Las posibilidades de la derecha en México – Por Carlos Figueroa Ibarra

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Las posibilidades de la derecha en México

Carlos Figueroa Ibarra*

Después de la dolorosa derrota del 2018, la derecha no había encontrado en la lucha callejera una herramienta para acumular fuerzas. Ahora está procediendo como lo hemos observado en otros países de América Latina. Solamente esperemos que no lo haga de la misma violenta manera como lo observamos particularmente en algunos de esos otros países.

El domingo 26 de febrero la derecha en México dio una demostración no sólo  de la fuerza que tiene en el país, sino de  los resortes que la impulsan. Hay que comenzar diciendo que la concentración de este domingo superó en número de participantes a la que se realizó el 13 de noviembre de 2022. Esta vez la manifestación de las derechas movilizó entre ochenta y cien mil personas y logró llenar el zócalo de la ciudad de México, plaza principal del país y que suele ser un indicador de las capacidades nacionales que puede tener una fuerza política nacional en lo que se refiere a capacidad de convocatoria.

La manifestación en el zócalo capitalino y las diversas concentraciones que se hicieron en distintas ciudades en las distintas entidades de la república, mostraron las posibilidades de la derecha. Habría que enumerarlas porque estas explican la creciente convocatoria callejera que está propiciando esa derecha como reacción a la derrota que vivió en 2018 y de la que parcialmente se recuperó en el proceso electoral de 2021.

En primer lugar, la derecha mostró cuál es su base social: mayoritariamente clases altas y medias aunque también de manera minoritaria a sectores de trabajadores principalmente urbanos. Probablemente en esos sectores sociales se encuentren los veinticinco millones de ciudadano/as que según el presidente Andrés Manuel López Obrador son los que apoyan a los que reaccionan frente a la cuarta transformación.

La base social es muy importante. Será la que, en la demostración del 13 de noviembre de 2022, en la 26 de febrero de 2023 y en las manifestaciones de la derecha que en el futuro observaremos, llenaron y llenarán calles y plazas en el país. La gran novedad es que después de la dolorosa derrota del 2018, la derecha no había encontrado en la lucha callejera una herramienta para acumular fuerzas.

Ahora está procediendo como lo hemos observado en otros países de América Latina. Solamente esperemos que no lo haga de la misma violenta manera como lo observamos particularmente en algunos de esos otros países.

Lo que cabe preguntarse es cuáles fueron los dispositivos que fueron puestos en marcha para llevar a la calle a las decenas de miles de personas, no solamente en la ciudad de México, sino en otras más del interior del país.

Indudablemente el dispositivo más importante son los grandes medios de comunicación impresos y electrónicos. Éstos lograron colocar la narrativa en grandes sectores de la población de que México vive el advenimiento de una ominosa dictadura y que un paso importante en dicho advenimiento es la destrucción del Instituto Nacional Electoral (INE).

El INE es presentado como un bastión autónomo de la democracia que hay que preservar para evitar que la 4T se imponga por medio del fraude en 2024. Arrinconada por las encuestas que favorecen a Morena y a sus aliados, la derecha está pavimentando el camino de la narrativa del fraude para el año entrante.

La narrativa es asombrosamente cínica para todos los que sabemos el ignominioso papel que ha jugado el INE en procesos electorales pasados y el hecho de que hoy ni siquiera es un árbitro vendido a alguna de las dos partes sino un jugador más que se ha sumado a la parte del país que está en contra de la 4T.

La ley secundaria con respecto al INE (plan B después de que una reforma constitucional para cambiarlo fue rechazada por no contar con la mayoría calificada en el poder legislativo) que ya fue aprobado por el poder legislativo, pretende recuperar la neutralidad del órgano electoral y abaratar el dispendio de fondos que lo caracteriza.

 De la mano del poder mediático, el segundo gran dispositivo de la derecha es el grupo de intelectuales que durante el periodo neoliberal contó con grandes prebendas y difusión masiva a sus ideas que buscaban legitimar al orden neoliberal. Son los intelectuales orgánicos de la derecha neoliberal que hoy siguen haciendo uso del poder mediático y golpetean constantemente a la Cuarta Transformación.

El otro gran dispositivo que ha llevado masas a la calle es el aparato institucional de la iglesia católica. Fiel a su tradición reaccionaria, construida en la colonia y manifiesta de manera militante en el siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, la iglesia católica se ha unido al coro reaccionario que han difundido los grandes medios. Los vasos comunicantes de dicha iglesia y sus redes organizativas no pueden ser desestimadas en estas movilizaciones y en las que vendrán.

 A los anteriores dispositivos debe agregarse al poder del gran empresariado con sus recursos financieros para sustentar un esfuerzo de movilización nacional. Al igual que lo que sucede en otros países de América Latina, pese a que el desenvolvimiento económico de México los está beneficiando y proveyendo de grandes ganancias, el gran empresariado no puede perdonar el eje vertebral de la Cuarta Transformación: la separación del poder político con respecto al poder económico. Detrás del rechazo a la reformas constitucionales al sector eléctrico y al  INE se encuentra el poder del gran capital.

 El quinto gran dispositivo de la derecha radica en los cuatro partidos políticos en los cuales se expresan las derechas neoliberales y los minoritarios sectores de la derecha neofascista. Además de la fuerza organizativa y movilizadora que en grado desigual mantienen, estos partidos son estratégicos en la formación de la coalición reaccionaria que en 2024 disputará el poder ejecutivo y legislativo a la 4T.

 A estos partidos debe agregarse aquellas entidades y regiones del país en las cuales gobiernan estos partidos. En la movilización en la ciudad de México del 26 de febrero, jugaron un papel muy importante los gobiernos panistas y priístas y las nueve alcaldías de la ciudad de México, en las cuales gobiernan dichos partidos.

Habría que agregar a las posibilidades de la derecha la solidaridad internacional de esa misma derecha que difunde a nivel mundial la idea de que México está gobernado por un gobierno autoritario, enemigo de la iniciativa privada y además ineficiente. La derecha también se encuentra atrincherada en el seno mismo del Estado, particularmente en el poder judicial que actúa como partido y brinda impunidad a  los asociados al crimen organizado y a la gran corrupción.

También en sus bancadas en el Senado y la Cámara de Diputados y en órganos descentralizados como son entre otros el INE, la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE) y el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI).

La gran pregunta a estas alturas es ¿quién será el abanderado de todo este bloque histórico para las elecciones presidenciales de 2024? En medio de toda su fuerza, la derecha tiene un gran problema: las figuras políticas que tiene para enfrentar al candidato o candidata de la 4T son impresentables como también sus partidos.

 Por eso las manifestaciones del 13 de noviembre de 2022 y del 26 de febrero de 2023, pese a tener entre sus dispositivos a la clase política neoliberal se han vestido de ciudadanas. Por ello mismo, ¿sería descartable que fuera un “ciudadano” el candidato de la derecha en 2024? ¿Un ciudadano que hoy es el jefe de toda la coalición reaccionaria que se está conformando y que además es directamente representativo del gran capital? El tiempo dirá si resulta cierta esta especulación.

* Sociólogo y profesor e investigador en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla en México. Especialista en estudios de procesos políticos y violencia de Guatemala en conjunción con procesos políticos de México.

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