Perú: inflación en recesión

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Inflación en recesión

 Milcíades Ruiz 

Mientras Perú sufre una caída económica casi a 0%, el presidente del Banco de Reserva, sale muy orondo ante la prensa anunciando que, “estamos en camino a derrotar la inflación”. Pero este pírrico triunfalismo es cuestionable porque podría ser, no por méritos propios sino por deflación generalizada derivada de la grave recesión. ¿Deberíamos alegrarnos por este anuncio en medio de la tempestad? Veamos.

El criollo común diría: “Si, pero eso no me sacará de misio”, como tampoco podemos decir que, vencimos a la lluvia porque vino la sequía. Es que la deflación es el efecto contrario a la inflación y ocurre cuando la economía se paraliza y muchos se quedan sin dinero. Entonces, baja la demanda haciendo caer los precios en general. Baja la inflación no por la buena gestión del BCR sino, por efecto global de la recesión que es mucho peor.

En un mercado no regulado como lo exige el neoliberalismo, los precios se rigen exclusivamente por la oferta y la demanda, sin importar muertos ni heridos. Si los países que nos venden alimentos elevan sus precios por su inflación, nos llegará la importación a precios elevados. El maíz para pollos es mayormente importado y eso repercute en el precio de carne de pollo, leche y otros alimentos básicos ya que las crianzas usan el maíz como forraje.

Igual sucede con el pan, ya que el país es dependiente del trigo extranjero. Los insumos ya han bajado, pero en el mercado local, el precio del pan sigue alto, como también de los otros productos panaderos y, fideos, galletas, etc. Son muchos los alimentos extranjeros de consumo local, como el aceite vegetal que es insumo de toda comida preparada, arroz, avena, papa, soya, leches, granos, etc.

La inflación internacional repercute en nuestra economía provocando inflación. La recesión deflacionaria, también. Si los precios internacionales bajan tendremos mayor oferta que a menor demanda bajarán los precios, haciendo bajar la inflación. Pero si a pesar de ello, la gente no compra por haber perdido ingresos, los negocios cerrarán agravando la recesión. En este caso, la inflación baja a un costo muy alto.

El espejismo nos impide ver que, si baja la demanda de alimentos es porque la gente está consumiendo menos. Así lo confirman las últimas encuestas en que los pobres dejan de comer ciertos días. ¿Esto es motivo de celebración? Bien sabemos que, en una sociedad de clases, la inflación, deflación y recesión, afectan más a los que menos tienen. ¿De qué nos sirve que la inflación baje aparentemente, si la recesión nos deja sin dinero? Peor aún, si los sueldos pierden valor como se muestra en el cuadro siguiente.

Por otro lado, si bien los catastróficos vaticinios climáticos, felizmente no se están cumpliendo, el campesinado nacional ha podido salvar en algo, la campaña agrícola y las lluvias irán en aumento tras el solsticio de verano. Ello viene permitiendo el abastecimiento del mercado con las primeras cosechas, que irán aumentando. La mayor oferta contribuye también, a bajar la inflación alimentaria.

Pero lo triste es que, las cosechas ocurran en plena recesión, haciendo caer los precios campesinos, por la falta de liquidez de los consumidores que comen menos que antes, aunque baje la inflación. Entonces los ingresos campesinos serán lánguidos. El campesinado no tiene poder mediático para influenciar en favor de sus intereses, como si lo tienen los grupos de poder que logran grandes presupuestos para obras públicas que caerán en sus manos.

Si la piña “Golden” que viene de la selva central se está rematando a S/.2 x kgr en las calles, significa que el mayorista lo vende a S/. 1,50, pagando a su abastecedor a 1 sol. Este, separará su ganancia después de pagar al transportista desde la selva, pagando cincuenta céntimos al acopiador y este, S/. 0,25 al productor, que se ha pasado un año trabajando e invirtiendo en el cultivo

Esto que sucede con la piña, que viene de la selva central a Lima, ocurre con otros cultivos que vienen desde muy lejos y el precio al campesino es una ridiculez. Pero de lo que reciba, tendrá que alcanzarle hasta el año siguiente. “Allá ellos”, dirán los neoliberales, “Quien les manda que se metan de campesinos”. “En el Perú, hay democracia y cada uno es libre de elegir su ocupación”.

¿Y así, reclaman seguridad alimentaria los que nunca pasaron hambre? La indiferencia está también entre nosotros. A muy pocos le importa lo que pase con el campesinado. No tienen representantes ni testaferros en el Parlamento. Ni los partidos políticos que se dicen populares se pronuncian acogiendo sus dramas.

Los políticos, no entienden ni quieren entender que, se trata del 30% de la población peruana, que tiene presencia mayor en el 95% de los distritos del país, que tiene el mayor número de inversionistas entre los sectores productivos, que de ellos depende nuestra seguridad alimentaria y la de nuestra descendencia, ni que, si se contrae el agro, automáticamente se contrae toda la industria, comercio y servicios conexos, etc.

Pero el asunto para el BCR es que, estamos venciendo a la inflación y seguirá bajando el próximo año en que la recesión será peor. Esta manera de pensar y obrar, es engañosa. En todo caso, en una economía clasista, la inflación y la recesión no ajusta a todos por igual. Con inflación o, sin ella, los del BCR tienen asegurado sus altos sueldos con bonificaciones, mientras los que han perdido ingresos tendrán que comer menos días a la semana. Bueno pues, ustedes, ¿qué dicen?

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