estado peruano sancionar a los culpables.

El Consejo de Estado —integrado principalmente por el Poder Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial— ha dado su respaldo político a Boluarte y a su decisión de decretar el estado de emergencia y poner a la Policía Nacional y a las Fuerzas Armadas a cargo del control de la seguridad del país durante 30 días.

OjoPúblico presenta un pequeño memorial de algunas de las víctimas mortales de las movilizaciones de los últimos días. Las semblanzas pertenecen a adolescentes de entre 15 y 19 años, y dos jóvenes de 23 y 26. Se trata de chicos de Apurímac, Ayacucho y La Libertad que, en algunos casos, salían a marchar por primera vez en sus vidas.

El niño y el hombre de la casa

D.A.Q. 

15 años

Tenía solo 15 años, pero D.A.Q. ya sabía vivir la vida de los hombres grandes. En su casa, un pequeño cuarto alquilado en Huayhuaca ―un centro poblado en la provincia de Andahuaylas, en la región de Apurímac―, el adolescente era quien mantenía a su madre y a sus dos hermanos menores. “Tenía planes para nosotros ―dice Esther, su hermana de 17 años―. Apoyarnos, ante todo”.

El estudiante de tercero de secundaria llevaba la doble vida de los niños trabajadores. Por un lado, iba a clases en el colegio Simón Bolívar y, por el otro, salía a trabajar a las chacras de la zona o en alguna obra de construcción.

A pesar de su precipitada e impuesta madurez, D.A.Q. era, todavía, un niño».

El joven tenía, literalmente, proyectos inmensos para su futuro. Dice su hermana Esther que soñaba con trabajar con maquinaria pesada. “También quería tener una casa muy grande”, recuerda. A veces pensaba en volverse policía, por qué no.

A pesar de su precipitada e impuesta madurez, D.A.Q. era, todavía, un niño. Le gustaba que su madre, una ama de casa y ocasional vendedora de anticuchos, le engría y le cocine arroz chaufa con huevo frito. Uno de sus pasatiempos favoritos era el Free Fire, un videojuego de acción y aventura, que, por momentos, lo entretenía hasta olvidar sus obligadas tareas como precoz hombre de la casa.

Michelle, cuñado y amigo de D.A.Q., dice que fue con él a las manifestaciones en el Aeropuerto de Andahuaylas y que asistieron solo por curiosidad. Era la primera vez que se sumaban a alguna protesta. Había pasado poco más de media hora desde su llegada, cuando D.A.Q. recibió el impacto. Según Michelle, su cuñado le dijo “ayúdame, hermano” y, minutos después, falleció.

Un delantero visionario

Beckham Quispe Garfias

18 años

Como buen amante del fútbol y admirador de sus grandes figuras, su padre le puso como nombre Beckhan Romario (en honor, por supuesto, al mediocampista inglés y superestrella David Beckham y al delantero carioca Romario de Souza Faria). Tal vez por eso, o quizá solo por coincidencia, Beckhan Romario Quispe Garfias heredó la pasión incontrolable por el balón.

Empezó su carrera deportiva a los seis años. A partir de entonces, el joven oriundo de la comunidad de Yanayacu, en la provincia de Andahuaylas, jugó en distintos clubes locales, hasta convertirse en una estrella del fútbol en Apurímac. Alianza de Lliupapuquio, La Victoria y Los Chankas son algunos de los equipos por los cuales desfiló el delantero Quispe Garfias.

Como un buen visionario de las jugadas ganadoras, Beckhan trató de imponer sus reglas en la cancha».

Su familia era numerosa y de escasos recursos económicos: un padre agricultor de papas, ollucos, ocas; una madre vendedora de choclos; seis hermanos. “Quizá por los bajos recursos mi hermano no ha llegado más allá en el fútbol, porque tenía mucho futuro”, dice Raquel Quispe Garfias, su hermana mayor, de 23 años.

La joven recuerda que Beckhan, quien cursaba el cuarto año de secundaria, suplía la escasez a punta de talento: con tal de que juegue con ellos, eran los propios clubes los que le daban los chimpunes y la ropa deportiva.

Además, estaba formando un equipo de fútbol amateur, Red Lyon. “Él no era un ‘piraña’ o un delincuente, él era dueño de su equipo de fútbol”, dice Raquel. Como un buen visionario de las jugadas ganadoras, trató de imponer sus reglas en la cancha.

Beckhan Romario había ido a protestar al aeropuerto de Andahuaylas, el 11 de diciembre. Su hermana Raquel desea que su pedido de justicia llegue a la mayor cantidad de personas posibles. “Para Perú solo vale Lima, no las provincias”, dice y reclama que han matado a la gente de su pueblo “como si fueran animales”.

El médico de la familia

Wilfredo Lizarme Barboza

18 años

Wilfredo Lizarme Barboza era la esperanza de sus padres, dos agricultores del centro poblado Ccacce, en Andahuaylas. Como era un buen alumno, al terminar la primaria lo enviaron hacia Abancay, la capital de la región Apurímac, donde ingresó a un colegio que también era un seminario de sacerdotes. Con mucho esfuerzo, la familia reunía los 200 soles de la mensualidad.

Tras culminar la secundaria, Wilfredo continuó firme en sus planes académicos. Volvió a Andahuaylas y se matriculó en una academia preuniversitaria. “Su sueño era ser médico”, dice Luis Lizarme Barboza, su hermano mayor.

“Su sueño era ser médico”, dice Luis Lizarme Barboza, su hermano mayor.

Para cubrir los gastos de sus estudios, Wilfredo y Luis salían a la plaza de la ciudad a buscar trabajo. Allí, cuando tenían suerte, los recogían los dueños de sembríos o construcciones que necesitaban peones para la jornada. De cierto modo, Wilfredo estaba practicando la disciplina, la minuciosidad y el esfuerzo que necesitaría para la medicina en las labores físicas de la ciudad y el campo.

A pesar de sus obligaciones con los estudios y su familia, guardaba algo de dinero para sus vanidades juveniles. Le gustaba coleccionar zapatillas de distintos modelos y colores. Dice el hermano mayor que ha dejado unos tres o cuatro pares nuevos, que jamás podrá usar. Sin embargo, Luis quiere recordar a Wilfredo con la humildad que siempre conservó: calzando sus ojotas de caucho y trabajando hombro a hombro en las chacras.

Luis Lizarme Barbonza cuenta que su hermano murió el segundo día que salió a marchar. Era 12 de diciembre, en el aeropuerto de Andahuaylas. Llevaba una pancarta que decía “Cierren el Congreso”. “El segundo día, más bonito lo había dibujado”, recuerda. Pide ayuda para que su familia de escasos recursos económicos, conformada por sus dos padres y ocho hermanos, pueda salir adelante.

Un estudiante religioso

Cristian Rojas Vásquez

19 años

Cristian Rojas Vásquez ansiaba ser policía. Se había preparado muy bien, pero no pasó la evaluación por su estatura. Noemí Rojas Vasquez recuerda que su hermano menor se puso muy triste, pero la familia lo animó para que estudie otra cosa. Por eso, se matriculó en un instituto de Andahuaylas, en Apurímac, para estudiar Farmacia. Apenas había terminado el primer ciclo.

Noemí cree que su hermano no se dejaba vencer tan fácil ante las adversidades por sus fieles creencias cristianas. “Él siempre nos animaba, a mí me decía ‘no hay que rendirse’”, cuenta su hermana. Recuerda al joven tocando canciones evangélicas en su teclado y entonando alabanzas. Para Noemí, su hermano era el más estudioso y cariñoso.

Para Noemí, su hermano era el más estudioso y cariñoso».

Para su amigo Filio Hurtado Omonte, Cristian era un chico hábil y, sobre todo, responsable. “Estaba en el camino de Dios”, dice. Trabajaba los fines de semana para traer dinero a la casa, pero su principal meta era terminar de estudiar.

En el centro poblado de Ancatira, su padre ―un agricultor de papas, ollucos y cebada―, su madre ―ama de casa―, sus cinco hermanos y sus amigos aún no creen en su irreversible partida.

Cristian Rojas Vásquez fue herido el 10 de diciembre. Su amigo, Filio Hurtado Omonte, dice que habían ido juntos a las protestas en el aeropuerto de Andahuaylas, pero en algún momento se separaron. En ese lapso a Cristian le cayó una bomba lacrimógena en la cabeza. Por la gravedad de su lesión, fue trasladado al Hospital Guillermo Díaz de la Vega, en Abancay, donde aguantó con vida cuatro días.

El cantante intrépido y sentimental

Carlos Huamán Cabrera

26 años

Carlos Huamán Cabrera era una persona intrépida. A sus cortos 26 años, su espíritu aventurero ya lo había llevado a tomar decisiones importantes que cambiaron su vida. Cuando apenas era un adolescente de 16 ―en su natal distrito de Bagua Grande, en la región Amazonas― se acercó al director de una orquesta musical, mientras esta grababa un videoclip en medio de una plaza, y le ofreció ser uno de los vocalistas.

“Me dijo que siempre había practicado lo que es canto, pero no había una orquesta que le diera la oportunidad ―recuerda Jesusito Vásquez, director de Ilusión Sensual, el grupo de cumbia amazónica que le abrió las puertas desde entonces―. Tenía una voz fina”.

Con esa suave y sentida voz, Huamán Cabrera fue el célebre intérprete de los éxitos Solterito y Parrandero, Mi linda guambrita o Tu recuerdo de amor. De hecho, esta última canción fue la que conquistó a Leydi Campos: ella era una fan de Ilusión Sensual, él era el famoso vocalista. Cuando se conocieron se gustaron y, pronto, se quisieron. Hace siete años tuvieron un hijo.

Con esa suave voz, fue el célebre intérprete de los éxitos Solterito y Parrandero o Mi linda guambrita».

Fue esa intrepidez suya, y también el amor por los demás, la que llevó a Carlos Huamán Cabrera a buscar un mejor futuro para su familia. Durante la pandemia viajó solo desde Amazonas hacia Lima: necesitaba otro empleo, ganar más dinero para los suyos. En la capital trabajó como repartidor de pollos en una avícola. Leydi Campos, recuerda a su “amor”, su “vida”, su “viejo”, su “bebé” como un esposo y un padre que lo entregaba todo.

Hace medio año, su arrojo habitual le marcó nuevos rumbos: La Libertad. En la provincia de Virú consiguió un puesto como empleado de una empresa agroexportadora. Gracias a ese esfuerzo había logrado construir una pequeña casa de madera en el centro poblado El Ron.

Huamán Cabrera había prometido volver allí para Navidad. Su mujer, en medio de su reciente e increíble duelo, por momentos siente como si nada hubiera pasado. Como si solo faltaran pocos días para reunirse con su amor de la voz sentimental.

Hasta ahora, Leydi Campos no entiende bien lo que pasó con su marido. Dice que el 11 de diciembre, ella y Carlos conversaron por chat todo el día. Alrededor de las 9:00 p.m. él le escribió contándole que estaba en las protestas. “¿Para qué, pues, te has ido?” le preguntó ella. Nunca obtuvo respuesta. Antes de las 5:00 a.m. recibió una llamada del celular de su esposo, pero habló un hombre diciéndole que Carlos había muerto. 

Un danzante inagotable 

Clemer Rojas García

22 años

Clemer Rojas García comenzó a bailar desde muy niño, porque en su casa ―en la provincia de Huamanga, en la región andina de Ayacucho― a todos les gustaba hacerlo. Ya de adolescente, se unió a la comparsa Los Huaraqueros de Quinua. Con ellos, salía en cada carnaval ayacuchano a bailar danzas tradicionales por las calles y las plazas de su ciudad.

Clemer tenía planeada su rutina diaria como una coreografía armoniosa».

Era uno de los bailarines líderes, recuerda su padre, Reider Rojas Jaúregui. “Mi hijo era una persona alegre y muy activa”, dice. Clemer era quien animaba a más jóvenes a unirse a Los Huaraqueros de Quinua y organizaba al grupo. En los concursos de comparsas, muchas veces quedaron en primer lugar. “Siempre hemos salido campeones con nuestras costumbres”, recuerda Reider sobre los triunfos artísticos de su primogénito.

Clemer tenía planeada su rutina diaria como una coreografía armoniosa. Por las mañanas, estudiaba Mecánica Automotriz en el instituto Senati. Por las tarde, trabajaba con su padre en Rojas Rojitas, un carwash que era el negocio familiar. El joven solía gastarle bromas a su padre, a su madre y a su hermano menor. Reider Rojas Jáuregui admiraba cómo, en medio del trajín, el bailarín incansable siempre podía ser un “palomilla”.

Su padre dice que nadie en la familia sabía que Clemer había ido a protestar al Aeropuerto de Ayacucho. Recuerda que, cuando salió de la casa, el joven le dijo que iba a darle el encuentro a su mamá en el mercado donde ella trabaja. Cuando vio por las noticias los disturbios en el aeropuerto, se preocupó por su hijo y lo llamó a su celular. Contestó un hombre que le dijo “al joven le ha caído una bala, ya se lo llevaron, yo me he encontrado su celular”. Reiner indica que Clemer tenía un proyectil en el pecho que dañó mortalmente su riñón y su hígado.

Ojo Público


Las nueve víctimas de la represión militar en Ayacucho

 

Por Wilber Huacasi

Uno

— Cuídate, no salgas, me dijo, ¡están disparando!

Fue la última llamada que recibió Sheyla Prado Cisneros (18 años) de su padre, el fatídico 15 de diciembre. Para entonces, cinco de la tarde, los militares ya habían salido del aeropuerto a las calles aledañas. Muchos jóvenes corrían, en medio del silbido de los proyectiles.

Un militar se instaló en una esquina y varios vecinos lo vieron disparar directo al cuerpo. Edgar Wilfredo Prado Arango (51), el padre de Sheyla, vivía apenas a media cuadra y vio a un joven que caía herido. Se propuso socorrerlo. Un testigo vio que salió cubriéndose con una calamina, con la convicción de que solo disparaban perdigones. Error. Una bala le llegó por la espalda mientras intentaba brindar auxilio.

No participaba en las protestas. Era un padre dedicado al transporte. Quiso brindar ayuda y terminó fulminado al frente de su vivienda.

Dos

— Con él he almorzado el día 15 de diciembre, a las dos de la tarde. Luego conversamos y me dijo ya voy a volver.

Jhovana es hermana mayor de Jhon Mendoza Huarancca (34 años). Almorzaron juntos. Tres horas después recibió una llamada con la noticia trágica. Ella acudió al hospital. Le dijeron que no estaba. Insistió. Ingresó. Buscó y allí, en una sala, estaba el cuerpo: “como NN”.

Le contaron a Jhovana que su hermano, al promediar las cinco de la tarde, en medio de los disparos, se tiró en una cuneta. Un militar se acercó, lo vio y le disparó sin más.

Jhon Mendoza Huarancca gestionaba con Jhovana una empresa pequeña de transporte. Con eso cubría los gastos de dos hermanos menores y se hacía cargo de su madre, una paciente de cáncer terminal. Todo eso antes del disparo en el tórax que acabó con su vida.

Tres

—Hay un video en el que aparece ayudando a los heridos.

David Hancco se enteró de la muerte de su hermano por las redes sociales. El nombre de Leonardo Hancco Chacca (32 años) circulaba la noche misma del 15 de diciembre, luego de la zozobra que vivió Ayacucho.

Leonardo había salido a las cinco de la mañana, para formar parte de uno de los piquetes del paro. Se había despedido de su esposa Ruth Barcena. La misma tarde de aquel día recibió un disparo en inmediaciones del aeropuerto. Fue trasladado al hospital regional. Fue intervenido quirúrgicamente. Estuvo dando batalla, pero pereció la madrugada del 17 de diciembre.

Natural de Espinar, Cusco, se había instalado en Ayacucho con su esposa Ruth. Dedicó su vida al transporte y cubría la ruta hacia Cangallo y Huancapi. Deja una hija de siete años.

Cuatro

—Estoy yendo, ya vuelvo.

Siete de la mañana. Jhanet Vianca Román Pareja recibió este escueto mensaje de su esposo, Raúl García Gallo (35 años). Su destino era uno de los piquetes del paro en Ayacucho, contra el Congreso y la presidenta Dina Boluarte.

Ella se quedó en su vivienda de adobe, en el asentamiento humano Palacios. A las cinco de la tarde recibió la llamada: “A Raúl le dispararon”.

Ella acudió al hospital regional y un mensaje en clave del personal de salud le confirmó la tragedia: “Señora, tiene que ser fuerte”. Le explicaron que ya no pudieron hacer nada. Una bala le había ingresado por el estómago y salió por la cintura.

Raúl García Gallo era constructor. Tenía con Jhanet tres hijos, ahora huérfanos, de 14, 11 y 9 años. Tenía otro hijo mayor que, paradojas de la vida, había servido en el Ejército. La misma institución que acabó con la vida de su padre.

Cinco

—Anda al cementerio, parece que es él, tu hijo.

Edith Aguilar Yucra recibió una llamada al atardecer, cuando ya había noticias de muertos y heridos. Vivía muy cerca. A tres cuadras. Salió rauda. Cuando llegó, la ambulancia ya había recogido el cadáver de su hijo.

José Luis Aguilar Yucra tenía 20 años y una hija de dos años. Aquel día había salido a trabajar. A su retorno, al atardecer, caminó por la ruta de siempre y se dio con la balacera. Testigos vieron que asomó la cabeza desde una esquina y un proyectil en el cráneo lo dejó tendido, inerte.

Seis

—Ya salgo, tengo que hacer mi trabajo. Luego tengo campeonato, no voy a alcanzar.

Vilma Sacsara recibió este último mensaje de su hijo, Luis Miguel Urbano Sacsara (22 años), mientras salía de su vivienda, a dos cuadras del cementerio. “Ten mucho cuidado, hijo, está peligroso”, le respondió la madre.

Luis Miguel tenía 22 años. Estudiaba Administración en el instituto privado CESDE. Salió de su domicilio al promediar las tres y media de la tarde.

Cuatro horas después, al promediar las siete de la noche, Vilma recibió una llamada desde el hospital. “Señora, ¿usted es madre de Luis Miguel Urbano Sacsara?”. Había fallecido con un proyectil de arma de fuego.

Siete

—¡Señor, al joven le llegó una bala, ya se lo han llevado.

El señor Reider Rojas Jáuregui estaba inquieto por la balacera que había remecido la ciudad. Su hijo, Clemer Fabricio Rojas García (23 años), había visitado hacia el mediodía a su madre, Nilda García, en el mercado Magdalena. Le dijo que la marcha había sido pacífica y que las personas ya se retiraban.

Pero luego se escuchó la balacera. A las cuatro de la tarde, Reider Rojas decidió timbrar el celular de su hijo. Una voz distinta le informó que ya se lo habían llevado al hospital.

Natural de Quinua, Clemer Rojas estudiaba Mecánica Automotriz en Senati. Durante un año sirvió al Ejército.

Tras la llamada amarga, padre y madre acudieron al hospital regional e identificaron el cadáver de Clemer, quien era el mayor de dos hermanos.

Reider y Nilda buscan reponerse de la partida inesperada del hijo mayor. El siguiente paso será la búsqueda de justicia. Nilda, la madre, tiene una misión adicional: defender la honra de su hijo, a quien un sector político y mediático nacional pretendió tildarlo de violento.

Ocho

La tarde lluviosa del 17 de diciembre, una multitud de personas vinculadas con congregaciones religiosas llegó hasta el cementerio general de Ayacucho. Una banderola inmensa anunciaba a otra de las nueve víctimas de la represión militar: Josué Sañudo Quispe (31 años).

Con rabia e indignación, el padre de Josué, don Germán Sañudo, se disculpó, a través del hilo telefónico, de no ofrecer mayor testimonio sobre su hijo. Y ofreció una razón muy seria: la estigmatización de una sociedad desinformada que tilda, sin mayor reflexión, a todas las víctimas de personas violentas.

Nueve

—Aló, hijo, cómo estás.

—¿Usted es el padre?

—Sí, qué pasó.

—Su hijo está en el hospital.

Raúl Ramos Loayza estaba en Quinua, a una hora de Ayacucho, cuando hizo esta llamada al celular de su hijo, el 16 de diciembre, un día después de la balacera militar.

Pero la voz de un médico y la noticia de que estaba en el hospital lo tomó con sorpresa y llamó de inmediato a su otra hija para que acuda al hospital.

El día de la paralización, el chico le había dicho a su madre, Hilaria Aime, que iba al cementerio para ganar algo de dinero. Su oficio consistía en limpiar los nichos y regar las flores.

El cementerio queda al costado del aeropuerto, donde se habían instalado los militares y reprimían con balas a los grupos que habían ingresado, como parte del paro regional.

Fue entonces que el chico estaba en inmediaciones del cementerio y recibió una bala por la espalda. Se llamaba Christopher. Tenía solo 15 años.

La República


Muertos por protestas en Perú: ¿cuántos fallecidos hay por el paro nacional y quiénes son?

 

Por Fiorella Martínez Castillo

Las protestas en Perú se llevan la vida de peruanos y peruanas. El enfrentamiento entre la Policía Nacional y manifestantes en Apurímac, Arequipa, Ayacucho, La Libertad, Junín y otras regiones del país se agudiza con las horas y deja varios muertos a su paso. En ese sentido, el Gobierno de la presidenta Diana Boluarte decretó toque de queda en 15 provincias para intentar resolver los conflictos. ¿Cuántos fallecidos hay por el paro nacional?¿Cuántas personas han muerto en las protestas en Perú?En el decimoprimer día de las protestas en Perú se han registrado 20 fallecidos en enfrentamientos, según data de la Defensoría del Pueblo. Cabe precisar que la cifra, lamentablemente, va incrementando con el paso de las horas, por ello esta nota está en constante actualización.¿Quiénes son y en qué contexto fallecieron las 20 personas en protestas de Perú?

Esta es la relación de los 20 muertos de las protestas en Perú:

FECHA REGIÓN FALLECIDO EDAD CONTEXTO
11/12/22 Andahuaylas, Apurímac Beckhan Romario Quispe Garfias 18 años Traumatismo encéfalo craneano ocasionado por objeto contundente
11/12/22 Andahuaylas, Apurímac D. A. Q. 15 años Herido por bala durante marcha
12/12/22 Chincheros, Apurímac R. P. M. L. 16 años Impacto de proyectil en el pecho
12/12/22 Andahuaylas, Apurímac John Erick Enciso Arias 18 años Registro pendiente
12/12/22 Andahuaylas, Apurímac Wilfredo Lizarme Barbosa 18 años Herido de bala cuando bajaba de cerro
12/12/22 Arequipa Miguel Arcana 23 años Registro pendiente
14/12/22 Andahuaylas, Apurímac Cristian Alex Rojas Vásquez 19 años Herido de gravedad por impacto alcanzado, hospitalizado en UCI y luego falleció
14/12/22 Virú, La Libertad Carlos Huamán Cabrera 26 años Golpe contundente en la cabeza ocasionado por una piedra
15/12/22 Huamanga, Ayacucho Josué Sañudo Quispe 31 años Registro pendiente
15/12/22 Huamanga, Ayacucho Clemer Fabrizio Rojas García 32 años Registro pendiente
15/12/22 Huamanga, Ayacucho Jhon Henry Mendoza Huarancca 32 años Registro pendiente
15/12/22 Huamanga, Ayacucho José Luis Aguilar Yucra 20 años Afectado por posible acción militar luego de salir de su centro de labores
15/12/22 Huamanga, Ayacucho Luis Miguel Urbano Sacsara 22 años
15/12/22 Huamanga, Ayacucho Edgar Prado Arango 51 años
15/12/22 Huamanga, Ayacucho Raúl García Gallo 35 años
15/12/22 Huamanga, Ayacucho C. M. R. A. 15 años Impacto de bala perdida cuando ayudaba a un herido afuera del aeropuerto
16/12/22 Pichanaqui, Junín J.W.T.C. 17 años Registro pendiente
16/12/22 Junín Diego Galindo Vizcarra 45 años
16/12/22 Junín Ronaldo Fernando Barra Leyva 22 años
17/12/22 Ayacucho Joven que ingresó herido tras protestas.

¿Cuántos heridos hay por las protestas en Perú?

Hasta el 17 de diciembre, la Defensoría del Pueblo reporta 279 heridos civiles y 290 de la Policía Nacional. Sus lesiones son producto del enfrentamiento por las protestas en Perú.

¿Cuántos fallecidos hay por hechos vinculados a las manifestaciones?

Por accidentes de tránsito o hechos vinculados a las protestas en Perú fallecieron 5 personas en el territorio peruano.

¿Hay estado de emergencia en Perú?

Sí, esta decisión la tomó la actual presidenta Dina Boluarte en medio de las manifestaciones por el adelanto de elecciones y el cierre del Congreso.

La República


 

Protestas sociales en Perú: sube a 23 el número de muertos en manifestaciones

 

La Dirección Regional de Salud (Diresa) de Ayacucho elevó a 9 la cifra de fallecidos tras los graves enfrentamientos que se produjeron el pasado jueves entre los manifestantes y las Fuerzas Armadas. Con ello, el total de decesos a nivel nacional desde el inicio de las protestas sociales contra el Gobierno de Dina Boluarte asciende a 23.

«Se informa que, pese a todos los esfuerzos del personal de salud y médicos del Hospital Regional de Ayacucho, uno de los heridos falleció en horas de la madrugada de hoy», indicó en un comunicado.

La entidad regional detalló que en su jurisdicción también se reportan 61 heridos.

En vísperas, Carlos Rua, gobernador regional de Ayacucho, criticó al Ejecutivo y al Congreso han dado medidas para poner fin a la crisis política y social que se vive desde hace una semana en el país. En ese sentido, reveló que le dio sus reclamos a la presidente Dina Boluarte por lo que pasa en su región.

«Vemos que hay mucha pasividad en el Congreso, no hay reacción del Ejecutivo. Esto se pone cada vez más peligroso. No podemos tener más tiempo para tomar decisiones y buscar una pacificación a las regiones del país. En ese sentido, ayer conversé personalmente con la señora Boluarte y le dije que mi pueblo está sangrando y no es posible que como presidenta permita eso», expresó en el programa Todo se sabe de RPP.

El gobernador de Ayacucho cuestionó también que en Lima se haya tomado con indiferencia la muerte de ocho personas en su ciudad y las pocas decisiones que han tomado los ministros.

«En otros momentos, los ministros hubieran renunciado inmediatamente, porque ahora vemos como muere un ayacuchano, lamentablemente desde Lima miran con una indiferencia. Yo creo que los peruanos tenemos los mismos derechos. En ese sentido, manifiesto como gobernador mi preocupación y hasta el día de hoy vamos viendo cómo el Gobierno nacional, el Congreso, no soluciona esta crisis que vive el país y vamos a tener más muertos», manifestó el gobernador.

Por otro lado, Rua reiteró que la presidenta Dina Boluarte es la responsable de lo ocurrido en Ayacucho, debido al decreto de estado de emergencia.

RPP

 

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