Neoliberalismo y emprendedurismo en Perú – Por Humberto Campodónico y Javier Herrera

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Neoliberalismo y emprendedurismo en Perú

Humberto Campodónico y Javier Herrera*

En el Perú en el 2022 el 70.5% de la población urbana ocupada de 14.2 millones de personas tenía un empleo informal, una de las tasas más altas de América Latina. Es importante precisar que el empleo informal tiene dos componentes: el empleo informal en las micro y pequeñas empresas no registradas y el empleo informal de los trabajadores privados de contratos y otros beneficios en las empresas formales.

Los primeros representan un 53% de los ocupados y los segundos un 17.5%. Es decir, la reducción de la informalidad no es únicamente un asunto de formalización de las pequeñas empresas sino también de la capacidad del Estado de hacer respetar los derechos laborales de los trabajadores en las empresas formales.

¿Por qué es tan alta la informalidad?

Se ha argumentado que sólo el crecimiento económico sostenido y a tasas cercanas al crecimiento potencial permitirían reducir el empleo informal. Sin embargo, en el Perú no ha ocurrido tal cosa. Durante el super ciclo de materias primas (2004-2014), cuando el Perú crecía a una tasa promedio de 6%, el número de trabajadores informales urbanos más bien aumentó en 20%, luego durante la fase de estancamiento del crecimiento hasta en 2022, el empleo informal aumentó en 38% al mismo tiempo que en el empleo formal tuvo un crecimiento prácticamente nulo de (1%). (ver cuadro N°1).

El crecimiento tampoco redundó en una mejora significativa en los ingresos de los emprendedores informales. En el periodo 2009-2022, el porcentaje de los trabajadores en las empresas informales en pobreza se ha fluctuado en el rango de 55.2% a 59.4%. Desde hace casi 20 años, ellos representan 7 de cada diez trabajadores pobres.

Por el lado de la estructura productiva, se afirma que la demanda de trabajo en el sector formal es inferior a la oferta de empleo. Tendríamos allí un problema estructural: el sector formal urbano, que se concentra en los servicios de alto valor agregado, la industria y el comercio de gran mediana y escala (83% del empleo formal), tiene la más alta productividad, pero no genera tanto empleo. Mientras que, el grueso de la población informal urbana está en los servicios, transporte y comercio (75%).

Desde el lado económico ortodoxo, la causa serían los altos costos de la formalización (pago de impuestos, salarios, vacaciones, despido, CTS). Ergo, hay que reducir esos “sobrecostos” laborales. Este enfoque pasa por alto que hay regímenes legales específicos para las microempresas con incentivos laborales. Y no pasa nada.

Los economistas La Porta y Shleifer,(1) que analizan decenas de países en desarrollo, dicen: “muchos empresarios informales cerrarían gustosamente sus negocios para trabajar como empleados en el sector formal si se les ofreciera la oportunidad, incluso si los salarios en el sector formal pagan impuestos, lo que no sucede en el sector informal. Pero pocos de ellos tienen esta oportunidad”(2). Agregan que es fundamentalmente, el crecimiento económico el que reduce la informalidad. Si ni siquiera con el alto crecimiento del super ciclo de precios se redujo el número de informales, esperar que con nuestro actual crecimiento potencial de 2% del PBI y con el estilo actual de crecimiento la reducción de la informalidad es una quimera.

Otro argumento comúnmente evocado es que las empresas informales no buscan formalizarse por su voluntad de evadir los impuestos.

Los datos de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) del INEI corroboran lo sostenido por La Porta y Shleifer, pues en el Perú el rechazo de la regulación y la tributación no es una característica central de los informales. Cuando a los microempresarios informales se les pregunta acerca de las razones de su informalidad, para la gran mayoría no son relevantes las «barreras burocráticas» que elevarían el costo de la formalización.

Sumando a todos los que dicen 1) que los trámites son muy complicados 2) le quita demasiado tiempo 3) no sabe si debe registrarse 4) no sabe cómo registrarse, tenemos un total de 3.74% de emprendedores. Otro dato importante: tan sólo 1.7% de los emprendedores informales no se registraron ante la SUNAT porque piensan no poder asumir los impuestos. ¡Y pensar que todo el énfasis de las políticas de formalización apunta en bajar las barreras administrativas!

Cuando se les pregunta a los microempresarios informales por qué han creado empresas informales, las respuestas son: el 57.9% lo hizo por razones involuntarias (sobre todo por necesidad económica) y el 42.5% por razones voluntarias (obtener mayores ingresos y ser independiente). La mayoría no escogió ser informal, lo hizo por necesidad de sobrevivencia, por ser excluidos del grupo de asalariados. Ello nos incita a poner la mirada en la estructura productiva y el patrón de empleo y crecimiento que está genera. (ver cuadro N°2)

El emprendedurismo

El debate sobre la informalidad trasciende el aspecto económico y productivo. Hay importantes trabajos que han marcado época en la historia social del Perú en los últimos 40 años.

En 1984, José Matos Mar publicó El desborde popular y crisis del Estado, ubicando la gran migración andina como parte de un movimiento más amplio que cuestiona, desde abajo, el orden legal y social existente expresado en un Estado excluyente. En 1986, Hernando de Soto en El Otro Sendero (1986) dice que hay informalidad por las barreras burocráticas, sobre todo gubernamentales, que afectan a los sectores más pobres. Hay que liberar la energía reduciendo las regulaciones y promoviendo la obtención de los títulos de propiedad de sus activos lo que impulsaría el crecimiento y el desarrollo. En ambos casos, el Estado es el problema.

Acercándonos más a la época actual, ha surgido también una amplia literatura acerca de los impactos del neoliberalismo en el Perú, a partir del programa económico fujimorista. Esto se aprecia con la aparición del “emprendedurismo”, palabra que ya se ha introducido como “categoría social”.

En un reciente trabajo de Ricardo Cuenca, Luciana Reátegui y Mauricio Rentería (3) se realiza una sistematización de su origen en las reformas neoliberales de los años 90, que establecieron un momento favorable para los “emprendimientos”.

El trabajo nos dice que el emprendedurismo tiene el objetivo de promover la generación de riqueza de las personas -muchas de ellas informales- a través de la propiedad privada y la economía de libre mercado: “El emprendedor va mucho más allá de la formación de una empresa: es básicamente una forma de ser y estar en el mundo. Es decir, no solo significa armar un negocio exitoso: es, sobre todo, tener la voluntad de querer hacerlo”.

En ese sentido, el emprendedurismo sirve para conjugar las necesidades materiales y la falta de oportunidades en el mercado de trabajo con una narrativa donde sobreponerse individualmente a las adversidades constituye un valor en sí mismo. Podríamos decir que se trata de los emprendedores “super héroes”.

La narrativa no es nueva. Numerosos trabajos en Chile, que comenzó la experiencia neoliberal desde 1973 tocan el mismo tema. Veamos: “En términos culturales, este proceso de generalización de la empresa como modelo de subjetivación y formalización de la sociedad cristaliza en la figura del “emprendedor”. Este sujeto, en su arquetipo, será “quien posee la creatividad, la habilidad y la determinación de enfrentar todos los riesgos necesarios para concretar su proyecto y así colaborar al crecimiento de la economía del país”(4).

Agrega: “Este modelo está del lado delos pobres» y es el sistema más eficiente para generar riqueza, y por tanto eliminar la pobreza. De ese modo, se contrapondrá incluso en un plano normativo a los modelos redistributivos que no fomentarán el espíritu emprendedor, atribuyéndoles incapacidad para promover el desarrollo y que por el contrario se dedicarán a transferir ilegítimamente riquezas de un sector a otro” (ídem).

Los resultados

El planteamiento incluso fue llevado al Plan Nacional de Diversificación Productiva (PNDP) del 2014, con modalidades distintas, como, por ejemplo, la creación de un Fondo Start-Up Perú, para promover productos y servicios innovadores, con alto contenido tecnológico. Eso nos parece muy bien.

Pero la narrativa ha sido más bien un desfile de éxitos individuales, en diferentes ámbitos. Bien por los éxitos, pero, dentro del universo de los 10 millones de peruanos en las ciudades que viven en la informalidad, eso no mueve la aguja. La esperanza de vida de una microempresa formal en el área urbana es muy baja, el 50% no sobrepasan los 3 años. El crecimiento macroeconómico tampoco es suficiente y 9 de cada 10 no logra llevar a casa lo necesario para comprar la canasta básica de consumo. Dejado al esfuerzo individual, el emprendedurismo no es ni puede convertirse en el proyecto que reduzca la informalidad y la pobreza.

Sería bueno que haya una publicación o informe con los logros del emprendedurismo. Podría ser, como dice Cuenca et.al: “por ese motivo, la mayoría de los textos se centra en los procesos antes que en los resultados”. Y podríamos estar frente a una falacia de composición: como algunos emprendedores han tenido éxito, entonces todos los emprendedores (o la gran mayoría) también lo tendrán.

No se descubre la pólvora cuando se afirma: hay que impulsar políticas de desarrollo productivo, con eje en la industria, que tiene alta productividad, valor agregado y que produce empleo. Esto lo dice el propio FMI “Un paso difícil pero fundamental es la diversificación económica. El estudio de las estrategias aplicadas por los países que han llevado a cabo con éxito una diversificación, como Corea, Malasia y Singapur, podría ser un buen punto de partida”(5). Hay una ley en el Congreso que merece discutirse. También es importante apoyar nuevos motores de crecimiento, en el turismo, en la siembra de madera amigable con el ambiente en la amazonía, entre otros.

Finalmente, la política del emprendedurismo consagra a cada ciudadano como dueño de su propio destino. Todo depende de él y solo de él. Por ahí va el tema de que la libertad económica individual, a la Milei, es la única alternativa. Y eso es polarización y fragmentación pura y dura. ¿Por qué no pensar, más bien, en un nuevo contrato social donde el emprendedurismo sea solo una de las ruedas del coche?

Ya hemos visto la respuesta a la encuesta del INEI: el 57.9% está en la informalidad por razones involuntarias. Lo que desea la mayoría es un empleo, adecuado y digno.

Notas

1) Informality and Development Rafael, La Porta y Andrei Shleifer, 2014
https://www.aeaweb.org/articles?id=10.1257/jep.28.3.109
2) El sujeto emprendedor: imaginarios de éxito y representaciones sobre el trabajo, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 2022.
3) Simón Ramírez, Sociogénesis del neoliberalismo en Chile, 2018
4) https://www.imf.org/es/Blogs/Articles/2021/04/27/blog-what-comes-after-t…
5) Blog FMI 2021, https://www.imf.org/es/Blogs/Articles/2021/04/27/blog-what-comes-after-t…

(*) Campodónico es profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de San Marcos y Javier Herrera, investigador IRD-Francia

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