La izquierda: un largo camino para llegar al poder | Por Mauricio Trujillo Uribe

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La izquierda: un largo camino para llegar al poder

Tuvieron que transcurrir 100 años de participación en elecciones para que las ideas distintas a las del Establecimiento alcanzaran la Presidencia por la vía democrática. La posesión de Gustavo Petro marca un hito en la historia de Colombia.

Por Mauricio Trujillo Uribe

En la historia de Colombia los partidos y movimientos de izquierda que intentaron llegar a la presidencia por la vía electoral nunca antes lo habían logrado. Solo ahora llegan por primera vez. Hubo, sí, presidentes liberales que se situaron a la izquierda del espectro político de su época, como Manuel Murillo Toro en el siglo XIX y Alfonso López Pumarejo en la década del treinta del siglo pasado. También hubo candidatos presidenciales que recogieron el ideario de Rafael Uribe Uribe y, desde el Partido Liberal, defendieron sus propias ideas de izquierda, como Jorge Eliécer Gaitán en los años treinta y cuarenta, y Luis Carlos Galán en los ochenta, ambos asesinados cuando su triunfo en las urnas era previsible. Sin embargo, aquí me refiero a la izquierda que asistió a las urnas como tal: transcurrieron 100 años de participación en las elecciones para que pudiese llegar al poder, esta vez reunida en el Pacto Histórico. La posesión el próximo 7 de agosto de Gustavo Petro como presidente y de Francia Márquez como vicepresidenta, representa la sumatoria y culminación de ese largo camino.

Fue en 1922 cuando la izquierda como colectividad política organizada participó por primera vez en las elecciones para la presidencia. El Partido Socialista, fundado en 1919, apoyó al candidato liberal Benjamín Herrera, quien había recogido parte de sus reivindicaciones. Opuesta a la hegemonía conservadora que llevaba 36 años en el poder, esta corriente política, que devino al Partido Socialista Revolucionario en la segunda mitad de esa década, levantó las banderas de los Tres ochos (ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso y ocho horas de esparcimiento), la protección de la producción nacional frente a las importaciones, la distribución de terrenos baldíos entre el campesinado pobre y el reconocimiento legal de los derechos laborales y de huelga, entre otras. En los años treinta estas aspiraciones democráticas fueron recogidas por los presidentes liberales Olaya Herrera y López Pumarejo, junto con otras de corte social-liberal en oposición al liberalismo del «laissez-faire», sin que ello implicase ni mucho menos un cambio de la estructura oligárquica de poder. Dicha década trajo modernización y avances para la nación, en particular bajo el mandato del segundo, llamado “La Revolución en Marcha”. Al respecto, Petro ha insistido en que su programa de gobierno retoma el espíritu y orientación de las reformas del gobierno de López Pumarejo.

En 1930 nació el Partido Comunista. Sus candidatos a la presidencia en esa década y siguientes, obtuvieron escasas votaciones en medio de la estigmatización y la violencia política. Pero cuando surgió la Unión Patriótica en el marco del proceso de paz entre el gobierno de Belisario Betancur y la guerrilla de las Farc, ese partido tomó fuerza alcanzando el 10,4 por ciento de la votación en las elecciones de 1986 con la candidatura de Jaime Pardo Leal, quien fue asesinado al año siguiente. Lo sucedió Bernardo Jaramillo en las elecciones de 1990, también víctima de los sicarios un mes antes de los comicios. Hoy el Partido Comunista y la Unión Patriótica convergen en el Pacto Histórico.

Otras izquierdas también participaron en las elecciones, como el Frente por la Unidad del Pueblo con Jaime Piedrahita y la Unión Obrera y Socialista con Socorro Ramírez, en 1978. Cuatro años después, en 1982, Gerardo Molina, intelectual, académico, escritor y dirigente del partido Firmes, obtuvo una votación reducida pero su aporte al cambio de cultura política de la izquierda colombiana fue importante. Esta corriente socialista democrática entendía que la revolución no estaba al orden del día pero que había que ir en la dirección de profundas reformas económicas y sociales para evitar justamente la situación que hoy vive Colombia: según el reporte del Dane de abril pasado, en el año 2021 cerca de 20 millones de personas vivían en pobreza monetaria y más de 6 millones en pobreza extrema. Un panorama que puede calificarse de dramático para una nación de 50 millones de habitantes.

En los años setenta y ochenta la Alianza Nacional Popular se convirtió en el principal opositor a los gobiernos liberales y conservadores que se alternaban bajo el Frente Nacional, pacto inscrito inicialmente en la Constitución y prolongado de hecho al finalizar su periodo legal. Cuando su candidato Rojas Pinilla perdió las elecciones frente a Pastrana Borrero en medio de graves denuncias de fraude, surgió el Movimiento 19 de Abril, del cual Petro fue miembro. Esta guerrilla, que planteaba una tercera vía no comunista, se transformó en movimiento político en 1990, año de elecciones presidenciales en el que Antonio Navarro logró el tercer puesto con 12,5 por ciento de los votos, luego de que el candidato Carlos Pizarro fue asesinado. Cuatro años después, en 1994, Navarro obtuvo nuevamente el tercer lugar, esta vez con 3,8 por ciento de los sufragios. El M-19 fue factor determinante para sacar adelante la Constitución de 1991, que instauró el Estado social de derecho, entre otros decisivos avances democráticos, y abrió la senda para que el país entrase en la modernidad. Hoy Colombia Humana, eje del Pacto Histórico, hereda páginas de ese movimiento.

Al comenzar este siglo, el Polo Democrático Independiente presentó la candidatura de Luis Eduardo Garzón en las elecciones presidenciales de 2002, alcanzando el tercer lugar con 6,2 por ciento de los votos. Ello jugó en favor de su elección como alcalde de Bogotá en 2004, lo cual representó un salto adelante para la izquierda. Con la fusión de ese partido y Alternativa Democrática, agrupación liderada por Carlos Gaviria, surgió el Polo Democrático Alternativo. En las elecciones de 2006, Gaviria sorprendió con la más alta votación en la historia de los partidos y movimientos de izquierda, 22 por ciento, llegando en segundo lugar. De nuevo la izquierda colombiana dio un gran paso.

En las primarias del Polo en 2010, Petro consiguió ser el candidato para las elecciones de ese año. Arrancó así su primera campaña presidencial en la que obtuvo el cuarto lugar con 9,1 por ciento de los votos. Pero el hecho de que Antanas Mockus, del partido Alianza Verde, pasara a la segunda vuelta en esos comicios, revelaba ya una señal de cambio político de una parte importante del electorado al votar por un candidato alternativo. Cuando Petro se retiró del Polo, este partido presentó la candidatura de Clara López en los comicios presidenciales de 2014, ocupando el cuarto lugar con 15,2 por ciento de la votación. Ocho años después, en marzo de este año, el Polo apoyó a Francia Márquez en la consulta del Pacto Histórico para escoger su candidato presidencial. Y luego la apoyó también como fórmula vicepresidencial, afianzándose así como uno de los partidos pilares de esta coalición.

El punto de inflexión para las aspiraciones de la izquierda llegó con las elecciones de 2018 en las que Petro pasó a la segunda vuelta y obtuvo el 41,8 por ciento de los votos. A pesar de la campaña adelantada por sectores radicales de la derecha acerca del “peligro del castrochavismo” en medio de una gran polarización, el pluralismo político ganó espacio, la participación de la juventud y la mujer fue determinante y las fuerzas alternativas aumentaron su votación significativamente. De otro lado, los acuerdos de paz con las Farc en 2016 permitieron a la izquierda democrática comenzar a zafarse de la prevención y estigmatización. Asistimos así a un cambio progresivo de pensamiento político de buena parte de la sociedad colombiana, acompañado de un proceso, con mayor o menor intensidad según la región, de resquebrajamiento de la hegemonía política de las élites nacionales, los poderes regionales y los partidos del Establecimiento.

El nuevo mapa electoral se corroboró en las elecciones territoriales de 2019. El número de gobernadores y alcaldes electos de carácter alternativo no tenía antecedentes. Tampoco el número de alianzas electorales amplias y diversas que tuvieron lugar, poniendo de presente una variada paleta de intereses y nuevas ciudadanías, evidenciando relevos generacionales y transformaciones culturales de la sociedad. La elección de Claudia López en Bogotá y de diez alcaldes de capitales de departamento y 11 gobernadores, que compitieron frente a los candidatos del establecimiento, ratificó el cambio de dirección del péndulo político del país: Colombia ya no era la misma.

“O cambiamos o nos cambian”, dijo el político conservador Fabio Valencia Cossio hace 25 años y eso fue lo que finalmente sucedió en los comicios legislativos y presidenciales del presente año 2022, tras un acumulado de diez décadas de participación electoral, movimientos de protesta, luchas y resistencias. La elección de 20 senadores y 28 representantes a la Cámara por el Pacto Histórico es un hecho inédito en la historia de la izquierda colombiana; y el triunfo de Gustavo Petro y Francia Márquez, con 50,4 por ciento en la segunda vuelta, confirmó la nueva realidad política del país. Su posesión como presidente y vicepresidenta de la república el próximo 7 de agosto es un hecho trascendental en la historia de Colombia, y marca un antes y un después, independientemente de la apreciación que se tenga sobre sus personalidades y trayectorias, y del gobierno que haga Petro.

Viene ahora lo más difícil para el presidente, la vicepresidenta y su equipo de ministros y colaboradores: gobernar para todos los colombianos y colombianas, sacar adelante las medidas necesarias para superar el hambre, profundizar el proceso de paz y conducir al país por la senda de un desarrollo sostenible con progreso para el conjunto de la población. La izquierda tiene la palabra.

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